lunes, 20 de mayo de 2013

La historia contada por Luis.



A Luis le turbaba aun el recuerdo. Aquel día el de la estación cuando había pedido a su jefita que le acompañara.

Nunca supo porque razón le fascinaba La Paqui.

Ella era una mujer ya hecha, con un cuerpo rotundo, proporcionado, le parecía perfecto. Y aunque era mayor que él, le atraía de manera imposible de resistir, muchas veces la comparaba con una fruta cogedera, sobre todo si la comparaba con las chicas las jóvenes que por edad le correspondían.

Todas las jóvenes tenían algo de agraz, de una cierta inmadurez, algo aceda. Tenían la inconsistencia de los sueños de lo movedizo de lo inane.

A él le gustaba, el hablar sereno, el soñar proyectos sin despegar los pies del suelo. Paqui era eso, una mujer con la que podía hablar de lo concreto; de fijar cifras de negocio, de margen comercial de proyectos comunes. No había distracciones, no mezclaba. Y en su imaginación creía que ese era el secreto de la felicidad. Dos mentes aunadas latiendo a un tiempo. Si era trabajo en el trabajo si era amor y sexo, amor y sexo.

¿Cómo mantener una relación? con una mujer, que cuando amaba pensaba en el negocio, cuando negociaba en el sexo, y cuando hacía sexo pensaba en los hijos.

Había tenido dos experiencias anteriores, las dos fueron iguales, un batiburrillo de sentimientos deseos proyectos, mezclado, sazonado con un erotismo incierto, con un sexo fugaz.

Eran eso mujeres fugaces. Como un chiringuito de playa, una terraza de verano. Las había dejado a las dos. Eran por decirlo así como aquel plato de alta escuela que habían inventado entre varios -pura Nouvelle Cuisine-, lo llamaron Almejas, sobre espuma agridulce, de Lombarda. ASEALO en el argot de su grupo de trabajo.

¡Pero bueno eso era juego! Luis era de los de pan pan y vino vino. Y la almeja almeja, el amor y la vida convivencia. Ya había conocido la mujer con jaquecas de extraño origen... no buscaba eso. La Paqui era lo contrario, le daba la impresión de ser una mujer sólida en constitución y en afectos... ¿era así? ¿se equivocaba? Decidió dejarse llevar y esperar una oportunidad. Y el día que llegó se lanzó a fondo, le sorprendió mucho la retirada de La Paqui al primer asalto y más mucho más la reacción contraria producida con inmediatez. Recordaba que habían paseado un poco por la calle principal del pueblo, el no retiró la mano de su cintura durante todo el tiempo.

Solo después, ya en el tren, iban cogidos de la mano. Conforme se acercaban a la ciudad un muro de conveniencia los separaba poco a poco. Bajaron y al alcanzar la calle el dijo:

-Vivo cerca ¿quieres venir a mi apartamento?  La Paqui aceptó, con un si que escasamente oyeron sus sus labios.

 Apenas dentro del patio la volvió a tomar por la cintura, y en el ascensor se dieron un segundo beso lingual profundo, duró hasta el ático de Luis. Y una vez dentro...

Todo había sido muy fácil, dejarse llevar, se amaron sin prisa, del aperitivo al suflé, con la meticulosidad dedos exploradores diestros.

Aun tenia imágenes de ella, que de vez en cuando flotaban en su cerebro y muchas eran de aquella primera vez. El cuerpo contundente, su  vello suave, las nalgas, esa sombra de una cesárea sobre su vientre. Alargaron el servicio hasta los postres y después quedaron enlazados en una amable sobremesa. No era tiempo de pensar solo hablar de ellos, así los vio la luna amantes satisfechos. Cielos era la hora de ir al trabajo se vistieron y salieron en distintos tiempos para llegar al restaurante por distinto camino.

Primero llegó La Paqui, cuando veinte minutos después entró Luis se miraron como si nada hubiera pasado. Mirarse cara a cara sin el menor gesto.

Luis pensó esta hecho...    pecho


domingo, 19 de mayo de 2013

Un secreto del Sabio de la Montaña

Un día próximo ya a partir, el sabio de la montaña recibió a uno de sus sus discípulos que se alejaba y que le dijo:

-Maestro me dirás antes de partir cual es el secreto.

-¿Qué secreto?

