miércoles, 15 de mayo de 2013
Llega Luis el alumno de hosteleria.
Llego el nuevo pinche, en realidad alumno en prácticas de una escuela de hostelería. Se llamaba Luis.
Era delicado en el trato, lo que le daba apariencia de tímido. Su ilusión, tener un restaurante o casa de comidas, algo clásico, nada de mariconadas contra la cartera del cliente. Las kokotxas cochas y el pilpil pilpil, no esos emulsiones de (proteína) gelatina de pescado con algo de las pencas y pieles del bacalao hechas aparte, inventos de salseros.
Llegó con su carta de presentación una mañana, lo recibió Manuel, a estas alturas del relato ya sabemos que la Paqui por la mañana descansaba. El examen fue corto casi inexistente, una mirada escrutadora y un ