miércoles, 30 de diciembre de 2015

Steve Jobs y Don Nicanor


Para reflexionar.
Ayer vi por TV una ficción biográfica de la vida de Steve Jobs. Digo ficción, porque según me cuentan hoy, no todos los logros que se le atribuyen son propios. En realidad en algunos casos se limitó a unir ideas de otras compañías.
Y subrayo compañías, porque sus logros que se presentan como personales no lo eran tanto.
Yo que siempre he sido “un zurdo de derechas” sigo analizando la sociedad que produce fenómenos como Jobs, y su contexto.
Mis amigos de Podemos o los de -la cosa en común- por no hablar de los del CUP procuran dar una imagen de anti, sistema, capital, iglesia, estado, y se equivocan. Porque ser anti requiere crear una sociedad de la nada o lo que sería peor romper la sociedad -por quebrarle el esqueleto y los tendones-.

Yo no estoy de acuerdo con la sociedad Capitalista, Pero tampoco lo estoy con una sociedad empresarial, porque hay veces, pocas, en que empresa no es capital financiero.

Mi amigo el zurdo zurdo, pide que me explique y lo hago:
Una sociedad con predominancia capitalista sería aquella en que la felicidad de un ciudadano y su autosatisfacción es llevar en la muñeca un reloj de 18.000 € o más.
Lo explico un reloj suizo ensamblado a mano, o un turismo de idéntica factura.
Porque lo que representa es la cantidad de sumisos que han colaborado en el nacimiento de esa pieza y que bien mirado no es otra cosa que un reloj y un turismo.
Algo de lo que se puede encontrar equivalencia, por mucho menos dinero. Pero eso si uno no puede ufanarse de llevar en la muñeca un Rolex o conducir un... y haber pagado diez veces más por él de lo que es razonable.
De allí la irracionalidad de la escudería de Pujol Jr. porque lo único que dice es la cantidad de siervos que ha empleado para disfrutar de esto.
Eso es el capital, y si es malo, los productos de Jobs no están tan lejos, porque en la sociedad industrial y tecnológica, el mismo ciudadano feliz es que que lleva en el bolsillo un móvil siseñor/mandeusted; que también se caracteriza por haber pagado por ello, diez veces más de lo razonable. Y lo que es peor, si el reloj o el coche modifican las pautas conductuales del propietario. Terminando este por ser el siervo del gadget. Voy a... no llevo el coche o el reloj caro.

Es más terrible la sumisión que impone el juguete de Steve Jobs, que obliga al propietario a mantenerse unido a determinadas redes sociales, a jugar a juegos y depender de una recarga de batería para ser alguien.
Si el premio del capital es un reloj de oro, algo con lo que se pagaban las bodas de oro en la empresa, como regalo al ego. El juguete tecno es una prótesis de un hombre preso, herramienta y jaula al mismo tiempo.
 
Y ahora amigo zurdo zurdo, para ilusionar a la sociedad debéis inventar vuestro gadget. Aunque solo sea un Don Nicanor tocando el tambor. Y en hablando de nicanores yo me quedo con los de El Boñar eso son nicanores y que viva León.

jueves, 24 de diciembre de 2015

La tercera noche y la última...



Solo somos cuatro viajeros en la parada del autobús. Excepto uno, todos mayores, y aun este debe pasar la cincuentena.
Se reconocen; me parece que se reconocen con gestos discretos.
Llega el autobús y subimos, dentro hay un par de jóvenes que parecen regresar a casa después del trabajo, llevan el buzo puesto con un nombre serigrafíado en la espalda. Ellos bajan dos paradas más tarde y sube en su lugar el que parece ser un miembro de la cofradía, no se que tiene en común con el resto, conmigo, pero hay algo que lo hace socio parroquia.

Nos mira a todos de hito en hito, cruza la mirada con el hombre calvo que se siente frente a mi y dice:

¡Buenas Fiestas y salud!



Al que está enfrente, el saludo le sienta como una cornada y contesta:

Una mierda salud, una jodida mierda. ¿Para que quiero salud para gozar mi miseria?

Es un gesto hostil y sin embargo nadie reacciona.

El recién llegado, a pesar de la mala acogida de sus palabras saluda a a cada uno.

Luego comenta algo que no entiendo, me mira y pregunta:

¿Donde vas a pasar la nochebuena? Yo en el hotel Alfa, y tu no muy lejos.

Más tarde mientras me entregaban el juego de sábanas, me enteré de la historia, el que permanecía sentado frente a mi en el bus, era Ricardo, un día fue un bien-estante, profesional, pequeño empresario. En pocos meses, la crisis se cebó en su negocio, perdió a su mujer, en brazos de un cáncer galopante, y como las desgracias nunca llegan solas, por un aval dado a su hijo perdió vivienda y negocio.

Sabes, me contaba mi confidente, aún no se ha hecho a la idea, el resto valoramos la salud como el ultimo reducto del bienestar, pero el piensa, que la salud solo es conciencia para percibir las desgracias...

Pero hay que bregar con la vida, vida que como en el Alquimista de Borges termina así:
           Y mientras cree tocar enardecido 
          el oro aquel que matará la Muerte,
Dios, que sabe de alquimia, lo convierte
en polvo, en nadie, en nada y en olvido.

