domingo, 11 de noviembre de 2012

Sucedído hace mucho lo escribí hace mas y del Rey Arturo Cuenta la verdad.


Cantares de aquellos pliegos de cordel.
 
De España soldado allende los mares,
de un arma mal hecha, recibí un rebufo
que casi me mata.
Ahora sobrevivo contando estos cuentos.
Comprar unos pliegos a este pobre ciego.
Por ejemplo este en que se cuenta
La historia en la corte de el Rey Arturo.  
Comprar unos pliegos a este pobre ciego.
que coma caliente el y el zagalejo. 
 
En tiempos lejanos de ya ni me acuerdo hubo un reino.
Hubo Reina, Rey,  un Mago, doce Caballeros...
 
La reina era joven dicen que doncella, el rey era viejo.
Doce Caballeros.
Y uno de ellos que no lo era tanto o lo era en exceso.
Lancelot se llama y siempre soñaba cabalgar en ella
La reina doncella y el rey era viejo. 
Yo le comería sus pechos de nata y su florecíta de grana.
Y si eso pudiera también me aplicara, que el resto mañana.
Y da unos suspiros que parten el alma.
El negro deseo a Merlín el mago.
Lanzarote en celo cuitado le narra.
Y merlín se ríe la suerte esta echada.
Sean mil monedas ¿ de oro ? ¡ De plata ! 
Ante su mirada un filtro prepara extracto de hormiga
Ortiga picada.  
Son trece frasquitos. Mañana tu amada.
¿Y mi soldada?. Mañana.
Al día siguiente, aun de madrugada la reina se baña
Merlín travestido de sierpe o de araña
El filtro le pone sobre su corpiño.  
Congoja en palacio la reina padece la reina esta mala
Merlín dictamina que en ese trance sea un caballero
Que con su saliva le dé el sosiego, le vuelva la calma.
 
Lanzarote es llamado y de su tarea pronto es informado
Nunca en la botica del viejo palacio
bálsamo tan bueno se hubiera encontrado
Fierabrás milagro que en tres horas justas de tierno cuidado
A la reina ha curado. 
Cae la tarde, Merlín al mancebo le recuerda el pago.
Y este se ríe le insulta viejo estas chiflado.
Por esta simpleza esperas el pago
Cállate idiota viejo trasnochado.
Merlín se enfurece y antes de volverse
le amenaza airado. 
Mañana en consejo ante tus iguales
frente al rey postrado pagaras por esto
ante tus hermanos  serás humillado.
Lanzarote ríe
les dirás acaso porque no te pago.
Esa noche el mago de rata vestido
o tal vez de gato las calzas del rey la bragueta
ha untado.
 
Al día siguiente en el consejo Lanzarote tiene
que rodilla en tierra darle al rey consuelo.
 
Y mientras sonríe Merlín ya vengado contempla la mesa
Doce caballeros para once frascos.
 
Cuidaros vosotros chicos avisados que vais a por nata y os dan el nabo. 
De España soldado allende los mares, de un arma mal hecha, recibí un rebufo que casi me mata. Ahora sobrevivo contando estos cuentos. Comprar unos pliegos a este pobre ciego.
Comprar unos pliegos a este pobre ciego. 


sábado, 20 de octubre de 2012

Ensoñaciones.

Despedí a Juan que se apeaba un par de paradas entes. Fue solo un gesto, casi no me día cuenta de parecer grosero y distante.
Pero tenía ganas de volver a ensimismarme y me costaba. Su presencia había tenido un efecto perturbador.

Desde la primera infancia, desde que supe leer, había adquirido esa facultad de novelar en el ensueño. Novelar era para mi, vivir una ficción novelesca en que mi persona se mezclaba con los personajes.

Cuantos cuentos y novelas había revivido. ¡Ah! las tardes pasadas con El Capitán Nemo a bordo del Nautilus. Surcando en globo los cielos de África junto a Tom Sawyer.

Hubo un tiempo, que mis padres preocupados, habían llegado a consultar al psicólogo escolar. Este les había dicho que era normal. -Su hijo señora, había dicho el psicólogo- tiene mucha imaginación, pero es algo normal, todos los niños hacen viajes parecidos. Pero Alfredo distingue perfectamente entre la realidad y los mundos de ilusión que se fabrica. Todos los humanos tenemos esa tendencia, esa facultad de la mente. En principio no es malo, pasada la adolescencia cambiará el solo.

Fue una especie de pasaporte al ensueño y un aviso. Comprendí que debía esconder mis viajes fantásticos, podía tenerlos siempre que no los hiciese públicos. Y aprendí a tener ese mundo oculto a la vista de los otros.

Bajé del metro, una bocanada de aire fresco y húmedo me saludo al llegar a la calle. La lluvia otoñal había limpiado el cielo, en los desniveles del pavimento, quedaban pequeños charcos en los que se reflejaba la luz de los comercios.

