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miércoles, 19 de febrero de 2014

Otro poco de la historia de Mefisto.



¡Ah, ah! el que así gritaba era nuestro ya viejo amigo Mefisto. Todo empezó cuando Luzbelita vino a pedirle un enchufe en la tierra para su marido.
Papi, pauchi, le había dicho. ¿Por qué? no pasas por recursos humanos y le das una "sugerencia al jefe de oficina para que...
Eso le produjo un ataque de ansiedad, la realidad en el infierno es tan variopinta como el número de diablos. Y aunque los diablos viejos, se habían defendido bien del primer asalto; que se produjo cuando comenzaron a llegar los primeros hijos de la Convención Republicana. Cuando comenzaron a llegar los tecnócratas, los hijos del opus y los expertos de las escuelas de negocios. Al mismísimo Lucifer se le presentó un difícil dilema. Como podía torturar a estas personas que tenían una formación tan especializada, cuyas mentes estaban cerradas a todo lo que no fuese su organigrama. Line y Staff. Controller. Auditores internos. Servicios de benchmarking... productividad. Es obvio que un humano solo teme lo que conoce,  ¡y conoce tan poco! Como poder torturar a un económetra, un hombre que había pasado su vida pendiente del análisis de las variables, de sus ratios. Al principio intentaron que se representaran la criminalidad implícita en sus actos. Que vieran la miseria el hambre y la desesperación que sus decisiones habían producido. Les suministraron imágenes de cientos de refugiados famélicos, hordas de subsaharianos estrellando sus vidas contra las fronteras del primer mundo. Pero ni por esas. Así que hubo que habilitar un espacio mental en el averno donde poder torturar a estos seres abyectos. Un espacio especial donde recibían informes contradictorios, descompensación de cambios, caídas de las tasas de crecimiento. Esto si les producía dolor, mientras que las colas de paro, los cadáveres de los desheredados flotando en una playa, los refugiados de guerra, los dejaban tan impávidos, como un político español frente a las colas del paro.
Hubo la lectura precipitada de una tesis en que uno de los diablos más astutos apuntaba a la facultad humana de la resiliencia como la responsable. Por ella era fácil explicar la magnanimidad del banquero haciendo obra social con la calderilla de sus ganancias, de sus expolios. También se justificaba, el cardenal pederasta, el político que traficaba con sus influencias. Para abreviar, a toda esta nueva hornada de clientes, el averno, debía suministrarles tortura eterna, lamentablemente, no funcionaba así que hubo que crear una sección para políticos, burócratas, tecnócratas. Donde sufrían no por la consecuencia de sus actos no por su responsabilidad; no, sufrían por la continua descompensación de sus parámetros, el resultado de las elecciones. Y aun así... era el caso de aquel soberanista que no comprendía que su juego era suicida, porque si el pueblo refrendaba su tesis debía dimitir o mejor ser defenestrado por proponer lo imposible y por el contrario si perdía el plebiscito que él mismo había imaginado, debía dimitir a consecuencia de su derrota. Al final un diablo psicólogo encontró la solución. La tortura para todos ellos consistía en colocarlos en un punto donde el sentido del dato variaba con rapidez ofreciendo resultados contrarios. Esto obligaba al sujeto a cambiar sus explicaciones cada vez con mayor frecuencia, el límite era la esquizofrenia, el reflejo interno de personalidades contrapuestas.  Eso si era una tortura digna del infierno.
Pero también la creación de esta sección traía consecuencias, Mefisto y Belcebú lo vieron pronto. El infierno se lleno de organigramas y lo que es peor de conductas estereotipadas.
Eso para los diablos viejos, omniscientes, más sabios por viejos que por diablos les creaba una desazón profunda. Un prurito, como no reconocer que para producir dolor era necesario ser especialista, tener un máster, un postgrado, habilidades directivas, pero eso, eso dicho así en frio era oponerse a la sabiduría ancestral del maligno.
Mefisto con un respingo vio con toda claridad su horizonte, y dubitativo, aprovecho la tregua de pascua para preguntar a uno de la competencia oye ángel tu que sabes...
No hizo falta más el ángel con dulzura le repuso, si es cierto eso que piensas, dentro de vuestro castigo está el humanizaros, cada día seréis menos divinos más humanos. Son cosas del jefe yo ni entro ni salgo.
Mefisto se vio en las colas del Inem, se vio en la puerta de la iglesia con un cartel en que se leía pobre diablo en paro...
Por eso cuando Luzbelita, le hablaba de recomendaciones, de tráfico de influencias su respuesta era un ¡Ah ,ah! doloroso amargo eterno.                           

