viernes, 26 de agosto de 2011

A una nota de Pura Salceda

(Me evoca algo lóbrego)

(De: Juan Ramón Mansilla, en "Una habitación en rojo", ed. El Toro de Barro, 2011)

Levantarse, sinfonía de tuberías viejas. El agua. Acorde disonante de metales. Tuba trompa corneta. La tubería de hierro sangra. Oxido orín herrumbre palangana. Un café instantáneo, manchas en el pijama.


La ventana, confuso chirriar goznes y jambas. La calle, un vaho, hálito urbano, légamo. Miasmas. Te fuiste, lo comprendo, a mi no me queda fuerza y ganas.


Darío

El Café con Alfonso

El café con Alfonso fue largo y amable. Os diré que bajo el nombre supuesto de Alfonso oculto a un Bilbaíno. Era hijo de un empresario vasco, una de aquellas fortunas familiares que tenían su asiento en la margen derecha de la ria.


En el periodo que llamanos transición democrática, muchos empresarios acosados por ETA, dejaron su tierra y negocios para irse a vivir al Levante y Andalucía. El padre de Alfonso fue uno de ellos. A Alfonso, lo conocí en Alicante. Educado, con una carrera en Deusto, creo que derecho, se planteaba entrar en política, tenía sus ojos puestos en la carrera diplomática. Pero dejemos que cuente:


La ultima vez que te vi me disponía a intentar el ingreso en la carrera diplomática. Pero cuanto mas estudiaba menos me apetecía. Al final hice un año de reflexión me matriculé en filosofía y terminé en el seminario. Me ordené sacerdote. De eso hace ya diez y nueve años.


Te he oído en el sermón, veo que no has cambiado mucho.


El tema de la fe era nuestro favorito, recuerdas, en la transición nos preguntábamos en que creer. Si valía la pena dedicar toda la vida a un afán político. Sabes que pronto comenzamos a ver trepas, gentes que su motivación era el medro personal, gentes que no dudan en pisotear a otro por conseguir su fin.


Yo no es que vaya mucho por la iglesia pero me ha sorprendido ver un grupo de chicos jóvenes a esa hora en misa. Supongo que van por ti.


No vienen porque hay alguien que les habla a calzón quitao. Cuando llegué a este barrio a la iglesia solo acudían ancianos la mayor parte mujeres.


Pues la cara que ponían hoy...


Hoy y todos los días, suelen acudir al obispado con quejas cada dos por tres.


Vaya te crean problemas.


Alguno si, me defiendo diciendo que ellas no me necesitan, que ya tienen su iglesia, que a los que hay que atender son los jóvenes. De momento me han dado un plazo de confianza, pero me temo que tendré que dejarlo.


Hoy has sido sorprendente.


Hoy he sido como siempre claro. El hombre ha de creer en algo, tener fe en algo, si no la tiene tampoco espera nada y el que no espera nada no se ve obligado a practicar la caridad. Son tres virtudes que la iglesia llama teologales. Si no crees en nada y nada esperas como practicas la caridad. Sin caridad entendida como amor al hombre tampoco hay justicia fortaleza templanza prudencia...


Las virtudes cardinales.


¡Bah! las virtudes griegas. La Areté griega, cristianizada. Andreia (Valentía), sofrosine (Moderación) y dicaiosine (Justicia). Todo lo que nos falta ahora en nuestra sociedad en nuestros políticos.


Tienes más razón que un santo.


Tenemos una crisis económica porque padecemos una crisis moral.


En la política en la empresa y hasta en la iglesia.


Si, dijo con un tono de tristeza, hemos perdido valores hemos perdido el norte. Mientras no lo recuperemos no hay salida.


Comprendes que quiero hacer y porque. Claro creo que te entiendo perfectamente.


En su cara volvió a brillar una luz la misma que yo creí verle en la misa.



Darío


jueves, 25 de agosto de 2011

Amalia Amelia un Cura un cupón de la ONCE.

Recuerdo que era un día a la salida de misa de ocho y media. La iglesia es uno de esos templos edificados en un bajo comercial. Un espacio que podría albergar cualquier otro servicio.


Pero mejor comienzo por un principio. Yo vivo en un grupo de casas de esos que tienen un laberinto interior donde se alternan espacios verdes y bajos comerciales. Entre ellos hay una iglesia. Aunque cristiano por bautismo y católico por educación mis relaciones con el clero eran muy frías.


Un día oí un trozo de conversación, en que unas “beatas se hacían cruces” del nuevo cura del barrio.


Al día siguiente, la portera de mi inmueble, que es una de esas mujeres de mantilla y brazos cubiertos para entrar en la iglesia, también se hacía lenguas del nuevo capellán. Me pareció que los comentarios no eran muy elogiosos. Pero en sobremanera, se hablaba, de los sermones del cura. Que que barbaridad que como se podía tolerar que si patatín que si patatán. Conclusión que no me enteraba yo de cual era la causa de semejante alboroto.