-Esas palabras, que has pronunciado tantas veces a los oídos de los grandes de este mundo y que te han dado fama de sabio prudente y verdadero.

- Ah... si hijo... mio... ven acércate. Dijo el sabio con su mermado aliento.

El discípulo acercó la oreja a la boca del maestro y este suspiro un murmullo ininteligible.

El joven extrañado preguntó:

- ¿Qué decís maestro? ¡No os entiendo!

- ¡Claro nada dije!

- ¿Entonces?

- Mira, a los poderosos del mundo, nada se les puede decir. Así que nada digo, pero he hecho correr la voz; que solo los inteligentes lo comprenden y ya ves el resultado. Mas de cuarenta años llevo diciendo nada. Y ellos por no aparentar estupidez convienen en que soy sabio y discreto. 

Mal pronunciados, sin impostación y acento, al tonto le parecen adagios de sabio y afortunados agüeros, hasta los carraspeos.

Y más recuedos



Aun no tenía claro como fue, su memoria le huía el momento. Vagamente recordaba que a partir de las violetas en el pedido, había surgido un tierno "jefita" como apelativo.

Era curioso jefa no, pero jefita tenía un algo de ternura que no podía desdeñar y tampoco reprimir.


Paqui suponía que debió ser un jueves, ella algunos jueves, se quitaba una horas de sueño y acudía a la peluquería. Debía ser por tanto un jueves en que ella salía de la pelu cuando al pasar frente a la estación de cercanías lo vio, era Luis.


- Hola


- Hola. Se saludaron, que haces por estos barrios, Luis se sonrojó un poco, y dijo dedico estos días a y buscando donde montar un restaurante. Esa afirmación, tenía para La Paqui un tono amargo, tal vez  una sombra paso por su mirada, de forma que Luis la percibió y en un hábil quiebro añadió.


-Bueno es para mi trabajo fin de curso. Ahora, aun tengo un año de trabajo de escuela y me exigen diseñar toda la mecánica de un negocio de restauración. Sería la misma memoria que debería presentar a un banco o a mis socios financieros. Eso aun son estudios, luego tengo otro en posgrado en el que me gustaría hacer prácticas al algún restaurante francés. Pero eso solo es un sueño.


¿Por qué no me acompaña?  Me gustaría contar con su opinión.


Paqui vacilaba, era un adiós encubierto, lejano en el tiempo, pero cierto. Era pedirle consejo de la forma alejarse de terminar su relación. Relación laboral hasta ese mismo momento. Aceptó el reto viajaron unos kilómetros comprimidos entre la marea humana. En algún momento hubo un roce casual de sus cuerpos, el tren ya se sabe...


Al final llegaron a uno de tantos pueblecitos costeros en que la economía tradicional había sido sustituido por el turismo. Ocio y servicios.


Visitaron el pequeño centro urbano, había que buscar un sitio accesible en automóvil, en un lugar no lejano de los proveedores. Lo suficiente amplio, para tener un comedor espacioso y una cocina digna y un espacio de servicios.


Paqui con buen criterio, le hizo ver lo difícil que era calcular las dimensiones correctas del establecimiento para que sus gastos e impuestos fuesen acorde con la capacidad de generar beneficio.  Poco a poco comenzaron a caminar juntos, a tener una conducta corporal que nunca se hubieran permitido tener en la city en la geografía cotidiana. Y aquí lejos próximamente lejos de ellos. Surgía el rozarse, el tomarse del brazo, el mirarse a los ojos sin pudor y con miedo.


Ella dijo:


-¿Porque te vas? Luis.


El bajó la vista y dijo balbuceando:


- ¡Porque te quiero!


Después la besó, Paqui se retiro asustada por un momento, para entregarse después con toda su pasión, en ese beso tan deseado por ella como prohibido.


Lo recordaba bien, hasta allí todo era claro, ese beso fue el principio el abandono y la entrega todo en uno. Una entrega a un mozalbete del que casi podía ser madre. Pero era así no había más remedio.


Durante muchos años le dio vueltas al recuerdo, era eso un recuerdo en la sombra, una psicoalgia como alguna vez se lo definió un terapeuta, pero eso fue después mucho tiempo después, o eso creía.

sábado, 18 de mayo de 2013

Recuerdos de La Paqui



Las nubes dejaban paso a un sol de fulgores estivales. Abajo  en el jardín las hierbas aun húmedas y aplastadas por la hierba vuelven, poco a poco a orientar sus tallos hacia el sol. Pero aquellas plantas, que como los pensamientos tristes, siempre están en la umbría... estas permanecen ahogadas en sus propios recuerdos.