domingo, 16 de febrero de 2014

Nueva Turnée por el Averno



Si, era cierto, el infierno se había humanizado mucho...

Él un viejo diablo de la escuela antigua, diablo peripatético y como mucho bizantino. Había asistido a ese asalto, creía que la cosa empezó cuando comenzaron a llegar los primeros miembros de la asamblea francesa. ¡Ah! los hijos de la republica; recordaba que el sanedrín, de diablos había quedado conmocionado por la violencia de la revolución. Por esa hábil maniobra de humanizar la pena de muerte. Esa industrialización, luego vendría, la química, la electricidad y como no la medicina. Era el sino del homo, la homofobia en sentido lato, xenofobia, ginefobia, y todas las fobias. El impulso cainita. En principio les gustó, los diablos estaban contentos, cuanto dolor infligían al género humano, por la simple enemistad de raza credo o clase social. Cuanta miseria moral cuanto cieno.   

Recordaba la apología del estado criminal. Dantón y los girondinos; antes se mataba en nombre del rey del señor feudal, del abad. Ahora era el estado el heredero de ese derecho, abolían la monarquía, por sus abusos. Era sustituida por una republica con igualdad en los dudosos derechos sobre vida y hacienda.

Cierto que la pena capital perdía, algunas joyas de artesanía, como las torturas inquisitoriales, el prologo a la ejecución, antes sangriento, ahora desaparecía. Pero la capacidad de matar en nombre del estado, los cegaba. No había auto de fe comparable a una sesión de guillotina, la efusión de sangre, el simple prolegómeno de recortar el pelo de la nuca al reo. Aquello les entusiasmó,  nunca Caín había alcanzado semejante victoria. Le escusa era como siempre baladí, un tema de creencias o de sangre, poca diferencia con la pasión judía de los inquisidores. Pero la eficiencia ¡ah! la eficiencia, eso entusiasmó a sus colegas.

Mefisto no lo veía claro y al final el propio Belcebú le tuvo que dar la razón. Los revolucionarios, los republicanos tomaron al asalto las covachas del antro, enseguida se le oyó hablar de una presidencia de una república demoniaca con su gobierno electo...

Alto allí, se dijo Belcebú, el averno era un lugar con castas, y el Belcebú el príncipe de las tinieblas ¿Qué era eso de poner en su sitio un presidente electo?  ¡Nunca jamás! El infierno era una cosa de casta de familia. La mayor de las glorias que Belcebú se atribuía era la sacralización del poder.  Habían convencido al hombre que sus reyes eran cosas de Dios hijos del dios... Y allí donde, no cabía el rey de estirpe divina, las religiones habían inventado las teocracias. El halito demoniaco había penetrado tanto en la sociedad que aun en las democracias el mandatario (literalmente el que representa por mandato) tenía prebendas y tratos preferentes con la justicia. Era suficiente no perder unas elecciones, para que una aura áulica pareciera nimbar sus figuras. Un aura del color de sus banderas con sus estrellas y sus barras. Investido, mandatario investido, hasta el vaticano había entrado al trapo del engaño, el consenso del conclave cardenalicio era ungido, cornonado,mitrado.

Mefisto tenía siempre presente, que le vigor mostrado por los demonios viejos, había traspasado las propias fronteras del erebo y se había infiltrado discretamente en las instituciones democráticas. Por ejemplo; no se podría ser nadie en una democracia sin una historia, un abolengo, un pedigrí. Eso exigía; que aquellos que querían, escalar puestos en las listas electorales tuviesen una actitud sumisa para con los veteranos, y esa sumisión era la de ser esbirro, votante dúctil, además habría que tener vínculos de sangre con la vieja guardia. ¡Qué lejos llegaban las teocracias! De esa forma el nepotismo y la corrupción quedaban instauradas. Demonios 1 Democracia 0 pensaba.