Decidí que lo correcto era ir yo a oír de primera mano, era lo mínimo para tener una opinión. Dicho y hecho, el día siguiente a las ocho y veinticinco estaba yo en el primer banco de la capilla. Salió el celebrante y necesité sujetarme para no caer. Este es Alfonso, Alfonso Moreno, collons, la de güisquis que habíamos compartido en Puerto Banús allá por el principio de los ochenta. ¿Y ahora cura?


Nuestras miradas se cruzaron y tal como yo le había reconocido, él también me reconoció. Me dirigió una sonrisa entre guiño y de disculpa, y comenzó el oficio. Una cierta monotonía. Llegó el evangelio y como no la homilía. En ese momento Alfonso se transmutó.


Se acercó al micrófono y dijo:


Hoy quiero hablaros de la fe. La fe, para los católicos es una virtud. Es creer en aquello, que no vemos ni podemos demostrar. Fijando la vista en un grupo de gente joven dijo mirando directamente a sus caras. Podéis tener fe en Jesucristo, en Mahoma o en Buda. Podéis creer en el Socialismo o en el amor universal. Pero creed. Porque el que no cree,  no tiene esperanza, y el que no tiene esperanza tampoco tiene caridad. ¡Cabrones! creed aunque sea en solo en vosotros mismos. Pero creed.


Se volvió hacia el altar, la cara de la gente joven era de clara complicidad. Por el contrario los mayores, mujeres casi todas, parecían haber recibido un gancho en la mandíbula.


Llego la consagración, pocas veces he visto en un hombre la expresión de paz y dulzura que tenia Alfonso. Comunión, preces finales, bendición. Id en paz la misa ha terminado.


Me precipité en la sacristía detrás de Alfonso. Nos fundimos en un abrazo.


Alfonso


Darío


Cuanto tiempo ¿Como tu ahora?... acerté a decir.


Veinticuatro años no se cuentan en diez minutos, ¿porqué no me esperas y te cuento? Ahora tengo que atender a unos clientes. Señaló unos jóvenes que esperaban en la puerta. Por lo bajo añadió: Quieren hace una misa rapera o rokera no se. Ante mi cara de estupefacción hizo un gesto mirando al cielo y dijo riendo: Cosas del de arriba yo solo soy su agente comercial.


Salí; el templo da a un patio de manzana rectangular, al fondo hay un acceso a la calle. Cuatro tilos enmarcan el jardín, que no tiene otra cosa que plantas aromáticas romero tomillo orégano salvia alguna mancha de menta. Tomé asiento frente a la puerta,  de espaldas a la iglesia.


En la calle se veía un quiosco de la ONCE. Pensé comprar un boleto. Antes de llegar se cruzó una señora. Deme ese 83. 83 38, su calzado no, su cintura tampoco su busto menos... Yo quiero otro 83. Se cruzaron nuestras miradas. En tanto, una mano se posó en mi hombro, como se posa la carga de una grúa.


¡Alfonso sigues teniendo manos de pelotari! Mientras la señora se despedía adiós Amelia hasta mañana Amalia. Mira he unido mi suerte a la de esa señora. La vi alejarse. Bien Alfonso ¿Hace un Chivas?


Pagas tu. La iglesia es rica, pero el clero es pobre. Aunque a estas horas mejor un café unos churros.


Bien “Aunque” no será la primera espuela de Chivas que te veo tomar a estas horas.


Cierto cierto ja ja ja.


Darío

miércoles, 24 de agosto de 2011

Hoy va de recuerdos. Recuerdos de viejo

Confesiones de un Octogenario

 

Ippolito Nievo 1831 1861



"Las mujeres son superiores a nosotros. Aceptad que pronuncie esta arriesgada sentencia un viejo que conoció muchas. Son superiores a nosotros en la constancia de los sacrificios, en la fe y en la resignación; saben morir mejor que nosotros y nos superan en todas las cosas más importantes y en la ciencia práctica de la vida, que, como sabéis, es un caminar hacia la muerte."

Y yo estoy de acuerdo, por ello tendé que demostrate que tu eres la fuerza y el empeño. Yo solo soy estribo, el lomo fuerte que ha de soportar tu leve peso.

Pequeña ahí esta el mundo. Yo lo mismo valgo para risas que para entierros.

Solo soy tu punto de apoyo. Tenemos que hablar de muchas cosas. Sobre el cristal del río del recuerdo. Tenemos que hablar todas horas de la mañana la tarde y del sueño. Tenemos que hablar de tus recuerdos que fluyan como agua hasta que tu puedas andar por sobre de ellos.

Darío

Graforía de convento.

Añalejo. Después de severa introspección. No encontrando últimos fastos papales. Decide hacerse el haraquiri con una hoja de Kempis.

Darío