lunes, 20 de marzo de 2017

Dios tiene alzheimer


Vaya por delante que dios es una creación de la mente humana.
Él, ha sido durante siglos, la explicación sencilla de aquello que el hombre no entendía, el trueno, el rayo y el huracán eran dios, y dios moraba en el.
Conforme la mente del hombre avanza en el conocimiento la frontera de dios se retira, en cierto modo dios es una invención de la soberbia humana. Lo se todo, y lo se todo de dios. Ese era el sueño del teólogo escolástico. Y dios era el poder la sabiduría.
Las teocracias gobiernan por delegación de dios, en las monedas los reyes reinan gracias a y hay alguna orden religiosa esgrimió un lema tal -como a mayor gloria de dios-.

Al final dios terminó por ser una propiedad intelectual se sus creadores. Nadie podía añadir o quitar a dios sin su permiso. Y dios o sus santos, los de los teólogos quiero decir, ponían y quitaban daban riqueza y salud enfermedad y pobreza...

Pero llegó la ilustración gente culta y reflexiva que no se había educado bajo el manto de la iglesia, o que si lo había hecho y se le había ocurrido asomarse por una ventada de la mente que estaba prohibida.

Hoy.
Dios tiene una enfermedad senil, una amnesia retrógrada, recuerda muy bien como se las ingenió para crear el mundo. Aquello que escribió un día en código genético, A, G, C, T, G, C, T, A...
Es un hipertexto, pulsar un gen, cortar y pegar, re-ordenar y volver a cortar y pegar.
Luego; el texto, la vida, se reescribe sola. Es un ordenador monumental que hace copias de copias. Y cada copia difiere un poco de la anterior, aunque solo sea la fecha de creación y la posición GPS.
Dios recuerda, que diseño formulas aleatorias con n grados de libertad. Pero ahora ya no sabe bien quien es. Lo veo en el jardín del Edén el geriátrico que hay junto a mi casa.

G, C, U... G... A...A...A... G, A G... G... G Tal vez le gustaba mas cuando hablaba con el hombre de tu a tu, cuando luchaba con su ex-milite Lucifer por el alma de un hombre. Pero eso se acabó, hay tantos hombres tantos millones de combinaciones que... hay en el cielo justos que obraron como pecadores y pecadores con acciones de justo. ¿Pero el cielo? ¿El infierno? Eso solo es obra de los teólogos él nunca pensó en un premio o castigo final. El premio el incentivo está en la acción, y se percibe o no, según es ella.
Sigue dios sentado bajo el tilo de hoja caduca, T, G, C, la enfermera cree que es un ictus perdió el habla y solo balbucea. Hoy me ha mirado y se que me recuerda, pero quizá no sabe de que o cuando, tal vez le soy Adán Jacób Aarón o algún profeta.

Él recita mi código de memoria, Adenina Guanina Timina... pero ya no sabe que soy o de que valgo, y hay veces que duda si soy camaleón o monosabio. Pasea el Edén que hoy es umbría, del brazo de un -pobre voluntario- frailuco de los de misa y olla que pone todo su ser en su servicio. Loado sea dios que dan las horas:
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el señor hermano sol, el cual es día, y por el cual nos alumbras.
Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor y enfermedad soportan.
Y al oírlo, se le ha venido a dios en el recuerdo, y lo ha llamado. Francisco Francisco tu eres el de Asís, tu canto hermano sol que hermoso panteísmo puse en tu seso. Por un momento un cruce de miradas, un claro entendimiento. Tu amnesia señor es calculada, ha dicho el fraile y dios con dulzura sobre sus labios ha puesto el dedo. Shhh silencio, dios tiene alzheimer, y no recuerda del hombre sus yerros.
A, G, C, T, G, A, G, T, G, A, G...

lunes, 6 de marzo de 2017

El Sabio Meditador.



Cuentan; que hubo un sabio, que se creó para si un eremitorio, para dedicarse en el a la meditación profunda.

Había días, que se sentía como aquel moscardón que describe Pessoa.

En mi camino hacia la luz me golpeaba una y otra vez, y otra con un cristal transparente. Con una realidad que permanecía oculta a mi razón a mis sentidos.

Otras veces en cambio, su vagar le recordaba más el robot de aquél cuento de Asimov. Ya no recordaba bien la historia, pero puesto ante un dilema que afectaba su existencia, el androide no hacia otra cosa que orbitar y orbitar en torno al problema. La curva, más o menos cerrada y plana, era la resultante de una pulsión que le exigía la retirada -probablemente basada en un instinto atávico- y la de conservación. La atracción impregnada de tanatofilia, que le impulsaba a pertenecer a ella, a ser pasto de la anulación, y el deseo de huir.