La propuesta de su equipo de trabajo, había sido la idea de atacar cualquier cosa que representase la separación real de poderes. El poder cuanto más monolítico mucho más fácil de corromper. En el juego de supurar insidias hacia la humanidad los diablos llevan la ventaja de la falta de pasión. Las cosas se hacen de manera objetiva, ya tenían buenos ejemplares humanos entre ellos para poder estudiar y explotar sus debilidades.

Pero de ahí a  aceptar una organización de tecnócratas en las fuerzas satánicas había un abismo. Eso, había, existía, el abismo.   Hubo un tiempo el medieval que por mimetismo los diablos se organizaron en ejércitos, divisiones falanges. Todo con tal de producir terror a los humanos. Estos en sus pesadillas imaginaban un escuadrón de muertos galopando sobre los caballos de la muerte, como Atila.

Pero lo de tomar la imagen de la tecnocracia y llenar el fuego eterno de covachuelas cámaras y camarillas ¡Eso NO! No tenía ningún sentido. Los diablos son espíritus y su comunicación no requiere lenguaje no es menester el oficio y el expediente. Mucho menos que un parlamento que legisle, que fije objetivos de crecimiento.

Pero al final, habían llegado tantos técnicos, tantos asesores mangantes (perfectos incompetentes por otra parte) que los diablos decidieron divertirse montando un zoo con ellos. Los veían escribir discursos perorar de aquello que no comprendían buscando siempre el beneficio propio a corto plazo. Los diablos reían pero al final terminaron teniendo un ayuntamiento en el infierno. Sucedió lo inevitable, el ayuntamiento cada vez asumía más competencias, tenían hasta una diablesa gorda responsable de deportes, un descerebrado que organizaba el transporte. ¡Ah que babel era el infierno! Habría que dar un golpe de estado uno o ciento.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Tribulaciones de Mefisto



Mefisto andaba por los trasteros del averno. Era un día que el viejo diablo se sentía taciturno, son cosas de la edad pensaba, para a continuación sentir una preocupación rara. Edad que digo si yo no tengo edad para mí el tiempo no existe.
El tiempo es una propiedad de los sistemas. Y como otras propiedades; el peso la masa el color o el sonido, son siempre interpretados por un observador. Son los otros los que me ven viejo, porque cuando cuento cosas que he vivido se les imagina que pasaron hace mucho. Pero no es así. Cómo yo les explico; el problema reside en su percepción, en su mente. Ellos tienen la visión propia del que mira por un ajimez, que digo ajimez por una saetera. Su percepción es la propia del que mira por un colimador, esa ranura que usan los físicos para obtener un haz de rayos paralelos.
Así se entiende, que su visión tenga un ayer y un anteayer quizás tenga un mañana. Mientras se decía esto; se hallaba frente al desván. Comprobó una vez más que para él la palabra trastero no tenía sentido. Todo lo que abarcaba su vista era actual, puro presente, como corresponde al eterno. Este pensamiento lo turbó unos momentos, porque Él -El Eterno- era el otro.
Allí estaba todo, toda maldad y toda superchería, todas las añagazas; que los diablos usaban en su faena. Los soberanos solios, las mitras y las tiaras -solo herramientas hechas por y para el poder y la gloria-. Los lujos el sexo, hechos lujuria y carne. ¡Bah! Chorradas, aperos de los diablos destinados al trabajo de campo. Productos promocionales para legos. ¿Pues mira tú! Si hasta un diablejo recién ascendido, había propuesto al consejo, fabricar los ardides y los vicios en China, porque así saldrían más baratos se decía.
Cuando oyó semejante propuesta, le corrió un escalofrío desde la punta de los cuernos al rabo. ¡Quién era ese estúpido? Bueno mejor dicho se dirigió al jefe de personal y preguntó, ¿Qué quién cojones era el payo ese? La respuesta aun le dejó más sorprendido: Es el tentador personal del jefe de gobierno.  
Pero es un estúpido ¿no? Claro, claro contesto el jefe de personal, nuestra política siempre trata de buscar el diablo más idóneo para cada puesto. Aquí tengo el perfil del primero y concuerda perfectamente. Según nuestros datos el citado jefe es un perfecto imbécil, solo habla para deslumbrar y en consecuencia le corresponde y se le asigna al diablo más tonto del erebo. Ya habrá apreciado su señoría, que su estupidez está garantizada, como ha sugerido fabricar en China; cuando todos saben; que el infierno tiene talleres en La India y Marruecos servidos por mujeres, que nos deben salir muy baratas y además son luego usadas sexualmente por sus amos y dueños...
Mefisto se tambaleó, como un jefe de personal podía... todas las alarmas se activaron de golpe. El infierno, su casa, su creación. El diseño de los padres diablos estaba siendo invadido por los hombres, se estaba hominizando. Vivir para ver ¡Era increíble!
Claro que como buen diablo sabía que la mente de los hombres, la mente que no el cerebro tenía un anclaje virtual en la gran mente. Eso explicaba el común ideario de los hombres, el hecho de que él el maligno apareciese en todas las culturas. Algo que un psicólogo llamó el inconsciente colectivo. Pobres hombres creían en la existencia de un ideario común para todos ellos independientemente de su raza y cultura. A ninguno se le ocurrió que era fruto de las misma mente, pura resonancia, algo tan tonto como comprender que dos motos funcionan de manera similar.
Y entonces se demudó, mira que si... mira que si por participar de algunos aspectos de la mente humana los diablos estaban infectándose de la necedad de los mortales...  