Esa atmósfera, un poco de cuento, me hizo caer otra vez en el ensueño. Me costaba poco imaginar un cielo estrellado en los brillos de las baldosas. Sin contar que el cielo estrellado no era patrimonio de la ciudad. Eso solo se ve en el campo donde la contaminación tan débil como la luz ambiente permitían vislumbrar un infinito lilac pespunteado en estrellas.
 
No obstante un cierto lastre, me impedía volver a las visiones agradables, con las que había empezado el camino hacía un par de horas. Deseaba verla imaginaba su voz, su melena negra y rizada. Pero mucho más, deseaba volver a ver ese brillo malicioso que había creído descubrir en su mirada.
Anhelaba sentir cerca el calor de su cuerpo y la idea de una velada literaria compartida, era el motor para mis piernas.
Las ganas de verla, aunque fuese un minuto, eran como los caballos de una biga que me llevaba vía abajo. Via Augusta abajo, por mas que La Vía Augusta, debió discurrir en sentido paralelo a la costa y no como ahora del Tibidabo al mar. Pero allí andaba yo a la busca de Casta Domicia Salicia, aquella mujer capaz de recitar poesía bucólica de Virgilio salpicada de el Cátulo mas procaz, como cuando hablaba de Mamurra mentula.
Pero el ensueño había sido vano, Casta Domicia no apareció en la velada. Mi mundo patricio se vino abajo, y quedé como otra cenicienta, en un vagón de metro rodeado de la plebe húmeda maloliente, que con cara de fatiga volvía a sus casas.

Todas estas cosas se desarrollaban en mi mente intentando evocar la fantasía
Buscando en los charcos un ensueño evitando al mismo tiempo las gotas en los bajos del pantalón, de ese lodillo negro, esa moqueta de cloaca, conque las lluvias ligeras de otoño, tapizan Barcelona.
 
Perdido, sin poder enhebrar un nuevo ensueño llegué a la puerta de casa. La costumbre de marido crápula, me hizo repasar rápidamente mi aspecto, y entonces lo vi allí pegado a mi americana desde el codo hasta el hombro un largo pelo negro rizado brillante inconfundible. Lo separé, no había duda era un cabello de ella, de Casta Domicia Salicia seguro. ¡Seguro pero como? El cabello no estaba allí antes, no hubiese resistido la inspección severa de mi mujer, pero si ella no había venido aquella tarde.
Y es que mi imaginación, mis ensueños, tienen aveces el poder de generar cuerpos objetos cosas... en fin cosas de meigas.
Darío

martes, 2 de octubre de 2012

La leyenda del rey Arturo y ...

El rey Artus sucesor del rey Ubu ya ha alcanzado el mérito de ser llamado, artus I l'emmerdeur.
Su rara habilidad política reside en hacer varias cosas a un tiempo y hacerlas todas mal.
La realidad es que llegó a la corte de Sant Jaume y encontró las arcas del tesoro vacías.
Ves hijo, no se puede dejar la casa sola que vienen los okupas y se llevan hasta las telas de araña.
El panorama era sombrío tanto que su estado estaba en absoluta quiebra. Por si fuera poco el caballero del pájaro dorado heredero de las esencias patrias se veía bajo sospecha de haber cometido abusos en el reparto de prebendas reales. Hay que reconocer que los mas avezados sostenían contra este doncel acusaciones de simonía y nepotismo como ya las había sufrido su padre el rey Ubu.

El problema de artus, tenía varios frentes. Si. Por una parte las investigaciones sobre la honorabilidad del delfín. Por la otra, no menos complicada era redactar unos presupuestos sin un céntimo de bayoco. Unos presupuestos en los que tenía que contar con el apoyo de reino próximo -con el cual estaba unido desde hacía mas de mil años-.
La solución a corto era disolver la asamblea de la tabla redonda. Así no había que presentar presupuestos y someterse a los insultos de los señores. Por otra parte morían en el fin de la legislatura las comisiones de investigación.

