Nunca fue el silencio tan querido
como aquel que acompaña tu mirada.
Porque sí, al fin has vuelto, de tu viaje interior hacia la nada.
Y estás allí ante mi, triste luctuosa hambrienta de afectos
de lisonjas
de lisonjas
Sedienta de los goces de la vida
presta a sentir y temblar en armonía
con la luz del saber que ayer era nausea y hoy melancolía.
(El alma retornada)
Darío