jueves, 30 de enero de 2014

El infierno son los otros Luego el diablo es...



Habíamos dejado a Mefisto haciendo burla de un diablo controller, que se creía muy ducho en temas de producción y tiempos.  Claro hay que saber que en al infierno también se llega  por una deficiente gestión del trabajo.
La razón es que conforme avanzó la especie humana, y poco a poco, el coro de diablos hubo de establecer diferentes titulaciones. Distintos grados.
Le cupo primero los diablos agricultores y los ganaderos, hubo muy pronto diablos prestamistas y usureros.  Con ellos llegaron los mercaderes, tejedores, alfareros y como no, los diablos jueces sayones fiscales alguaciles... y hasta algún diablo sirlero.
Era propio de la política empresarial del averno, que cada alma pudiese encontrar un diablo con conocimientos de su oficio. Y si es cierto que pronto los hubo médicos y boticarios, no es menos seguro que pronto los hubo asesores, consultores, vendedores de seguros y hasta agentes de las propiedad inmobiliaria.
Lucifer estaba encantado con los avances del progreso. Solo se le resistían los diablos sindicalistas, y esto era por dos razones. La primera es que era muy difícil, saber que formación había que darles, la segunda y más peligrosa, que en que un diablo trataba con un líder sindical, se le volvían las ideas peligrosísimas. Porque a puro de atacar a la patronal, los había que habían tomado hábitos frailunos y hasta convocaban paros de calderas para rezar el rosario. ¡Demencial! justo es decirlo.
Pero esto era consecuencia directa del pecado humano, recordemos que lo que Eva dio a Adán era el fruto del árbol de la ciencia. Mefisto había dado una clase magistral en el Colegio Luciferino. Expuso con maestría, de razonamientos porque los diablos que poseían la sabiduría por haber nacido como parte de la divinidad. Y por tanto conservaban el saber, tenían que aprender del hombre, que siendo una criatura limitada en capacidad y entendimiento tenía que recurrir al aprendizaje parcial. Es decir a la ciencia. La ciencia solo era, en el mejor de los casos, un segmento temporal de la sabiduría. Era la consecuencia directa de haber comido de un fruto, que pocos como el propio diablo sabían, era agraz inmaduro falto de sazón.
El hombre revestido de ciencia empezaba a disparatar, primero la ingesta producía alucinaciones. Impedía la percepción correcta, producía delirios de grandeza, como sucede con los nacionalistas. Además al trocear el conocimiento la posibilidad de equivocarse era proporcional al infinito numero de fracciones. Consiguientemente las posibilidades de ser injusto y por tanto de pecar eran también infinitas.
En aquella memorable charla Mefisto expuso con claridad, que gracias a haber hecho añicos el saber, el número de asesores y expertos que se brindaba a los poderosos sería tan innumerable como las arenas del mar. Los poderosos tendrían mayores ocasiones de emplear el nepotismo y hasta la simonía. Como consecuencia la desvergüenza y el caos estaban servidos para todas las generaciones de humanos. Claro que el sistema tenía una pega, era que los diablos tenían que estudiar, graduarse en las mismas escuelas que los hombres. Solo así alcanzarían el más alto grado en su obra.           
