Tenía
un colaborador al que llamaba cariñosamente mamporrero.
Le
solía pagar con pequeñas concesiones administrativas, dádivas del
poder.
A
cambio él le llevaba a las “secretarias” a sus citas.
Desde
el primer braguetazo, dado en tiempos del caudillo, siempre se había
considerado una verga privilegiada.
© Dario
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