Leo
en Pla; que, los porches de Turin -Torino- tienen un tono distinguido
y considerable. Estos porches con sus hermanos de la Rue de Rivoli,
en París...
No
hace mucho tiempo yo transitaba bajo esas arcadas. Había dejado
atrás una sesión maratoniana de Museo del Louvre. Era la hora de
descansar, de comer, comer en París y con la cabeza chorreando arte,
arte e historia, ¿Porqué será? Que el arte se vincula tanto con la
historia. Es como si no supiéramos o no pudiéramos desvincular una
pintura, una estatua, o una partitura musical, de el tiempo en que se
elaboró.
Tenemos
un arte mobiliar, formado por todos esos objetos móviles, cuadros,
esculturas, joyas, tapices, que suelen acompañar al poderoso. La
mayoría de las pinturas del Louvre son mobiliario de los palacios
reales. Un día abandonan el palacio, o mejor dicho los inquilinos
del palacio, son desahuciados por la historia y queda esa concha de
caracol vacía. Un espacio plagado de pinturas lozas porcelanas y
joyas, que encontramos muy natural sea visitados por el pueblo.
Luego
hay grandes espacios, el arte inmobiliario, el arte arquitectónico
que nació para permanecer en un sitio según deseaban sus
fundadores. Pero esto no es del todo cierto, las fortunas horteras de
USA compran arte europeo y se lo llevan. Los europeos robamos arte
antiguo; asirio egipcio griego romano para nuestros museos. No solo
eso también nos hicimos regalar templos y obeliscos. Los americanos
nos imitan.
Decía
comer en París junto al Louvre, buen problema, aunque los gabachos
ocultan con delicadeza su afición a cocinas no francesas, o su
concesión a la ingente cantidad de turistas y residentes
extranjeros. No es tan fácil ocultar que el trasiego humano termina
por configurar un consumo adocenado. ¿Es pensable encontrar en los
lindes del museo, un local reconocido por su respeto a la cocina
francesa hasta en las mignardises, o el mirepoix?
Ocupando una esquina en uno de los porches, hay una pizzeria, pizza alta cocina internacional. Eso es arte y no un chateaubriand y pommes soufflées.
El día desapacible invita a entrar, quedarse en la terraza es una heroicidad propia de la resistencia.
Ocupando una esquina en uno de los porches, hay una pizzeria, pizza alta cocina internacional. Eso es arte y no un chateaubriand y pommes soufflées.
El día desapacible invita a entrar, quedarse en la terraza es una heroicidad propia de la resistencia.
Un
camarero contesta en correcto español a mi demanda de mesa para
dos. Me indica un sitio y cuando nos dirigimos a ocuparlo, otro garçon
me indica otra mesa en otro lugar con el mismo tono que podía usar
un maréchal de logis del mismísimo corso.
Veo
con estupor que las mesas son del tamaño de una casita de gnomo. Y
añadiendo a eso el tono soberbio del écuyère de table ganamos la
puerta de la rue con un sonoro adieu.
Al
final suplimos la pizza, por una quiche lorraine también en versión
-vaudeville- cosumida en un garito al aire libre en el Jardín de las
Tullerías.
En las Tullerías hay dos dos animales que me llaman la atención. Los primeros son los gorriones que llegan a tu misma mesa, bueno es una conducta que ya había observado, se posan en el respaldo de la silla mas cercana, y esperan la ocasión para abalanzarse sobre las migas. El que nos tocó en París debía ser un experto, porque entendió perfectamente la indicación mía de acercar hasta su emplazamiento una gruesa miga de la quiche. Lo que me sorprendió fue lo sucedido a continuación, tomó la miga en su pico y voló al suelo, para comerla. Pero aun estaba aterrizando cuando otro gorrión se posó literalmente sobre el y le arrebató el botín.