Pero ya se le pesará... ya le pasará, esto me decía Luis un “amigo del hotel Alfa” así llamamos a la residencia que los servicios sociales del ayuntamiento tienen abierta para nosotros, los sin-techo.

¡Feliz Noche!

Noche buena 2º




Es la noche también; la buena, y un convoy jadea en la llanura, el humo queda atrás y el tren rompe la noche y su silencio. Mas en la distancia, solo parece un cometa lento con su larga cola de humo azul negro.
También es noche de paz, allá en le fondo de un vagón de tercera. Alguien canta, un noche de paz desgarrado; un clochard, dos fulanas, el revisor y un guardia.
Los imagino con disfraz de pastores y camino de Belén, ¿qué podrán llevar? Al hijo del hombre que está en el portal.
¿Qué le llevas tu María Ramoneta? Que vendes tu cuerpo por algo de pan y tu Magdalena que vendes tu carne para comprar paz.
Y un clochard discreto, que de su cantimplora trasiega balarrasa, cazalla aguardiente y tal vez café, ¿qué podrá llevar?

Y dos funcionarios un un interventor, el poli de trenes y un trashumante como yo; que paz ni sosiego al niño pequeño le podemos dar.
La máquina ulula, y el humo es un velo, y la larga cola de un traje nupcial. Dos putas un guardia, un hampón malevo, un sin casi sin casa y un revisor seguro venal.
Allá en sus inicios, barragana o tal vez manceba, del rico del pueblo, va la Magdalena buscando un portal.
Portal, un quicio, un ventano de casa robada, en que se penetra se sale se entra se entra y se sale sin mirar atrás.
Noche de paz noche de amor claro sol brilla ya... y los vagones candonguean la vía con un balanceo, como en la vida, la locomotora su velocidad

lunes, 21 de diciembre de 2015

Noches Buenas 1ª


Es una noche fría, el aire gatea por las rocas del acantilado y trae en su viaje espumas de marea.
Es una noche de guardia serena, el fusil y el perro, no hay caseta. No hace falta. Allá en el cielo pasa un cometa, tal vez solo chatarra; restos de un ingenio humano, que regresa.

Vuelve vuela, arde el aire torna a la tierra.
Y es nochebuena pero aquí no hay luces, ni abetos, ni gaitas, ni panderos por no haber no hay pastores y tampoco borregos.

Es una guardia más, un hombre, un fusil ochenta balas y un perro. Paz en la tierra que inconveniencia.

Treinta cuarenta años después, hay otra guardia, no hay perro ni fusil ni espumas de marea. Hay garita búnker pantallas y aparatos... ojos del más allá en la estratosfera. La tierra es una jaula y sobre ella una red que ausculta las ideas.

sábado, 12 de diciembre de 2015

El Laberinto Ariadna y lo que aprendí...


En la puerta del laberinto, Ariadna me había dado una moneda. Parecía un dracma, en su cara figuraba el mochuelo de Atenea, en su cruz solo una letra Π, pi es la razón de la circunferencia y su diámetro, en realidad un decimal eterno. Nunca recordé mas allá del 3,14 16. Pero mi calculadora de bolsillo aplicaba un número con treinta decimales y podrían ser más muchos mas hasta el infinito y uno mas allá.
La clave de la sabiduría es pi. La sabiduría era la cara del mochuelo de Atenea, su clave la razón la que se obtiene al dividir un círculo por su cuerda mayor, cualquier círculo por su mayor cuerda.
3,1415926535897932384626433832795

Esa era la clave del laberinto, tomar siempre la entrada a la derecha 1 4 1 5 9... tenía que ser a la derecha porque el laberinto es una fracción en un todo. Si hubiese contado a la izquierda es evidente que contaría laberintos pero no callejones.
Tomé una antorcha, la encendí, y penetré con ella iluminando el pasadizo, en el suelo quedaron los fósforos que usé para prenderla, y me perdí por el lúgubre camino seguro de mi serie 1 4 1 5 9 2 pi simplemente pi.
Durante unos segundos creí haber alcanzado el centro, pero no seguro que era una ilusión. Seguí vagando por el inframundo, en algún sitio me sorprendió el olor de la fiera, orina y heces de toro. Pero al minotauro no lo vi.

La antorcha se acababa su llama chamuscaba mis dedos, eso no representaba ningún problema tenía otra pero era la que me garantizaba el salir. Conté hasta nueve el último hueco que marcaba mi serie, y cuando tenía que decidirme si encender la segunda antorcha para regresar o si me aventuraba más allá, un chisporroteo del la corta tea me quemó los dedos y la dejé caer.
Se apagó en el suelo paro antes de apagarse, aun pude ver una caja de cerillas junto a ella; allí en el suelo, la caja de cerillas que emplee para hacerla arder. Se hizo la tiniebla mas espesa pero allí un poco a la derecha vi un claror incierto.
Esa era la entrada. Sentada en una roca, Ariadna dibujaba en la tierra, esta fórmula:
xn + yn Zn
Algo parecido a la conjetura de Fermat siempre que n sea mayor que dos. Lo que en términos vulgares significa que si la suma de de las áreas de dos cuadrados construidos sobre los lados menores de un triángulo rectángulo son igual al área del cuadrado mayor las capacidades de los cubos construidos de parecido modo no cumplen esa condición.

Ariadna trazaba el plano de una ciudadela y sus aljibes para su munición...