Sabemos
que los relojes de mareas mal llamados relojes de misa, tienen un
datado que en el Reino Unido, que se remonta a los años 500 y 700 de
la edad media.
En
estos años el mas común de los calendarios civiles era el
calendario Juliano, que seguía acumulando un desfase importante,
pero que no fue corregido, hasta la implantación del Calendario
Gregoriano en 1582.
Por
su parte el I Concilio de Nicea, determinó, que la Pascua debía
conmemorarse el domingo siguiente al plenilunio posterior al
equinoccio de primavera.
Pues
bien los llamados relojes de misa pueden medir con mucha exactitud el
día del equinoccio, y también por su relación con las mareas el
movimiento de la luna, pueden indicar el día que la luna está sobre
el meridiano. Por lo cual el equinoccio y la lunación
correspondiente se puede calcular aun bajo un manto de nubes.
Lo
que tenemos en San Miguel de Foces es un trazado de cantero, bien
realizado que permitiría fijar los equinoccios, las fases de la luna
y como consecuencia la pascua y el calendario litúrgico.
Puesto
en la piedra por orden de alguien poderoso parece decirlo el escudo
de la orden, de Malta -Cruz de Malta- que no parece hecha por una
mano muy experta. Al final resultará que hay mas de burocracia y porque si, que de instrumento práctico.
Tengo
razones, aun no maduras, para afirmar esto, pero la más inequívoca es
la presencia de un reloj de sol arañado unos metros mas hacia el
abside. ¿No será un grosero sustituto de el primer reloj que no funcionaba como se suponía? O que la comunidad ya desconocia su uso.
Dejando
a un lado la identificación de los dos equinoccios, y si tal vez
ellos eran el desencadenante de la organización de las tareas
agrícolas, la utilidad practica se puede poner en tela de juicio. He
visto “relojes” similares sitos en lugares donde no les llega el
sol, a alturas sobre el suelo que los hacen totalmente inútiles. En
este segundo caso, los estudiosos suelen argumentar que se trata de
sillares procedentes de otros templos recuperados en edificaciones
nuevas, argumento que no hace otra cosa que confirmar la
obsolescencia e inutilidad del grabado.
En
Navarra se pueden ver a gran altura sobre el muro en Artajona, y a la
sombra de un muro posterior en Ujué.
Razonemos:
Siempre
habrá horas canónicas en las que la penumbra es dominante. Es obvio
que el fraile encargado de llamar a oración (que al parecer era un
especie de imaginaria) tiene que servirse de clepsidras relojes de
arena o cirios de cera de los que se conoce el tiempo que tardan en
consumirse.
El
tiempo, como decía el filósofo, es la duración del acontecimiento.
Para medir la noche, al igual que en los ejércitos, hay una guardia,
permanente, uno o más monjes que velan el descanso de la comunidad.
Prestos para dar la alarma si la hubiere. Ayudar al fraile que estaba
indispuesto, y llamar al rezo de las horas. Es fácil suponer, que
las guardias y las horas canónicas, se midieran por el consumo del
cirio o vela que usaban. La vela de cera o sebo toma el nombre de el
al acto de velar. Y figura en nuestro idioma en alocuciones tales
como a vela y pregón,
para describir una subasta de bienes que comienza con un pregón de
lo subastado y que recibe pujas mientras dura una vela encendida al
efecto.
Creo
que podemos abandonar la idea de una comunidad religiosa guiada por
un cierto tipo de reloj de sol. Nunca el convento necesitó ese
artificio para regular sus horas. Los propios edificios son relojes
naturales.
Pero
esto no es cosa de los canteros, ellos ejecutan un pedido y conocen
la piedra por el sonido. En toda obra moderna hay un arquitecto que
diseña, un aparejador que produce y unos obreros que interpretan
(empleando el símil de cine Director, productor, y actores) El
maestro de obras es el que tiene los conocimientos teóricos y
empíricos. El resto del equipo son eminentemente prácticos.
Y
ahora la pregunta clave. Pregunta siempre molesta por lo que la
respuesta niega, es la siguiente:
¿Para
qué necesita un monje medieval un reloj de sol?
Movimiento de las sombras en Silos. |
Foto de Google Maps, donde se aprecia la evolución de las sombras del patio y del Ciprés. |
¿Qué hubiese ocurrido? Si al maestro de obras que hizo El Monasterio de Silos, el padre Abad o la congregación le hubiese pedido la instalación de un reloj de sol.
Seguramente
los miraría con cara incrédula, para contestar con todo respeto,
eminencia reverendísima, si los frailes necesitan un gran reloj de
sol, será suficiente con que cambien el ciprés de emplazamiento,
para disponer de un cuadrante del tamaño del patio central del
claustro. Y un gnomon de la altura del ciprés. Pero si tienen su
reverencias alguna duda pueden usar la sucesión de luces y sombras
que el sol crea en los arcos del claustro.
Y
esto nos deja e puertas de la orientación de las edificaciones y su
simbología, donde en un estudio sobre la ermita de Santiago en
Agüero daré mi respuesta a todo este complejo mundo, en que la
razón y las razones parecen jugar al escondite con nuestra
perspicacia.
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