Aquel día mi maestro nagual me
esperó en lo alto de un cerro. Mucho después supe que ese otero era llamado por
ellos algo así como mendiberri o mendiberriak .
A mí me sonaba a euskera. Esa ancestral lengua que casi se perdió con la
llegada de la cultura romana y de la que yo conservaba incomprensiblemente para
mí una impronta en mi mente.
Como cabía esperar el monte nuevo,
que eso es, lo que en mi evocaba la palabra mendi-berri no era o no se
correspondía no a ver no sé explicarme bien. Porque las enseñanzas del nagual
nunca se corresponden con la realidad física. Lo que quiero decir es que la
montaña el otero que domina el llano también se corresponde con una altura con
un jalón en el conocimiento.
Después asumí que podría
significar montaña nueva aunque me costó mucho entender que solo hacía
referencia a un hito en el camino del conocimiento.
Un punto de la experiencia
personal en que se domina y recopila todo el conocimiento previo.
En realidad el otero, el mendi-berri
no es un lugar sino un estado mental, pero tan inefable que es más fácil
describirlo como un lugar. Algo que un discípulo de PNL (programación neurolingüística) entendería con facilidad. Por aquello
que ellos conocen bien. Un mapa no es el
territorio.
Un risco desde donde la mente,
que ya ha accedido a las facultades del águila, pude planear vigilante, sobre
un espacio grande del conocimiento y probablemente remontarse más y más en el
mismo. Pero es tan difícil encontrar palabras para describirlo que he
necesariamente de recurrir a las imágenes.
Pero lo intento, imagina por un
momento que eres el águila que surcas libre el cielo, que tu vista se pasea
desde la altura por todo el conocimiento previo, tu conocimiento y el de todos
los que te precedieron en el arte del chamán, un sitio donde se ve todo el
camino que te hizo andar tu nagual.
Es un sitio donde no hay
palabras, por eso luego no se puede hablar de ello, el saber se hace de mente a
mente, como si las mentes fuesen ordenadores en red, de tal manera que la
experiencia de uno en la mente universal era sentida por todos los demás.
Recuerdo haber percibido de
manera inconcreta el camino que me llevó a esa cumbre particular, recuerdo
haber querido saber quien había llevado allí al primer hombre. Lo pregunte con
la vista a mi nagual y por respuesta percibí un grito de halcón de águila tal
vez; por eso supe que era el tótem, el animal padre de la tribu el conducía a
los hombres al conocimiento, pero nadie me lo explicó fue un saber accedido una
llegada a un nivel de conocimiento que se manifiesta cuando yo soy capaz de
entenderlo.
Pues bien llegado a esa cumbre,
el nagual se dirigió a un acantilado una escarpa atroz, en su borde se percibía una corriente caliginosa de aire,
eso era todo. El benigno panorama había quedado a nuestra espalda. Me volví un
par de veces añorando el otero de suaves pendientes que se extendían feraces
por todo lo que la mirada abarcaba. Pero la cara del maestro y su mirada
perdida en algún punto de la oscura niebla me atraía. Él se aproximó a la
orilla y en un momento dado saltó a la negra nada. Temblé, un escalofrío cruzó
toda mi espalada y me sentí arrastrado hacia el vacío, el mismo que había
devorado a mi mentor. Es mas por un momento hasta pensé que eran sus manos las
que me tomaban por las axilas y me arrastraban.
La sensación primera era similar
a la de sentirse en un baño cálido de gelatina. Flotaba pero en que, una nada
viscosa opaca me envolvía y sentí levemente el vértigo del que cae. Solo
debieron transcurrir segundos minutos tal vez, intuía que era tragado por un
enorme gusano
me daba la sensación de estar
dentro de una enorme tubería, más exactamente, en el interior de un gran
intestino. Las sensaciones se fueron apagando y poco a poco recuperé las
percepciones habituales el sonido el tacto y ya al final la vista junto a al
equilibrio, junto a la percepción de mi cuerpo y su posición en el espacio.
Allí estaba el nagual su cara y
su cuerpo tenían un brillo azulado como si estuviese cargado de electricidad
estática una aura rodeaba todo su cuerpo. Me infundía miedo y respeto verlo así
transfigurado. Él simplemente señaló mis manos, las miré y aprecié el mismo
brillo la misma aura eso me tranquilizó. Deseé vivamente preguntar que era
aquel sitio por donde habíamos caído. Pero mi voz no salió o al menos no me oí,
pero de alguna forma mi tutor y hermano hizo aparecer la respuesta en mi
cerebro, eso es la puerta, por allí los chamanes los brujos los que saben del poder
accedemos a otras realidades a otras dimensiones.
Poco puedo explicar de lo que
sentí, algunas veces he vuelto al sitio, las primeras siempre acompañado, hasta
que un día el no saltó, me dejó ir y volver solo.
Pues bien lo que puedo decir que
ese lugar (es una forma de hablar ya debéis saber que es un estado) era un
sitio sin tiempo o mejor dicho donde todo el tiempo permanecía quieto. Recuerdo
que en mi primera experiencia me acerque a un arbusto, parecía una mata de
legumbre judías, habas tal vez. Al fijarme en ella vi que se transformaba como
si el tiempo se extendiese a su lado en una línea recta. Yo percibía su pasado
de simiente su evolución de planta y su futuro otra vez simiente. Luego lo
intenté con una rosa, solo tuve que mirarla para verla capullo rosa y fruto
todo a la vez. Parece que era un estado en que se me mostraba la realidad de
las cosas con su pasado su presente... no, no eso es una forma de hablar. No
existía presente ni pasado ni futuro. Ante mis ojos aunque tampoco fueran los
ojos ordinarios se me revelaba todo el poder encerrado en una planta desde el
origen hasta que ya deshecha solo dejaba frutos en herencia.
Muchas más cosas vi en ese
estado, en ese sitio, al que se llega por la puerta del acantilado por la escarpa
de la niebla oscura. Pero eso no puedo contarlo es el juramento del nagual,
como lo es el plano para llegar al despeñadero cuya orilla es la razón y más
abajo... bueno los hay que no han regresado cuerdos de ese viaje.
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