En las Tullerías hay dos dos animales que me llaman la atención. Los primeros son los gorriones que llegan a tu misma mesa, bueno es una conducta que ya había observado, se posan en el respaldo de la silla mas cercana, y esperan la ocasión para abalanzarse sobre las migas. El que nos tocó en París debía ser un experto, porque entendió perfectamente la indicación mía de acercar hasta su emplazamiento una gruesa miga de la quiche. Lo que me sorprendió fue lo sucedido a continuación, tomó la miga en su pico y voló al suelo, para comerla. Pero aun estaba aterrizando cuando otro gorrión se posó literalmente sobre el y le arrebató el botín.
Me
distraje momentáneamente, con un viejo cuervo, grande como un pollo
de granja, que parecía observar la escena con atención. No puede
menos que evocar a los personajes que habitaron el palacio, hoy
derruido, y de el que solo quedan los jardines.
Puede
que el hecho que jardín y palacio fuesen mandados hacer por Catalina
de Medici, que también sirvieran para el solaz de María de Medici,
y que el Cardenal Richelieu habitara en las inmediaciones; de hecho
es el creador del palacio del Louvre, parecía dar sentido al tema.
¿Y si cuervo y gorriones? Eran una reencarnación de Richi que como
maldición estaba condenado a promover la guerra entre hermanos
enemigos... porque en la Rochelle... pero no; he visto al cuervo señor
de París pasear por Las Tullerías, Les Champs-Élysées y Champ de
Mars Tour Eiffel. Donde no recuerdo haberlos visto es en jesuítico
Sacre Coeur, de Montmartre, pero bueno los jesuitas dejaron a
Richelieu a la altura de un cura de pueblo.
Decía
que Richi era un hombre rico, por lo visto esto que el ejercicio del
poder engorde la bolsa no es de hoy. A fin de cuentas provenía de
una familia con lustre pero sin dinero y además era el cuarto
hermano de cinco, su padre muere cuando tenía cinco años. Y debió
ser solo por su industria que murió como el mas rico de La Francia
de su tiempo.
Dejó
en herencia una parte de su fortuna y un palacio para el
mantenimiento de sus gatos. Aunque es cierto, que la Guardia Suiza
ejecutó la sentencia de manera inversa. Cómo se pusieron los
soldados de comer lapin a le moutarde, aquellos días.
Fue
enterrado en la Sorbona. Y su imagen era tan odiada, que ciento
cuarenta y siete años después, su tumba fue violada, y su cadáver
decapitado con motivo de los fastos revolucionarios.
Continuamos
el paseo hasta el fin de las Tullerías, se presenta un dilema y es
la necesidad fisiológica que llamamos aguas menores. ¿Qué hacer?
¿Está permitido mear (o más) en un rincón del jardín como dicen
lo hacía la nobleza en Versalles?
¡Pues
no! La sabiduría urbana y urbanizadora de los parisinos ha
dispuesto un mingitorio al final del jardín en el lado próximo al
sena. Hay cola, pero es bastante rápido el acceder, vemos que hay
que pagar, 0,70 € ¡vaya! Ahora el espectáculo merece la pena, al
acceder a la cabina uno observa a dos ciudadanos de color, pero eso
si con nacionalidad francesa, hijos del imperio colonial, que entran
limpian y revisan el retrete, después de cada uso. ¡Esto solo
sucede en París!
La
tarde transcurrirá tranquila, primero la vista a la Plaza de la
Concordia, lugar de la ejecución de Luis XVI, el monolito de Luxor,
y un larguísimo paseo a lo largo de Champs-Élysées hasta Arc de
Triomphe, unos 4 Km si Google no mide mal.
Luego
un poquito de Bus hasta Champ de Mars a los pies de la Tour Eiffel
nada de subir hay cola, y nos queda un paseo hasta La Ópera,
Galeries Lafayette (Haussman) para terminar cenando una pizza ¡ahora
si! A las 7,30 hora de regresar en un paseo lento a nuestro hotel,
llevamos -salvo el momento de la comida- casi 12 horas de pie.
Es
hora de descansar y mañanaaaaa...