miércoles, 16 de octubre de 2013

El dinero una mercancía más.




Si hace unas horas, pintaba una sociedad inspirada en el programa de salud pública de USA con perfiles claramente catalanes. Obteniendo un cuadro Orwelliano, al estilo de 1984. O claramente conspirativo, como pretenden algunos neuróticos-sociales. Siempre dispuestos a creer que el estado nos usa como cobayas,  una paranoia relativamente común. La paranoia no confundir con la para-noia que sería la versión CIU del trastorno. Es el estado mental que suele culpar a otros de su desgracia, que siempre se ve perseguido por fuerzas muy superiores y que lo es porque él ha sido elegido para una alta misión...
Puedo jurar que estos síntomas de la conducta son típicos de un estado de demencia que bajo los parámetros de la psiquiatría actual, invitan al diagnostico PARANÓICO.
Sin embargo, no hay más que leer los diarios para encontrar en nuestros gobernantes rasgos de naturaleza paranoide.  Sin ánimo de señalar, el creer que todos le roban, que todos están pensado hacerle la pascua, o en que todos reciben Mas , sería una conducta típica de ese estado mental. Pero si me lees con atención habrás notado ciertas similitudes con hechos d ela vida real que para mí son cotidianos.  ¿Quiere decir que están locos? No solo que maifiestan conductas que en algún caso podrían llegar a patológicas.
Y me dirás pero que tiene eso que ver con el dinero... ¡Uf ! Los Freudianos te dirían que el dinero y el control de esfínteres está muy relacionado. Allá ellos.
Yo quiero llevarte a una consideración muy seria,  hoy el dinero cuando ya no tiene correspondencia con un valor intrínseco como cuando existía el patrón oro. Solo es un producto más en el mercado, un comodín tener dinero implica poder acceder a muchas cosas es el elemento de trueque básico. Y la sociedad al mismo tiempo que destruye el planeta crea riqueza. Tanta que hay veces que el valor y el precio experimentan en el mercado un cruel divorcio. Una cosa es lo pagado, otra el valor. Como decía Machado El necio confunde valor y precio.
En fin que es hora de ser como dice Mateo (10:16) astutos como serpientes e inocentes como las palomas.  O puede que hoy fuese más apropiado ser prudentes como cangrejos...
Vaya que raro queda eso de que cangrejos mejor lo dejamos en Búhos eso ser ASTUTOS COMO SIERPES Y PRUDENTES COMO BÚHOS.


La Nación Mas Perfecta



El Centro Médico Contacto bullía de inquietud. Era el día de la entrega de premios. Desde hacía dos semanas se sabía que alguno de los doctores de la institución había sido el afortunado ganador del premio del año.  Radio Macuto informaba insistentemente de que las cifras del centro de atención preventiva, CAP, eran las mejores de su historia.

El centro fruto de los esfuerzos del Gran Prócer, tenía dos divisiones fundamentales de asistencia sanitaria. El llamado CAIN Centro de acción inmediata, llamado coloquialmente bochinchin, y el SEMPRE Servicio de  Medicina Preventiva. -Medicina Prevaricadora- en el lenguaje de la alta política.

Todos recordaban la crisis política que produjo el nacimiento del Sempre. Casi le costó el puesto al señor presidente. Todo porque las rancias familias nacionalistas se oponían a una medicina plural y gratuita. Pero al final todo se había arreglado las grandes corporaciones del medicamento habían movido sus hilos en la sombra para llevar el agua a su molino, digo para favorecer la medicina integral. El programa del partido progresista PSOD leído también como pastillas sobre demanda había ganado. Todos los ciudadanos tenían derecho a las pastillas para mayor gloria de la nación y de la industria.

Eso era lo que cualquier ciudadano recordaba vagamente, en el CAIN todo eran nervios. Al final sobre las doce del mediodía todas las pantallas del sistema informático quedaron en blanco para segundos después emitir una dulce melodía que recordaba vagamente,  el himno nacional. En todos los despachos y aun en las pantallas públicas salía el mismo mensaje. Premios Cain de medicina de contacto. A continuación se vio la imagen de ella la agraciada doctora Colmenares con un nimbo de letras doradas que decía mejor facultativa generalista del ejercicio, MeFaGe. Luego más discretamente aparecieron los datos, número de pacientes asignados 6500. De ellos fidelizados como usuario fijos de medicación (Usfim) 2437 (antes llamados enfermos crónicos). De ellos 780 llevaban además un régimen alimentario tutelado RAT. Y unos totales en RAT 4200 ciudadanos, lo que equivalía a un 64% de los pacientes de la doctora. El director de la consejería del medicamento que había sido anteriormente CEO o Consejero delegado de una multinacional de polifarma, estaba muy contento. Era de la opinión que los RAT permitían a los grupos polifarma hacer frente a las multinacionales de alimentación. Así ningún fabricante de leches agrias, pongamos por caso, podía hacer campañas de prescripción de producto si este no se hallaba dentro de las listas del RAT. Era el poder puro, la capacidad de imponer a la población una costumbre alimentaria que vetaba los productos por su origen, ya se había acabado con las multinacionales de tabaco sustituyendo la inhalación del humo de hojas por vapores TOXOCO (vapores de toxicidad controlada) que revertían a las empresas de polifarma una buena parte del mercado del tabaco. Ahora aspiraban a apropiarse de un 23% de la facturación de la industria alimentaria. El juramento de Esculapio había sustituido al más deontológico del juramento hipocrático. Pero a nadie parecía importar mucho. Eran una nación y desde su independencia y aun antes los avances en demagogia habían hecho maravillas por la sociedad dominada. La doctora Colmenares recibió la cruz de Esculapio con distintivo azul, que le sería impuesta por el Conselleiro Máximo en la próxima fiesta nacional

Minutos después un mensaje del Capitoste Regional invitaba a todo el personal facultativo y de servicios a seguir el camino marcado por la Doctora Colmenares para mayor gloria de la nació.        

lunes, 14 de octubre de 2013

La revolución de Octubre


La revolución de octubre había llegado. Miguel vio como el paseo era invadido por las turbas. Imaginó por un momento que todas las hojas de los plátanos de la avenida eran octavillas con proclamas. Subían impulsadas por las gargantas que gritaban libertad. Los restos de papel le parecieron aquellos archivos de la policía secreta que los remolinos humanos habían hecho vorágine y humo.
Tumulto torbellino de ideas. Hermanos. Camaradas. Tovarishch.  Ha llegado el día del pueblo. El día de nuestro gobierno, expropiemos los medios de producción, la tierra la fábrica, son del trabajador...

Sonaban las soflamas en sus oídos y creía ver en las hogueras que tenía delante la ceniza de la corona y el imperio. Sonaba La Internacional, el Himno de Riego, La Marsellesa. Todo en todas las lenguas; en gargantas de todas las razas.

Miguel se acercó al la hoguera, tarareaba el himno de Riego. Con cuidado echó el contenido de su esportilla en el fuego. El humo acre de la hojarasca húmeda le hizo toser y llorar. Se limpió con la bocamanga, también los lloros de nostalgia. Hacía casi cincuenta años también era martes cuando él y sus camaradas habían asaltado ese palacio de invierno.

Miró la hilera de tilos, aun quedaban hojas, dos semanas más pensó quemando  la hojarasca caduca, como la revolución como él como su vida...     

domingo, 13 de octubre de 2013

La vergüenza




Iba como suelo ir, con la cabeza en las nubes y el paso  a trote cochinero, o pasitrote. Esa forma tonta acelerada y tonta que tenemos de andar los urbanitas. Bueno no todos, recuerdo que mi vecino Josep Anton tiene el andar majestuoso del poeta. Pero eso solo son excepciones que confirman la regla.
Me dirigía a Mercadona, a comprar algo para el finde, por ejemplo unas almejas corrientes para un arroz meloso. Pensaba modificar una receta de Samantha Vallejo-Nagera. Se traba  de hacer un arroz, luego batir un poco del fumet con unas claras de huevo hasta alcanzar el punto de nieve. Es decir un soufflé con caldo corto de almejas y pescado... dejarlo caer sobre el arroz ya casi hecho, para darle un golpe de gratín antes de ponerlo en la mesa.
Delicioso, andaba yo con la mente en el quinto cielo o el sexto, ahora ignoro cual es el que corresponde a los gastrónomos. Y plás, al girar en la puerta me llevé por delante una cajita de cartón que había en el suelo. ¡Leche estos barceloneses cada día más puercos pensé... Entonces, la mujer me miró azorada, la vi a ella en el paso estrecho frente a un magro carrito de compra y un cartel que decía: Tengo Hambre Quiero Trabajo.

Nos miramos los dos embargados de vergüenza, ella por pedir, yo sentí que pisoteaba su necesidad su pobreza. Con cuidado repuse la cajita en su sitio, estaba vacía, no supe decir más, luego dentro en la tienda, rodeado de tentaciones y lujurias no podía quitarme de la cabeza la cara de aquella mujer. Terminé pronto la compra, pensé en salir y como he hecho otras veces dedicarle unos minutos, tal vez tomar un café un bocadillo ayudarla en lo que pudiese y sobre todo escucharla.
Cuando salí ya no estaba, me fui a casa al paso, un paso casi fúnebre terrible. Y es que hay veces que atropellamos a los demás sin proponérnoslo.
El arroz con almejas soberbio, con un punto amargo, eso si en el recuerdo.    

sábado, 12 de octubre de 2013

Explosivo Plástico



La cajera del banco, era una maciza que debería andar por la mitad de la treintena. Vestía aquel día un traje de una pieza ceñido de color gris. Un dibujo estampado recordaba vagamente la piel de una serpiente.

En un momento se levantó a buscar algo a la impresora que estaba situada unos metros más atrás. No, no, lo recuerdo bien, fue a por un sobre con una tarjeta de crédito para la persona que atendía.  Yo estaba en la cola paralela a su puesto.  Iba a decir ventanilla, como si aun quedaran bancos con ventanilla. La banca es el negocio que más ha cambiado a pesar de su inmovilismo. Lo que ha evolucionado desde aquellos cambistas con kipá que  se sentaban en nuestras calles comerciales. Una banca de madera y una mesa era todo lo que necesitaban para ejercer su oficio.  Oficio, ¿ofidio? no se algo de lo segundo y mucho de lo primero.

En estas cosas andaba mi mente, cuando el taconeo de la empleada me anunció su regreso. Sus caderas tenían un suave bamboleo y embutidas en el ceñido traje me recordaron el amenazador baile de una cobra. Se acercó al mostrador y lanzó su mortal ataque. Desprendió parte del sobre, lo puso ante su víctima y dijo firme aquí es el recibí de la tarjeta, y aquí es el que ha recibido la calve de uso. Y por último aquí es la confirmación de que había solicitado usted es medio de pago, si aquel que ya firmó por triplicado recuerda...

La victima, una mujer algo mayor que ella, en seguida sintió los efectos del veneno, quedó paralizada y por supuesto a merced de la entidad ese es el juego.

Yo pedí disponer de mi dinero billetes del BCE, nada de plásticos. El dinero es la tarjeta de crédito del hombre pobre. Y yo soy, mentalmente al menos pobre. Y además muy cauto nunca llevo explosivo plástico en la cartera. Con esas cosas uno no sabe, cuando o que puede actuar de cebo.