Recientemente había
caído en manos del desamor.
El desamor, es esa
situación en la que se hallan muchos solteros patológicos, en la
cual solo se valora el esfuerzo y muchas veces solo el material.
No suele haber enemigo
peor a la vida en pareja que el confrontar los esfuerzos, los aportes
al común, por un criterio económico.
Inconscientemente y tal
vez influido por alguno de los ególatras con los que se cruzaba en
su jornada aprendió a valorar a su marido en euros.
Todo le parecía poco
para su éxito económico. El que Luis le dedicara su tiempo no
contaba, era su obligación, el pagaba y por tanto...
Así me lo había dado a
entender Juan en alguna conversación informal, al hablar de su
pareja, o a su pareja lo primero que afloraba a sus labios era el
reproche.
Yo intuía en ello una
soberbia congénita, una mala leche de árbol genealógico.
Habían sido uno de los primeros matrimonios homosexuales celebrados en la ciudad. La comunidad gay había celebrado en aquella boda su triunfo, el fin de una discriminación secular. Por fin hombres y mujeres podían unirse ante la ley con los mismos derechos que los heterosexuales
Habían sido uno de los primeros matrimonios homosexuales celebrados en la ciudad. La comunidad gay había celebrado en aquella boda su triunfo, el fin de una discriminación secular. Por fin hombres y mujeres podían unirse ante la ley con los mismos derechos que los heterosexuales
¡Qué barbaridad!
Pensaba yo para mis adentros, porque estos seres que hasta la fecha
eran libérrimos, tenían como meta asumir los prejuicios y perjuicios del
matrimonio.
¿Es qué la historia no les mostraba lo errático del resultado de unas nupcias? Pues si y no, aunque en broma, Juan siempre decía que la principal y única causa del divorcio es el matrimonio.
Juan terminó por convencerse que su derecho a formar una familia, estaba... estaba por encima del amor.
¿Es qué la historia no les mostraba lo errático del resultado de unas nupcias? Pues si y no, aunque en broma, Juan siempre decía que la principal y única causa del divorcio es el matrimonio.
Juan terminó por convencerse que su derecho a formar una familia, estaba... estaba por encima del amor.
Sucedió lo que era de
esperar, una vez repartidos los roles en la pareja, Juan tomó una
deriva cada vez más escorada, cada vez mas torcida a valorar su
esfuerzo y su aportación monetaria a deshumanar la relación
conjugando la vida en singular.
La pareja deshizo el vínculo a los siete meses justo de las nupcias. ¡Que fracaso! A mi consulta de psicología callejera acudieron muchos curiosos, por ética no comenté nada de los particulares, que por mi situación, conocía bien. Mi respuesta llegó a ser un tópico.
La pareja deshizo el vínculo a los siete meses justo de las nupcias. ¡Que fracaso! A mi consulta de psicología callejera acudieron muchos curiosos, por ética no comenté nada de los particulares, que por mi situación, conocía bien. Mi respuesta llegó a ser un tópico.
¿Oye y lo de Juan y
Luis que fue?
¡Ah nada! Una simple
transgresión de una norma gramatical.
¿?
Si, los casados no podemos
conjugar ningún verbo en singular, cuando uno cambia de estado solo
debe conjugar las tres tres segundas personas de los verbos Nosotros
Vosotros Ellos. Porque en el matrimonio cuando uno de los cómplices
comienza a conjugar por yo y tú termina sustituyendo un tu por un el
con rapidez asombrosa.