El
gusano gordo se revolvió en su mina, ya no recordaba cuanto tiempo
llevaba allí. Su nombramiento ni había aparecido en el BOE. Lo suyo
era una gota de corrupción que un dedo áulico había dejado caer
sobre un trozo relativamente intacto del sistema.
Pronto
se contaron cientos miles de bichos como él, cada uno en su mina, cada
uno en su chollo.
Decían
que si venían malos tiempos, que si ya no quedaba un rincón de la
estructura estatal por contaminar.
Todos los días la prensa traía
noticias de nuevas áreas gangrenadas que la justicia descubría.
Pero el estaba tranquilo sabía que no había cirujano para sajar
tanta podre, no había o no quería...
Por
eso cuando sintió una mano le tomaba por su cabeza se limitó abrir
la boca con un gesto glotón, no comprendió porque le obligaban a
tragar ese trozo de acero, porque tenía que amoldarse a esa forma
curva, y sobre todo ello la punta arponada que casi asomaba por su
vientre, nadie le había explicado hasta la fecha que era un
anzuelo...
Consiguió
mirar hacia arriba y vio la imagen centuplicada por sus innumerables
ojos de un humano joven y con coleta.
No
entendió bien que decía ni a quien. Pero le sonó algo así cómo
buen palangre hemos montado si no pican no será por falta de cebo.
Si Pablo hay que reconocer que PODEMOS hacer una captura insólita,
ahora solo falta encontrar el banco.
No
te apures llegará el solito ya lo verás dijo el de la coleta.
Entonces
sintió como se sumergía en un mar frio y salado, delante y detrás
de el había otros ¿cebos? ¿Lo habían llamado cebo? Un agua
verdosa donde miles de ojos y bocas hambrientas los miraban.
1 comentario:
Muy original :)
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