Cuando en la tranquilidad de su alcoba pensaba en estas representaciones, se identificaba mejor con el moscardón y el cristal. Llegaba a pensar que era una realidad mágica, maléfica, aquella que solidificaba el aire en su camino.
Él chocaba una y otra vez contra un vidrio que deberían haber construido a prueba de bala.
Vidrio que alguien el destino, o el hado interponía siempre en su camino.

Se sentía lanzado en un picado suicida hacia su meta, y de pronto sin saber como se escuchaba dentro de su cabeza el sordo golpe contra aquel baluarte; que las convenciones, su clase social, o simplemente en azar, ponían una y otra vez en su destino.

La otra opción le traía evocaciones de fatiga, no era él era su órbita, un día pensaba, dejaré de rechazar mi subconsciente. Perderé el repelús que la gnosis me produce y mi mente caerá libremente en el seno del saber.
Pero enseguida la asaltaba la duda, ¿y si un día? El saber, ese dios achacoso y anciano, el cual se suponía habitaba en el centro desaparecía.
¡Ah! Entonces, entonces sería proyectado con toda la fuerza hacia las remotas y oscuras zonas de la ignorancia.
¡Qué horror salir cómo piedra de una honda! Cómo el martillo de un lanzador olímpico, centrífugo sin destino conocido, destinado a estamparse en la nada oscura del más allá.
Así pasó sus últimos años. Muerto en el dilema lo encontró el diablo. El maligno orilló su cadáver, abrió la puerta para ventilar la sala, se dirigió al lo que el meditador consideraba ventana, lo descolgó de la pared, y le dio la vuelta. La ventana en las que tantas veces se había estrellado el meditador era solo un espejo.
La luz, la iluminación perseguida con denuedo hasta la muerte, era solo el reflejo en un espejo. Entre la luz y él; entre la sabiduría y  él, nunca se interpuso nada.


viernes, 24 de febrero de 2017

El Invidente


Hace ya años, cuando uno gastaba sus noches en bohemia y turbación, tuve un amigo ciego. Era alegre y algo parrandero, un ser que parecía estar forjado sobre su minusvalía.
De él, me separó una dama, o mejor dicho dos. Leucemia y parca.
Solíamos cenar en un cafetín, que como tantos otros había nacido a la sombra del desarrollismo de los 60/70.
En aquella época el tejido social de Barcelona... pero evocando, me alejo de lo que quiero contar.
Era natural de una comarca gironesa muy renombrada, por pero otra vez me alejo del camino.
¡Lo que tiene ser viejo! No se puede recordar nada que no evoque al mismo tiempo, en sincronía la realidad percibida entonces.
Pero hablo de cosas; que para cualquier lector con algunos años, son tan conocidas, que no vale la pena seguir.
Volviendo al asunto. Un día cené en la misma mesa que aquel invidente, y poco a poco se consolidó una buena amistad.
Tal vez fue Mariano, cocinero camarero y dueño del bar, quien me pidió que le acompañase hasta su casa. Él, el ciego nunca me pidió nada; estaba muy orgulloso de su independencia, vivía solo en la gran Barcelona. Trabajaba en una imprenta braille, su disminución no le impedía llevar una vida normal.
Cuando salíamos del restaurante, le tomé por el brazo para ayudarlo, días después era el el que se cogía de mi, y poco más tarde, hacíamos el trayecto de poco más de dos manzanas hasta su casa tomándome él por el hombro.
La forma de ir del brazo primero, y luego ligeramente cogidos por el hombro se correspondía con un grado de confianza que aumentaba día a día.
La confianza llegó a un punto en que él al acercarse y poner su mano sobre mi hombro me dijo:
Estas preocupado ¿Qué te pasa? Y yo no tuve inconveniente el decirle que si que así era. Pasé a preguntarle que como lo sabía.
Noto, me dijo, mayor tensión en los músculos de tu cuello y espalda.