La menta, el romero y el tomillo, esté ultimo en flor, competían en un combate de aromas por llamar su atención.

Hablando de recuerdos ya hace años que Manuel no está. Luis aun vive en su memoria, La Paqui se pregunta ¿me recordará él? y si es así ¿cómo?

Luis es un pensamiento triste, un placer ahogado en la memoria

¿Por qué y cuándo? Ella le abrió su puerta, le abrió su cuerpo.

Si, si... hubo un día, un día especial en que ella le había pedido Luis una lista de avituallamiento. Las cosas necesarias para el día a día de la cocina.  Él contestó con un luego... bueno creía recordar, que dijo: Lueguito se la dejo en el despacho jefa.

¡Oye! Yo soy La Paqui no la jefa.

Y él con la sonrisa dulce que siempre ponía contestó:

Bueno, será La Paqui, pero aquí y en mi, manda como la jefa... perdone no sé como tratarla me cuesta el tuteo...

Más tarde buscó la lista, venía manuscrita dentro de un sobre. Hablaba de pimentón de clavo  de canela. Decía, que quería probar el macis, en la ensalada de gambas. Y junto a ellas un bouquet  de violetas secas, aun fragante.

Cuando le dijo ¿oye y las violetas? Luis con visible azoramiento dijo:

Son para ti jefa...

viernes, 17 de mayo de 2013

El Retrato de Luis



Luis, resultó ser un fiera en la cocina, aparte de gusto tenía instinto, algo innato para la organización del trabajo.

El primero en notarlo fue Manuel, se sorprendió gratamente con sus dotes de organización, era capaz de mantener en la memoria tres comandas mientras preparaba otras tres más.

Los componentes de un palto entraban caían al fuego en el tiempo justo. Adelantaba aquellos que necesitaban un tiempo más largo y por si fuera poco controlaba mentalmente aquellas otras viandas que se hacían en el horno o al vapor. Y todo lo hacía con lo que parecía lentitud y parsimonia

Alguna vez, la Paqui, que era algo mas fogosa le desesperaba un poco la aparente lentitud. Solía preguntarle ¿cómo está el cogote de merluza con angulas? ¿Y el rape de la seis?

Luis sin inmutarse contestaba tres minutos para el cogote cinco para el rape... no hay problema.

Era casi matemático pasaba la sartén para emplatar el cogote cuando se oía en el pasaplatos la voz del camarero. ¡El cogote de la mesa cuatro! Y allí estaba divinamente presentado con su salsita y angulas. En el plato caliente y todo en su punto.

Pronto Manuel y Paqui comenzaron a sentirse a gusto y seguros con Luis. Tenía la facultad de no alterarse y sabía hacer coincidir su ritmo con el del comedor. Y aunque no fuera su cometido no abandonaba la cocina hasta que el ultimo cacharro estaba limpio en su sitio y en orden de revista.

Fue un día, no sé si por una huelga en el sector o porque motivo, que terminada la cocina aun quedaba por lavar la vajilla del comedor.  Paqui, fiel a su forma de ser,  se vistió el delantal  y comenzó maquinalmente la faena.  Luis sin mediar palabra se puso a ayudarla. Era un trabajo pesado algunos platos habían quedado en cestas de plástico y había que acercarlos al lavadero a mano, podían llegar a los veinte kilogramos cada una. Cuando la Paqui se agacho a por una de las cestas, Luis se adelantó, sus cuerpos se rozaron dado lo estrecho del sitio. Paqui ya erguida, pudo observar sus brazos lo recto de su espalda y las nalgas y muslos firmes y prietos. No supo si era el calor corporal de Luis, su olor o era ella la responsable de esa sensación agradable. Luis era lo que, Paqui y sus amigas llamaban un duro-tierno.

En fin, este Luis como la moneda del mismo nombre tenía esas dos caras, una para el trabajo y la resolución de problemas, el duro, otra para el trato humano ternura y dulzor.

Pero Paqui tardó bastante en darse cuenta en que era eso lo que tanto la inclinaba hacia el chico.