Esta mañana he visto a Maxi.
Maxi, es una compañera de instituto, de los primeros años de instituto. Aquellos
tiempos relacionados vagamente con la aparición del vello puberal.
Sigo; decía que esta mañana he visto a Maxi; Maximina, ya se sabe cosas de la tradición, le
encasquetaron el nombre de su abuela paterna. Un Maximina que tenía algo de
romano, de nombre del Lacio.
Bien se nos vale de los
hipocorísticos, están para ayudar. De esa forma Maximina quedó en Maxi, Maxi
Domínguez.
En realidad fue ella la primera en verme en saludar.
¡Hey Darío! Hola eres Maxi... Maxi Domingas, ¡uf casi se me escapa! Maxi
Domínguez. Cuanto tiempo...
Si. Había sido el gracioso de la clase, el que
notando el precoz desarrollo de Maxi, se había inventado el mote, cambiando el apellido. Cierto se decía que a Maxi le
habían crecido las tetas antes que las muelas.
Y que tetas. Suficientes para
hacer ensoñar todo un 4º de Bachiller, que era como se llamaba entonces, a aquel
fatídico curso que conllevaba la odiosa reválida, ese examen que ahora quieren
poner otra vez de moda.
Maxi era... no, no era de las chicas
altas, más bien recia, con unos pechos notorios para su edad y altura. Me he
acercado a ella, le he iniciado un abrazo cálido y tierno, esperando notar en
mi pecho, aquellos suyos con los que soñamos una generación de indocumentados.
Si, estaban allí eran esos mismos pechos ¡Uf! Esperar cuarenta años para
cumplir un deseo de tennager.
Nos hemos quedado mirando, yo
pensaba, si es ella, mayor, alguna arruga, las comisuras de los labios, las patas
de gallo... pero es ella con sus ojos de siempre, con ese algo entre becerra y
miope que le daba aquel aire de ternura inconfundible.
No podía menos que preguntarme ¿como
me habrá reconocido? Yo he aumentado de perímetro. Luzco una calva generosa,
orlada de un cerquillo frailuno que el tiempo ha llevado a un gris plata, a un
gris sucio. Creo que he cambiado más que ella.
Maxi no era guapa, bueno tampoco
fea, era como decirlo. Era una cara ausente de belleza, pero nunca tuvo acné,
esos barrillos tan demoledores en la chicas mas chachi del curso.
Hemos guardado silencio unos
segundos, cuantos recuerdos, luego a la vez hemos dicho:
Te acuerdas, hemos
roto a reír.
Si claro que recordamos cosas, tantas cosas...
¿Oye tienes tiempo para un café como en los
viejos tiempos? Había alguna vez y eso ya era al final del bachiller que jugábamos
un juego snob de fingirnos adultos. Era antes de entrar a clase de filosofía.
Luego los findes, éramos pasotas hippies de salón... de finde.
Uf hoy no, me ha dicho, hoy soy
abuela canguro.
¿ Vives aquí?
Si, al manos unos meses al año, los que coinciden con las vacaciones de mis nietos y en los que sus padres aun
trabajan.
Ah ya comprendo, yo no tengo nietos.
Mira, vivo en la avenida junto al
cruce de Córcega siempre vengo a comprar a este mercado. Miércoles y viernes
sobre las diez. Si vienes el próximo miércoles, me las arreglaré para poder
tomar un café contigo.
Vale hasta el miércoles, a las
diez.
La he visto alejarse con el carro
de la compra, la última imagen que conservo era su trasero tan respingón como
antaño. Inconscientemente, me he puesto a evocar.
Cuantas cosas, cuanto tiempo, sabes
el miércoles creo que no vendré, Maxi tu estas tan bien y yo ya solo soy una pequeña ruina...
Te recuerdo Maxi Domingas te
recuerdo...