¡Vaya! Resulta que tenía de mi una imagen de mi tono muscular, equivalente a la que yo podía tener de un rostro. Que distinguía la tensión, la preocupación, de la misma manera que yo vidente, lo hacía viendo la cara de una persona. Y que solo cuando tuvo confianza se atrevió a decírmelo. Igual que podía haber hecho yo si hubiese notado mala cara en algún conocido.
Comprendí, como era importante cruzar las calles por la esquina mas lejana al cruce, allí donde un automovilista se suponía que veía el paso de peatones desde los cien metros de una manzana del ensanche. El conductor ve a los peatones, y peatón, aunque ciego, los oye aproximarse en linea recta. Era más fácil así que el hecho que lo sorprendiera un nuvolari que acababa de hacer un giro de noventa grados.
Aprendí, los relieves significativos del pavimento del barrio, el estanco, su casa o el colmado disponían de estos ínfimos relieves capaces de dirigirlo a él directamente a la puerta sin la menor vacilación.
Sabía, con solo oír el eco de nuestras voces, si el camarín del ascensor de su casa, se hallaba en la planta baja o por el contrario había quedado en uno de los pisos superiores.
En aquel tiempo aprendí muchas de sus argucias para sobrevivir.
Yo intentaba ponerme en su piel y percibir su mundo. Alguna vez me proponía cierra los ojos y te guio yo. Y si cerrando los ojos me dejaba llevar de su mano o de el rítmico tac tac de su bastón golpeando el suelo.
Aprendí a intentar ponerme en la piel del otro. Entrenar la posibilidad de sentirse como otro. Desarrollar una habilidad que permita viajar un rato con los zapatos de otro.
Mas tarde, ejerciendo de consultor, o de psicólogo, -mas estudiante que terapeuta-. Aprendí a dedicar un tiempo a jugar al ciego, a intentar ponerme en la piel del otro, a pedir a un tercero; que después de oír la explicación dada por un compañero intentase hacer suyos sus puntos de vista. Podría un jefe de ventas sentir como sentía el jefe de producción. ¿Se podía defender el rol de otro en un grupo? ¿Y lo que es más importante podía hacerse de forma creíble?
¿Puedo, por un momento? Hacer míos los razonamientos de mi pareja, de mis hijos o de sus parejas...
¡Si es posible! Y también es posible verse como ciego, desasistido discapacitado en el mundo de otros en el territorio de otros. Es muy muy difícil caminar con los zapatos de otro, pero aun lo es mucho más transitar el territorio de otro. Yo tuve un buen maestro pero lamentablemente, muchas veces solo hago uso profesional de aquellas enseñanzas que aprendí ya hace muchos años de la mano de un ciego.

sábado, 31 de diciembre de 2016

Bollo de navidad Villarluengo

De mis bisabuelos se poco, el nombre, su lugar de nacimiento la profesión u oficio y poco mas.
Tuve una abuela natural de Valderrobres capital de la comarca del Matarraña, mi bisabuela era del mismo sitio pero el bisabuelo, había nacido algo más al sur en Villarluengo en el Maestrazgo turolense.
Mi abuela Pilar, fue una mujer de época, quiero decir que letras las justas, números pocos, lo que se usaba en unos tiempos en que si debemos hacer caso a las estadísticas el 80 % de la población femenina era analfabeta. Pero la mujer tenía que dominar todas las artes domésticas, cocina, costura, cuidado de los animales, médico y pediatra..
De mi abuela recuperé hace unos años y por regalo de mi prima Isabel un recetario de cocina en el que las cantidades se resuelven por puro empirismo, porque a fin de cuentas estamos hablando de usos culinarios anteriores al sistema métrico decimal.
De el pueblo de mi bisabuelo Villarluengo, hay una receta del bollo de navidad, he contrastado la receta en la Web del ayuntamiento y he encontrado que la elaboración de hoy es más rica que la que se usaba en mi casa.
La receta, rústica como pocas, es así. Tomamos masa de pan, toma ojo de buen cubero, y le añadimos aceite mientras lo admita. La experiencia me dice que una masa actual toma muy bien la tercera parte de su peso en aceite. Una vez terminada la operación de segundo o tercer amasado, se extiende la masa en un molde bandeja de horno y se cubre de nueces, se hornea, una vez que nuestro buen ojo nos dice que ya está hecha. La sacamos del horno echando sobre ella miel que habremos tenido en la boca del horno para que alcance su fluidez máxima (hoy usaremos un microondas). Al contacto con la masa y la bandeja calientes la miel hierve, empapa poco a poco el bollo. Que una vez frio dejaremos un par de días en la fresquera y eso es todo.

Un receta de bollo rústico, que en mi casa se debe remontar a 1850. Buen provecho.


Apéndice.

Pensando y recordando, mi abuela me contó, que su padre había veces llevaba un pobre a comer a casa. Una vez, Joaquín C. -esa es la J. Que aparece en mi nombre- la de mi bisabuelo.
Decía que, una navidad fue a buscar a su padre es decir mi tatarabuel
o, para traerlo a comer a casa por navidad. En aquellos tiempos fríos y caminos de herradura un par de jornadas. El Tatarabuelo había sido molinero, y hornero que no quiere decir que tuviese un molino, sino que trabajaba en el.

Era normal que molineros y horneros, fueran gente con pocos recursos con poca o ninguna tierra, y cobraban su trabajo en harina o masa. Tal vez eso explique lo rustico de la receta. No es un bollo de casa rica, al que se añaden en la harina huevos y nueces; como dice la receta que hoy se conserva en Villarluengo. El origen es una puella, nombre que se daba en Aragón a una ofrenda en masa de pan que se hacía como pago o como voto.
Esa masa, pago o salario, es la que al parecer enriquecían con aceite nueces y miel.