Pero dejemos a un lado la descripción laboral del Erebo. Aquí lo lectores nos pagan para contar cosas serias por eso retomamos la historia de Mefisto.
Como buen diablo viejo Mefisto, era experto en grandes tentaciones. Lo habíamos visto como le vendió el tiempo a Adán. Como él y sus sucesores llegaron a considerar su importancia. Como de su mano, la sociedad humana llegó a desviarse de su camino, como creó la dependencia del tiempo. Como Caín mató a Abel por esa nimiedad, que consistió en pavonearse como más rico, como más listo, por comparar el tiempo del ganadero Abel, con el agricultor Caín.
Mefisto leía con fruición El Génesis y se pavoneaba de sus logros, los hombres entonces vivían muchos muchísimos años tantos que se aceraban al milenio Adán vivió novecientos treinta y Matusalén... pero bueno todos esos años siempre se les hicieron cortos gracias a que el tiempo la medida que Mefisto les regaló tenía la virtud de hacerse más grande con su uso.
Gracias a esa añagaza del tiempo escaso, se disfrazaba la ambición, como objetivos a corto plazo. Lo habían visto en Abel. Como mucho más adelante, al suprimir las monarquías, los políticos proyectaban sus ambiciones en el breve mandato de sus gobiernos.
Los reyes decía el tentador tenían toda su vida para sus ambiciones. De hecho ya nacían con una dotación alta de riqueza y privilegios. Lo bonito lo que hacía disfrutar al diablo eran los Jefes de Gobierno, los Presidentes, obligados constitucionalmente, a lograr sus fines sus ambiciones personales en un mandato. ¡Ah qué gozo le producían las democracias! Donde todos los ciudadanos tenían breve e inalienable derecho a su ambición. Antes en el antiguo sistema, el pobre paria nacía y moría siervo de las ajenas voluntades. Las iglesias les predicaban su estatus de sumiso... Así poco se podía tentar. Pero ahora todos podían, en teoría al menos, llegar acceder al poder, todos podían llegar a colmar de una u otra forma sus ambiciones. El límite de este desarrollo, era de cajón al poder llegarían los más ladrones. Y como en el caso de Caín y Abel, el asesinato estaría justificado no solo en defensa de las ambiciones propias, también para evitar que el presumido ufano como Abel en pavonease de sus logros.  
La contracción aparente del tiempo, hoy que los hombres tienen la misma duración que entonces, la medida es diez aparentemente diez veces mayor. Por lo que es muy raro encontrar ancianos de más de cien años y que se corresponden con el milenio que se les suponía antes. Eso crea premura en el pecar, angustia por conseguir ambiciones propias y como consecuencia el caos. El caos o los planes de gobierno que es lo mismo.
Paralelamente a eso el hombre sutilmente dirigido por Mefisto, había inventado aforismos como el tiempo es oro. Aunque hay que reconocer que esa prisa productiva había nacido dentro de las sociedades protestantes, en aquellas que santificaban el castigo divino el trabajo.
Decididamente el hombre era idiota pensaba Mefisto. Pero gracias a su obra había sublimado sus malos deseos sus malas artes. Ahora la maldad como frasco de perfume, era cada día mas concentrada.