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Mi
amigo tenía su despacho en la puerta de unos grandes almacenes. Su
despacho, puro eufemismo, constaba de una superficie de cartón,
cajas de embalaje, hábilmente imbricadas en una alfombra de 2,05
metros cuadrados. Allí tenía espacio suficiente para sentase
blandamente con la espalda reposada sobre el muro y un cachorro de
perro pastor a sus pies.
La
gente que pasaba, creyendo que pedía limosna dejaban caer con gesto
mecánico su óbolo. Él, decía, no pedir limosna, pero si alguna
moneda rodaba hasta sus dominios era fagocitada con rapidez. Su
teoría económica decía que el dinero desnudo era obsceno, y por
ello se le debía esconder con rapidez. Las monedas, cuando están
expuestas a la intemperie, tienen la propiedad de buscar a más
colegas de su especie, incluso cuando no fuesen de su raza.
Un
día, me dijo:
Te
enseñaré mi colección; no solo hay una gran representación de
moneda europea, también las tengo del Magreb, Las Antillas,
sudamericanas y hasta llegadas de más allá del ecuador y de la
espalda del meridiano cero.
Pero
el dinero es maléfico, decía, mientras separaba las monedas en
bolsitas de tela recia. El dinero es como las sustancias radiactivas,
alcanzada una cierta masa crítica, comienza una reacción en cadena
imparable.
Dinero
llama a dinero, dijo, y lo que es peor, dinero llama a ambición.
Entonces
todo lo que se tiene es poco. Solo hay otra cosa tan maligna como el
dinero, el poder, y este también desata la ambición humana.
La
ambición es una enfermedad genética, por causas desconocidas, hay
veces que se manifiesta de forma violenta. La principal consecuencia
es la pérdida de perspectiva y la deriva de la mente hacia falsos y
fatales silogismos.
Mira
me decía; mientras señalaba la portada del diario, aquí está
Pedro Sánchez exorcizando a Mariano Rajoy. Qué poco se acuerda
ahora este tío de como, Mariano hizo la vista gorda a las
irregularidades contables de ZP.
-¡Hombre
no podía! Dije yo. Si hubiese entrado a sangre y fuego contra los
fraudes del PSOE también debería haber limpiado las cuentas del PP
y de su sede. Y eso...
Eso,
eso es a lo que me refería, el poder y el dinero terminan por
auto-justificar las mayores barbaries.
Mira,
le dije riendo, en Cataluña van a aprobar una nueva LOGSE. Será
obligatorio saber la tabla del 3% a partir de los siete años.
Calló
unos segundos y me demostró que había percibido toda la mordacidad
de mi comentario. Claro la corrupción debe ser elevada al rango de
cultura, no ya de ley. El 3% es un derecho de pernada. Todo ciudadano
de bien debe reconocer ese derecho del poder o del poderoso.
Así
parece hemos creado una élite, para la que toda la comunidad
produce, les creamos puestos políticos y retiros de oro en las
empresas públicas o no. Y ningún partido renunciará a las
sinecuras y prebendas...
¡Pues
estamos listos!
Un
día hizo una visita al centro comercial el consejero delegado de la
firma. Ha trascendido, que al percatarse de la presencia de mi amigo
en la puerta le preguntó al jefe de tienda. ¿Y ese quien es?
Es
un pobre, ¡Señor!
Un
pobre, un pobre, y que hace usted que no lo tiene trabajando en una
de nuestras fábricas con un contrato de 70 horas semanales siete
sobre siete.
¡Ah
señor! Ya lo intenté pero cuando le propuse trabajar diez horas al
día los siete días de la semana me dijo que no.
¿?
Dijo
que ahora el tiene una jornada de 12 horas día de nueve a veintiuna,
más algún domingo o festivo según calendario laboral. Eso le
garantiza una 75 horas de promedio y que no estaba dispuesto a firmar
por menos. Lo puse en conocimiento de nuestro departamento de
relaciones de personal. Y aun no han hallado una solución legal y
aceptable y es que la reforma laboral que han aplicado los últimos
gobiernos se queda muy corta en ese aspecto. Por eso le ruego, que
haga valer sus relaciones y las de la patronal para obtener de la
próxima administración una solución. Deberíamos copiar de las
órdenes religiosas, los votos de obediencia castidad y pobreza. Solo
así tendremos una sociedad más justa mucho más justa.