lunes, 10 de septiembre de 2012

Filósofos populares

El otro día hacía una semblanza de el ganso Casimiro, al que tengo clasificado como teólogo de corral. También hablaba de otros peregrinos personajes agrupados entorno a la escuela de filósofos de taberna.
Corresponde esta tipología con el antiguo clochard, hoy llamado sintecho, y con un error de bulto en el método de clasificación. El sintecho, es hoy, un fruto de la circunstancia, la crisis, del sistema educativo o en definitiva de la imprevisión incapacidad y egoísmo de los políticos. 
 
Pero los personajes a los que yo me refiero no, o no solamente. Ellos eran la conjunción de esas circunstancias adversas, hay o había, una cierta busca de ese estado marginal, de una cierta bohemia intelectual y decadente.

Pascual era uno de esos vestigios del viejo ideario. Se le suponía culto, había asistido a La Complutense en sus tiempos mozos. Se contaba de el que solía sentarse en los primeros bancos del aula y desde allí asentía o negaba las explicaciones del profesor.
Sabido es, que hay profesores, que tardan siglos en tener una opinión formada sobre un asunto. Muchas veces, esa opinión, forma parte de su tesis doctoral y una vez, que una y otra, les han permitido alcanzar el birrete y la muceta quedan incrustados en ella en la mas absoluta forma de inmovilismo.

Pues bien Pascual, se gozaba en aquello, que el llamaba cagarle la muceta al cátedro. El juego consistía en buscar las objeciones y refutaciones de las teorías del profesor. Sobre todo aquellas que habían supuesto sonoros tropezones académicos y exponerlas como duda, razonable o razonada, en el curso de las explicaciones que impartían.
Un día un profesor de psicología -cuando esta solo era una asignatura de filosofía-canónigo por mas señas, y defensor a ultranza del tomismo, le recriminó su forma poco humilde de acceder a la sabiduría y hasta su forma de vestir Sic -que presagiaba futuros y horrorosos desaliños-.

Al día siguiente, Pascual visitó el vestuario de un teatro, gracias a un amigo de confianza pudo disponer por una horas de un traje de mariscal de opereta. Con el vestido, se fue a alquilar un coche de caballos, se planto en las proximidades de la facultad y cuando vio la llegada del presbítero y profesor dio la orden al cochero de dejarle en la puerta ataviado de esa guisa. El preste, quedó momentáneamente boquiabierto, pensando que algún miembro de La Casa Real, acudía a su exordio de  "De Anima" la monumental obra de Aristótles (aunque en interpretación escolástica) auténtico infumable, con que el deán torturaba a sus alumnos año tras año.
La cara de pasmo del vicario, cuando reconoció a Pascual dicen que no tuvo igual en los anales de La Complutense. Pero cuando una vez en el aula se atrevió a preguntar el motivo de ese atrezo, la respuesta recibida lo dejó frío: Solo quería vestir de manera acorde con las ideas trasnochadas que usted expone.
La carrera de Pascual terminó allí mismo, El profesor duró unos años mas pero malas lenguas dicen que nunca se repuso del golpe.
Pascual frecuentó durante unos años el parque del Retiro. A modo de los griegos montó su academia, de esos tiempos peripatéticos le recuerdo. Os paso aquí alguno de sus pensamientos favoritos:

El Dinero es un invento de los bancos. En el principio de los tiempos había dos tipos de seres humanos los que sabían hacer algo, cazar construir chozas alfareros cuidar el ganado y los que no.
Estos últimos inventaron el dinero, que era una cosa sin valor pero que se podía cambiar por otras. Por ejemplo el oro que no valía para hacer armas ni herramientas, como el bronce y el hierro, y que además no requería conocimientos especiales de la incipiente metalurgia para fundirlo, el oro era escaso pero se encontraba nativo.