Áspera tierra del Maestrazgo turolense, tacaña en el fruto. Propiedades, si las había, de minifundio mezquino y miserable. Y a pesar de ello, almas ricas, desprendidas y gastronomías, que tienen tesoros como este, o un buen aceite, el jamón, hucha del pobre, y en el fondo del zurrón de los pastores un queso de Tronchón, del que ya se enorgullecía Francisco de Goya.
Pilar y Montesanto in memoriam.

martes, 27 de diciembre de 2016

De libros y Pastores.


He viajado como prescribe el médico panadero. Pio Baroja era así: el nacionalismo se cura viajando, el carlismo leyendo.
Si, Rubén Darío dijo de él que era escritor de mucha miga, por la panadería, Pio Contesto sobre Rubén que -era escritor de mucha pluma, se nota que es indio-.
La que tal vez sea  el mejor ejercicio de médico que hizo en su vida. Mantenerse fiel a juramento hipocrático. Porque era evidente que Rubén era alcohólico.
Pero dejemos atrás pelillos y picaduras. Me ha sorprendido que en el Hotel que visité hayan puesto un servicio de libros libres. Te los dejan en la habitación, si quieres los lees si no no. Si quieres llevarte uno o cambiarlo por otro tuyo puedes hacerlo.
Yo creo que me llevé el que había dejado la anciana inglesa con la que me crucé en la puerta, el que tenía manchas de te y violetas secas como punto de lectura...
Aunque; quien sabe, a lo peor era de la rubia ninfómana que me visitó en sueños.
Porque una habitación de hotel es limpia aséptica, no hay huella del anterior huésped... y ahora tal vez, tal vez, me dejen un imagen borrosa... un pensamiento entre las hojas de un libro viejo...

Paseaba yo ayer o como mucho anteayer por una cañada que llaman de los roncaleses. Y es que hay un camino de mesta que bajando del valle de Roncal cruza Navarra, y a la altura del municipio de Yesa cruzaba el río Aragón, por un puente del mismo nombre que la ruta, para terminar su trayecto en Las Bardenas Reales, cuartel de invierno de aquellos rebaños que están en el origen del queso de Roncal.
Fue puente de mesta y peregrinos jacobeos que un día vio como sus ojos peregrinaban también en las aguas del río.
Estaba imaginando yo las pastoriles estampas, cuando llamó mi atención un hombre al parecer pastor, que arreaba un hato de ovejas y cabras no mayor de la docena de reses. Nos saludamos con la cortesía y deferencia que se usa en el medio rural, o mejor dicho con la cortesía y deferencia que ya solo se usa en el campo.
Me informó sobre la vía pecuaria, sobre sus usos y costumbres sobre las jornadas 3, que lo separaban de los altos pastos roncaleses. Me comentó que ya los ganados no se mueven y si lo hacen viajan en camión, lamentaba el hombre la pérdida cultural que suponía para ellos los usos y costumbres las herramientas y aperos...
Confesó, que el se había hecho hombre en la posguerra civil, por aquellos andurriales, que su padre conocía bien tanto como pastor como batidor de las brigadas navarras en aquel conflicto, y que el amor a la tierra que le inculcaron le tenía preso aun a esas montañas.
Me habló de sus perros, y me mostró la mandarra o delantal de cuero que le ponían al buco, para que no malograra a las preñadas...
En fin historia de la que ya no se escribe y de la que no se cuenta. A poco y al paso llegamos a un cruce en el cual una curva cubierta de cañaverales ocultaba una nave prefabricada que era el aprisco de su rebañito. Lo despedí mientras arreaba su magro grupo al aprisco y continué el camino soñoliento de sueños de otros de recuerdos de ancestros. No habían pasado veinte minutos de nuestra despedida, cuando me saco de mi ensimismamiento el rugir de un motor y “ordía” que por detrás de mi montado en una nube de polvo como la del mejor rebaño acerté a ver un Ferrari Testarossa. Al llegar a mi altura se detuvo y contemplé con pasmo al pastor sentado al volante, me ofreció acercarme hasta el pueblo y yo picado de curiosidad acepté.

No me hizo falta preguntar, me contó que hacia ahora tres años les había tocado la lotería, que la ilusión de toda su vida era tener un Ferrari que había encontrado ese de segunda mano y no se pudo resistir. Seguía yo sin salir de mi asombro cuando al despedirme lo hizo con esta frase. Pues na que el que nace pastor, como dice mi cuñada es pastor hasta con Ferrari, que razón tiene dije yo. Evocando algún alto cargo de nuestra política que tampoco pasa de pastor por mas ministerios que monte. ¿ Y me pregunto yo? Eso será bueno o malo...