Zumo de Pomelo.
Juan se levantó. Miró las noticias de la mañana. Una fría película de mierda cubría la política.
Maquinalmente, miró la previsión meteorológica. Decía: La borrasca
varcena seguirá unos días más sobre nosotros, se esperan ligeras
precipitaciones en norte y centro.
En levante frío y nieve, las basuras permanecerían congeladas una semana Mas. Era triste ser periferia, hasta los escándalos locales tenían menos relumbrón que los de la Villa y Corte.
¡Ah! Un día el principado sería libre y podría gestionar sus propios detritus, pensó Juan.
Pero sabía que no, que era ilusión vana. Los detritus se movían por
encima de las fronteras políticas y hasta morales. Miró el tiempo en las
islas, el huracán duque había quedado en calma. Solo que daba un vaho
uniforme de desidia.
Consumido su desayuno de miserias pasó al
capítulo de desdichas, los nuevos parados... más desahucios.
Decididamente su pueblo había perdido el norte y la decencia. No podía
recordar cuando, ni en que orden, se había producido, pero era evidente.
Ya no quedaba nada de la vieja conciencia. Los viejos anarkistas habían
quedado reducidos a okupas. Los sindicalistas de fuste estaban
amancebados con la banca. El capital totalmente infiel a las
predicciones de Carl Marx sufría su enésima crisis final.
Mientras
se preparaba un bocata de tortilla y elegía una fruta. El partido
socialista se debatía en sus últimos estertores de muerte, refundación o
disolución clamaban las bases. Siempre tan ingenuos pensó.
La
derecha no tenía bases, nunca las tuvo. Los partidos de derecha tenían
accionistas como era lógico. Gentes dispuestas a votar por un
dividendo. Era como un super-consejo de administración dividido en
consejillos locales. Hacía tiempo habían convocado un concurso para
cambiar el logo del partido. Se había propuesto volver al águila
imperial, pero se rechazó porque se podía confundir con una carroñera.
Otras voces se alzaron en contra de cualquier ave. Siempre nos dirán
pájaros afirmaban.
Él había mandado su logo, era un juego de sobres
de distintos tamaños. Pero no hubo suerte no lo aceptaron. En su lugar
habían elegido un escudo ducal con un haz de cucharas enlazadas por una
cinta dorada en que se leía el tanto monta. ¡Por favor! si parecía el
anuncio de un sopicaldo de sobre... huy de sobre la palabra maldita.
Concluido el desayuno consultó su agenda era afortunado tenía veintitrés
contratos de trabajo de un cuarto de jornada. Este mes cubría. A ver
la primera ocupación era bonita ejercería un par de horas de cobrador
del frac. Era para una ONG que apadrinaba niños del tercer mundo, se ve
que no llegaba el dinero del apadrinamiento, el siguiente en la lista
aun era mucho mas bonito, también de cobrador del frac tenía que seguir a
un administrador de Sicav. Ya se sabe, los ricos con tal de no pagar
impuestos, auto-contrataban acechadores de morosos para poder aducir
falta de solvencia.
Se fue al baño, casi no se reconoció ante el
espejo. Buenos días español se dijo. Pero tuvo que subir la voz solo se
veía mover la boca. ¡Vaya lo que faltaba pensó! Ahora no tenía bastante
con la sordera fingida, que se estaba quedando afónico. Cualquier día de
estos verás tu esquela Juan Español muerto hambre en acto de
servicio...
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