Hoy tocaba chino. Uf que lata volver a los palillos. Fue mi
primera profesora de chino la que me enseño a usarlos.
Recuerdo con que paciencia me comía un bote de garbanzos con
palillos, uno a uno.
Así alcancé una soltura razonable, es bueno comprobar que
aun se mantiene esa destreza cuando se tiene que enfrentar a un plato de gelatinosas
setas.
El restaurante con nombre de peli de Meryl Streep y Robert
Redford dirigida por Pollack. Bueno la primera parte la otra es China. Pues es eso un restaurante chino, con una
buena carta de vinos y una cocina fusión. Porque el arroz Cantonés con ibérico
es eso cocina fusión.
La decoración es...
es... bueno china o todo lo china que cabe esperar en Barcelona. Ya se
sabe aparte de los Fu, o los Fa apellido que llegó aquí en una antigua migración. China
en Barcelona tiene una tradición de fingida tradición.
La salsa de ostras que al parecer es chino-californiana,
marida perfectamente con unas barquitas de cogollo, en realitat cabdell de Solsona, con
langostino y camarón.
Eso si, un camarón, que está entre la larva de mosca y el imago
de quisquilla. Algo absolutamente delicioso.
Buen servicio y precio razonable es uno de esos sitios donde
se puede disfrutar de China sin alejarse de San Gervasio.
Por lo demás, pocas ostias o mejor dicho ninguna. Ya nos
quedan muy pocas razones para ser la ostia, en realidad ninguna. La economía
navega, como obra de raiers en aguas bravas.
Y es que es esto sea en el conjunto nacional o en el del
principado, las disposiciones son eso almadías, unos troncos más o menos unidos
que se impulsan a golpe de percha.
O eso se deduce al oir a Andreu Mas-Colell y sus impuestos, este señor, que cumplirá 69 años el día 30 ha conseguido en pocos años demostrar que, la cosa nostra, nuestra economía es una nave sin timón sin patrón y sin rumbo. Creo que por eso es la hora de gastarse hasta el último chambergo en orientales delicias.
O eso se deduce al oir a Andreu Mas-Colell y sus impuestos, este señor, que cumplirá 69 años el día 30 ha conseguido en pocos años demostrar que, la cosa nostra, nuestra economía es una nave sin timón sin patrón y sin rumbo. Creo que por eso es la hora de gastarse hasta el último chambergo en orientales delicias.