Como había poco hubo que cambiarlo por papel u otros metales. En definitiva el dinero es un invento de los bancos que se emplea para comprar el trabajo de otros.
Cuando una sociedad es muy laboriosa cada vez produce mas cosas que llama bienes y por tanto el banco tiene que hacer mas dinero para comprarlo.
Si tienes alguna duda te pongo un ejemplo, a un manzano le cuesta todos los años el mismo esfuerzo producir manzanas, una combinación de solo tierra y agua hábilmente dosificadas por el árbol. Pero si miras los precios de las manzanas durante los últimos 30 años verás que cada vez se paga mas por ellas. Como la manzana es invariable en costes solo cabe deducir que es el dinero lo que vale menos es decir que hay que dar mas dinero por la misma cantidad de manzanas.

Los ricos y los políticos son gentes que decidieron apropiarse de los medios de producción tierras ganados talleres... Y al final se apropiaron de la producción de dinero. Con ella manejan todo lo demás.

La propiedad
A lo primero que el hombre consideró un bien propio fue la mujer. Tener una buena hembra era el primer signo de riqueza. Luego se extendió la costumbre de engalanarlas, ponerles aretes en orejas brazos nariz y cuello. Tener una hembra bien carrozada con su correspondiente ajuar era la meta de los poderosos. La hembra además siempre tenía que tener apetito de joyas ye indumentarias exóticas plumas pieles piedras en fin cualquier cosa rara. No era de recibo adornarla con sacos de legumbres embutidos caseros ni nada que pudiera parecer tosco y vulgar.

Aún hoy hay sociedades en que la hembra se adquiere, se busca grasa turgente y redondeada, con buenos senos y caderas anchas, atributos que se supone indicaban fecundidad.
Pero este estado de ostentación y lujurioso lujo solo alcanzó su cenit cuando los banqueros inventaron para ella la tarjeta de crédito. Entonces la mujer fue perfecta.

Y a mi que me da que este Pascual era algo misógino ¿O no?
Darío


sábado, 8 de septiembre de 2012

Un romance otoñal.


Comenzado bajo la quiosco del parque, que hoy tiene aromas de huerto de convento, de retiro. Frías gotas de una lluvia mansa crepitan en las hojas secas. Basta cerrar los ojos, oler la tierra húmeda para ensoñarse lejos. Lejos de si y de la nada.
Creerse huertano en la almunia paterna, bañada de promesas de luz mediterránea.

Ella está impasible frente al aire frío, que en cortas rachas, juega con su fular y al que un breve hálito de borrasca, hace tremolar sobre la cara; roza la boca, como si pidiera silencio, como velando su boca del primer roce de un labio amigo.
Como un beso de la nada remoto, inexpresivo, vacío, sin gana.

Antonio piensa que es ella, tal como la soñó, como siempre la quiso y comienza a escribir en su mente un romance en tempo de adagio, melancólico y lento, como aquella obra propia, que Giazotto atribuyó a Albinoni. Recuerda cuantas horas en el conservatorio machacó sus dedos sobre el violín, buscando la perfección y ese baile discreto de las yemas de sus dedos sobre la tastiera. Evocando en el el violín un cuerpo de hembra, el cuerpo de ella.
 
Romance de otoño. Unos ojos que se buscan pero no se mantienen la mirada, unas manos que quieren abrazar y solo atrapan nada. Un volumen de cuerpos, las manos que esculpen los contornos en la nada y una voz queda susurrada...
La asistente -cómplice voluntaria- ha dejado sus sillas muy juntas con las ruedas casi rozando. Y bajo la manta, que cubre su piernas paradas, Antonio siente en el bajo vientre un fuego que le quema el alma.
El golpeteo del agua en las hojas vuelve. El rumor del aire peinando la hojarasca... Es tarde, tal vez demasiado. Antonio impulsa su silla por la pequeña rampa y vuelve a la casa. Carmen queda allí bella inerte, con la mirada fija, quizás enamorada esperando la mano que la lleve a casa que empuje su silla.
Mira sus ojos, ¿No ves un brillo nuevo? Una emoción lejana... di que si Carmen está también enamorada. 
Darío