lunes, 24 de octubre de 2011

Cae el telón

Fernando se enderezó poco a poco, las formas reconocibles de su estancia le volvieron a la realidad.


A través de los cristales del balcón, cuyas puertaventanas permanecían abiertas, vio la avenida de cipreses del parque, bajo un esfumino de niebla otoñal.


Su vida había sido pura fachada, representación en un escenario hecho a su medida.


Cada mañana, al despertarse y desde que podía recordar, el ayuda de cámara había dispuesto su traje. El que correspondía con su actividad diaria.


Una camisa perfectamente planchada, los pantalones en el galán de noche, con una raya que parecía trazada por un delineante. El cinturón y los zapatos a juego. Pañuelo, calcetines...


El chaleco, bien el correspondiente al terno, bien de fantasía.


En una bandeja a la derecha, sus gemelos, mancuernillas hechas con la última plata llegada a España desde el Perú  o el oro, que tal vez sus antepasados, trajeron de América. Según el día el reloj de bolsillo en oro o plata, con su leontina en metal a juego.


En el baño su jabón, la brocha, la navaja barbera y el cepillo de dientes. La bañera con agua a 40º como mandaba la tradición.


Tomó un baño rápido y se dispuso a afeitarse, se enjabonó la cara y al tomar la navaja entre sus manos no pudo menos que recordar la frase, que su padre pronunció, cuando al cumplir los diez y seis años, le hizo el regalo de su primeros útiles de afeitar. Sobre todo aquella navaja con mango de nácar y una hoja pavonada en color café, con las armas de la familia grabadas. Toma hijo, aprende a usarla, que nadie ni el barbero, ha puesto nunca la mano sobre la cara de un Lope de Pacheco y Andrade.


Fernando miró su torso en el espejo, su cara con jabón le daba un aspecto de payaso.


Sus ojos denotaban la tristeza que dicen habita en el interior de esos artistas. Al tomar la navaja notó la sombra azulada de sus venas en el antebrazo y pensó mira siempre han estado allí, como la puerta del jardín, como el postigo secreto de la biblioteca, puertas para huir para salir.


Volvió sobre sus pasos, se metió otra vez en la bañera, estaba cansado muy cansado. Era la hora de descansar y cuando el agua aun caliente, comenzó a relajar su cuerpo siguió con la navaja, el camino tortuoso de sus venas en el antebrazo. Un corte no muy profundo pero largo.


Es hora de descansar ya estoy agotado. Y mientras el agua se teñía del rojo fluido de su vida Fernando se distendió en una sonrisa mientras en su cerebro sonaban las notas de Ruggiero Leoncavallo... Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto! Ridi del duol, che t'avvelena il cor!


Darío

domingo, 23 de octubre de 2011

Un día perdido

Luis llegó a su casa cansado, arrugado roto. El polvo de la calle, daba a sus zapatos una pátina indescriptible. Humo de coche, orina de perro, algún viejo chicle pegado a la suela. No pudo menos que comparar su calzado con su alma. Después de un día agotador en el asfalto, también su alma necesitaba aseo. Se cambió, dejo la camisa, que ya comenzaba a tener ese olor a cebolla de las personas sin aseo, en el cesto de la ropa sucia. Cepillo lo bajos de sus pantalones y los colgó a ventilar en el lavadero.


Estaba así en calzoncillos, cuando al pasar por delante del espejo una duda asaltó sus recuerdo. No sabía como, pero al hacer el balance mental de la jornada, pensó he perdido el día. Entonces su cerebro como un eco respondió si has perdido un día, que no es lo mismo que un día perdido.


Con esta sospecha batiendo entre sus sienes, se precipitó la entrada de su casa. Allí sobre el sardinel, como si inintencionalmente, la hubiese querido dejar fuera estaba su portafolio. Su herramienta de trabajo. Con mano temblorosa accionó el cierre, y del desorden de su vientre regurgitó una masa de cifras y de días. Unos trozos de agenda, de diario. Junto a ellos un lápiz, dos bolis de colores y otros trebejos de faena.


Amorosamente, tomo en sus manos los días rotos, con suma paciencia los puso de nuevo en orden y comenzó a ajustarlos en la agenda.


