Con
el tiempo, Benachupar se hizo con todos los resortes del partido.
Cuando presidía la corriente interna de los casiquesíes, o rama
posibilista, nadie hubiera dado un chavo por él.
Pero
cada pequeña parcela de poder a la que accedía era utilizada sin
escrúpulo para potenciar su nueva rama ideológica.
Los
Benachupar (literalmente los hijos del cohecho) fueron a puro sobres,
comprando voluntades, lubricando conciencias urdiendo entuertos.
Cuando
alcanzaron el zenit ya no quedaba títere con cabeza, la honradez
había pedido el exilio y la decencia permanecía oculta en algunos
juzgados de tercera fila.
Todo
se construía sobre el apaño y el contubernio, al final todo el
organismo social había sido invadido, era una infección
generalizada, y hasta los anticuerpos llamados a defender la moral y
el orden venían con un perfil de corruptela avanzada que terminó
por hacer crónico aquel estado de cosas.
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