Dicho y hecho, se subió a la torre del homenaje, mando tocar clarines y convocó elecciones. Estaba convencido de que tendría una nueva mayoría a costa de sus socios.
¿Hizo bien? No se sabe la historia lo dirá.
Lo cierto es que el contaba con la idiosincrasia propia de su pueblo. ¿Cual era esta? Unos decían que la cobardía a la hora de enfrentase a la realidad. Otros a la estupidez de un pueblo, que acataba siempre la opinión del mangante de turno sin exponer la menor queja.
¿Es o era cobarde el pueblo? Es algo difícil de precisar, los pueblos no son cobardes o valientes eso es una característica de los individuos. Hay que leer a un tal Cajal, médico en una de las últimas guerras coloniales que ensalza el valor de las gentes de ese pueblo; tanto ante el enemigo, como ante el paludismo o la disentería. Crueles enfermedades tropicales, que llevaron a la tumba a mas gentes que el enemigo.
Tampoco las últimas confrontaciones civiles permitían calificar al pueblo de cobarde.
¿Entonces?
Entonces hay que buscar otra explicación. El pueblo de Artus I l`emmerdeur era por encima de todo mercader.
Los mercaderes, se mueven por parámetros en dos escalas. La primera la envida, pecado próximo a la codicia y la segunda la seriedad contractual. El pliego, el escrito de condiciones, las clausulas de un pacto eran dios y el que las rompía un ser deleznable.
Pero el pueblo mantenía equivocadamente, tal vez por soberbia, el error de pensar que todos habían de ser como el.
Me explico, que ellos pagaban autopistas, todos los reinos vecinos deberían pagarlas. Que tributaban sobre cada cántaro de agua casi tres veces su valor. Todos los reinos de los alrededores deberían hacer lo mismo.
Es decir; el error era pensar que todos tenían que pagar como ellos en vez de buscar la solución mas sencilla dejar ellos de pagar unas autopistas amortizas varias veces o una tasa sobre el agua que era abusiva. ¡Hombre! Señores del pueblo, si a ustedes les dan por donde cargan los carros no pretendan que todos los reinos vecinos hagan igual. Porque, ese si es su derecho, investiguen donde va la tasa del agua o a donde los dineros con que algunas empresas financian fastos musicales y juzguen a sus prebostes por sus excesos.
Nosotros queremos que los catalanes paguen menos, pero no a costa de pagar nosotros más. Porque si es así ¿Qué cambia?


lunes, 10 de septiembre de 2012

Filósofos populares

El otro día hacía una semblanza de el ganso Casimiro, al que tengo clasificado como teólogo de corral. También hablaba de otros peregrinos personajes agrupados entorno a la escuela de filósofos de taberna.
Corresponde esta tipología con el antiguo clochard, hoy llamado sintecho, y con un error de bulto en el método de clasificación. El sintecho, es hoy, un fruto de la circunstancia, la crisis, del sistema educativo o en definitiva de la imprevisión incapacidad y egoísmo de los políticos. 
 
Pero los personajes a los que yo me refiero no, o no solamente. Ellos eran la conjunción de esas circunstancias adversas, hay o había, una cierta busca de ese estado marginal, de una cierta bohemia intelectual y decadente.

Pascual era uno de esos vestigios del viejo ideario. Se le suponía culto, había asistido a La Complutense en sus tiempos mozos. Se contaba de el que solía sentarse en los primeros bancos del aula y desde allí asentía o negaba las explicaciones del profesor.
Sabido es, que hay profesores, que tardan siglos en tener una opinión formada sobre un asunto. Muchas veces, esa opinión, forma parte de su tesis doctoral y una vez, que una y otra, les han permitido alcanzar el birrete y la muceta quedan incrustados en ella en la mas absoluta forma de inmovilismo.

Pues bien Pascual, se gozaba en aquello, que el llamaba cagarle la muceta al cátedro. El juego consistía en buscar las objeciones y refutaciones de las teorías del profesor. Sobre todo aquellas que habían supuesto sonoros tropezones académicos y exponerlas como duda, razonable o razonada, en el curso de las explicaciones que impartían.
Un día un profesor de psicología -cuando esta solo era una asignatura de filosofía-canónigo por mas señas, y defensor a ultranza del tomismo, le recriminó su forma poco humilde de acceder a la sabiduría y hasta su forma de vestir Sic -que presagiaba futuros y horrorosos desaliños-.

Al día siguiente, Pascual visitó el vestuario de un teatro, gracias a un amigo de confianza pudo disponer por una horas de un traje de mariscal de opereta. Con el vestido, se fue a alquilar un coche de caballos, se planto en las proximidades de la facultad y cuando vio la llegada del presbítero y profesor dio la orden al cochero de dejarle en la puerta ataviado de esa guisa. El preste, quedó momentáneamente boquiabierto, pensando que algún miembro de La Casa Real, acudía a su exordio de  "De Anima" la monumental obra de Aristótles (aunque en interpretación escolástica) auténtico infumable, con que el deán torturaba a sus alumnos año tras año.
La cara de pasmo del vicario, cuando reconoció a Pascual dicen que no tuvo igual en los anales de La Complutense. Pero cuando una vez en el aula se atrevió a preguntar el motivo de ese atrezo, la respuesta recibida lo dejó frío: Solo quería vestir de manera acorde con las ideas trasnochadas que usted expone.
La carrera de Pascual terminó allí mismo, El profesor duró unos años mas pero malas lenguas dicen que nunca se repuso del golpe.
Pascual frecuentó durante unos años el parque del Retiro. A modo de los griegos montó su academia, de esos tiempos peripatéticos le recuerdo. Os paso aquí alguno de sus pensamientos favoritos:

El Dinero es un invento de los bancos. En el principio de los tiempos había dos tipos de seres humanos los que sabían hacer algo, cazar construir chozas alfareros cuidar el ganado y los que no.
Estos últimos inventaron el dinero, que era una cosa sin valor pero que se podía cambiar por otras. Por ejemplo el oro que no valía para hacer armas ni herramientas, como el bronce y el hierro, y que además no requería conocimientos especiales de la incipiente metalurgia para fundirlo, el oro era escaso pero se encontraba nativo.