Comprobó con desolación que le faltaba un día. Si si faltaba un día el 30. Una mirada a su reloj de pulsera le bastó para asegurarse, allí se leía 31. Hoy es 31. En su agenda solo aparecía el 29. Le faltaba ayer, ayer jueves 30. Porque ayer, era jueves seguro, y según el calendario 30. Hizo memoria, si ayer era jueves. Lo sabía porque en el restaurante, que instalado bajo su despacho, había paella. La tradicional paella de los jueves. “Edu” el propietario le había explicado varias veces que le noche del jueves entraba pescado y marisco fresco, que los pescaderos solían dar de barato sus existencias para comprar genero fresco para el fin de semana.


Luis intentó serenarse, a ver pensó ayer era jueves eso es seguro, hoy es viernes 31, afirmó mirando otra vez su reloj de pulsera. Luego si eso es cierto ayer era día 30. Pero donde estaba el dichoso día.


No parecía en la agenda, pensó si se lo habrían robado en el metro. No, no imposible quien le iba a robar un día de su cartera, solo un día, para dejarle allí el resto.


En este momento, con la respiración acelerada y el corazón haciendo un solo de batería. Luís se sentó en el suelo. Respiró profundamente y continuó sus razonamientos, ¿A ver que había hecho el ayer? Ayer era el día de pago de Doña Amalia, eso es cierto. Doña Amalia, era una de sus clientas mas antiguas, pagaba con la regularidad de un reloj, todos los días 30 de cada mes. Un vistazo al resto de documentos terminó por confirmar sus razones. Allí entre los documentos estaba el cheque de Doña Amalia, Su firma el importe el banco y la cuenta y lo mas importante la fecha, 30 de mayo es decir: En Barcelona a treinta de Mayo de 2010. Ahora si estaba seguro ayer era día 30 de Mayo... Pero en su agenda la anotación aparecía el día 29. Junto a ella también aparecían otras cosas que había hecho el 30.


El trabajo se mezclaba con sus asuntos, allí leyó:





  • Llevar los botines al zapatero.




  • Llamar Ernesto el de expediciones, para saber cuando le llegaría un pedido.




  • Visitar a Gonzalez Roig (cliente nuevo)




  • Llevar muestrario a la ferretería comprar pintura para el patio...




Así una larga lista de cosas que junto al cheque probaba que el día 29 y el 30 se habían mezcaldo.


¿Pero donde estaba el día 30? Eso era un misterio. ¡A ver como se lo explicaba al jefe! Con lo serios que se ponían en personal con eso...


Darío.


Recordando a: Ramón Gómez de la Serna

sábado, 22 de octubre de 2011

Soneto -sonado tarambana-

Escribes versos cuando estoy ausente

y yo mas tarde tal vez en duermevela

de tu mano escritas las palabras

peregríno tu texto letra a letra .

Leo la estrofa, fragmento de soneto

balada de silencios de ausencias

poema en desamor y lejanías.

recreando tu voz ausente en ella

Tu voz en mi recrea, la demencia

majareta lunático chiflado

de un loco amor pasión que aliena

Mas que hay mejor que estar alienado

de un amor imposible de poeta

amar que solo vive en las novelas.

Darío

Recuerdos de un viaje a Toledo

Este que veis caquexico y cetrino


ataviado de las galas de la muerte

es Juan Pardo, Primado de Toledo.

De la mano de El Greco así pintada.

 

Dejo el cardenal junto a la urbe

Hospital de San Juan y manicomio

La mano de El Greco allí inspirada

copiando la mirada de esos idos

dio a sus santos la paz trasfigurada.

Darío

miércoles, 19 de octubre de 2011

Desconsuelo

Sepultando un sueño en el olvido

olvidando un sueño mas quimera

quise enterrar mujer a tu recuerdo

para olvidarte así a mi manera.

 

Por exequias recibe mi silencio

homenaje final de indiferencia

sepultar nuestra historia de fracasos

ignorar si te amé una vez siquiera

 

Y ahora que la tierra del olvido

va cubriendo de ti la silueta

un duelo se apodera recuerdo

 

Hay algo de exequias compartidas

nupcias tengo con la muerte del deseo

muera tu imagen y muera yo con ella.

Darío