Como había poco hubo que cambiarlo por papel u otros metales. En definitiva el dinero es un invento de los bancos que se emplea para comprar el trabajo de otros.
Cuando una sociedad es muy laboriosa cada vez produce mas cosas que llama bienes y por tanto el banco tiene que hacer mas dinero para comprarlo.
Si tienes alguna duda te pongo un ejemplo, a un manzano le cuesta todos los años el mismo esfuerzo producir manzanas, una combinación de solo tierra y agua hábilmente dosificadas por el árbol. Pero si miras los precios de las manzanas durante los últimos 30 años verás que cada vez se paga mas por ellas. Como la manzana es invariable en costes solo cabe deducir que es el dinero lo que vale menos es decir que hay que dar mas dinero por la misma cantidad de manzanas.

Los ricos y los políticos son gentes que decidieron apropiarse de los medios de producción tierras ganados talleres... Y al final se apropiaron de la producción de dinero. Con ella manejan todo lo demás.

La propiedad
A lo primero que el hombre consideró un bien propio fue la mujer. Tener una buena hembra era el primer signo de riqueza. Luego se extendió la costumbre de engalanarlas, ponerles aretes en orejas brazos nariz y cuello. Tener una hembra bien carrozada con su correspondiente ajuar era la meta de los poderosos. La hembra además siempre tenía que tener apetito de joyas ye indumentarias exóticas plumas pieles piedras en fin cualquier cosa rara. No era de recibo adornarla con sacos de legumbres embutidos caseros ni nada que pudiera parecer tosco y vulgar.

Aún hoy hay sociedades en que la hembra se adquiere, se busca grasa turgente y redondeada, con buenos senos y caderas anchas, atributos que se supone indicaban fecundidad.
Pero este estado de ostentación y lujurioso lujo solo alcanzó su cenit cuando los banqueros inventaron para ella la tarjeta de crédito. Entonces la mujer fue perfecta.

Y a mi que me da que este Pascual era algo misógino ¿O no?
Darío


sábado, 8 de septiembre de 2012

Un romance otoñal.


Comenzado bajo la quiosco del parque, que hoy tiene aromas de huerto de convento, de retiro. Frías gotas de una lluvia mansa crepitan en las hojas secas. Basta cerrar los ojos, oler la tierra húmeda para ensoñarse lejos. Lejos de si y de la nada.
Creerse huertano en la almunia paterna, bañada de promesas de luz mediterránea.

Ella está impasible frente al aire frío, que en cortas rachas, juega con su fular y al que un breve hálito de borrasca, hace tremolar sobre la cara; roza la boca, como si pidiera silencio, como velando su boca del primer roce de un labio amigo.
Como un beso de la nada remoto, inexpresivo, vacío, sin gana.

Antonio piensa que es ella, tal como la soñó, como siempre la quiso y comienza a escribir en su mente un romance en tempo de adagio, melancólico y lento, como aquella obra propia, que Giazotto atribuyó a Albinoni. Recuerda cuantas horas en el conservatorio machacó sus dedos sobre el violín, buscando la perfección y ese baile discreto de las yemas de sus dedos sobre la tastiera. Evocando en el el violín un cuerpo de hembra, el cuerpo de ella.
 
Romance de otoño. Unos ojos que se buscan pero no se mantienen la mirada, unas manos que quieren abrazar y solo atrapan nada. Un volumen de cuerpos, las manos que esculpen los contornos en la nada y una voz queda susurrada...
La asistente -cómplice voluntaria- ha dejado sus sillas muy juntas con las ruedas casi rozando. Y bajo la manta, que cubre su piernas paradas, Antonio siente en el bajo vientre un fuego que le quema el alma.
El golpeteo del agua en las hojas vuelve. El rumor del aire peinando la hojarasca... Es tarde, tal vez demasiado. Antonio impulsa su silla por la pequeña rampa y vuelve a la casa. Carmen queda allí bella inerte, con la mirada fija, quizás enamorada esperando la mano que la lleve a casa que empuje su silla.
Mira sus ojos, ¿No ves un brillo nuevo? Una emoción lejana... di que si Carmen está también enamorada. 
Darío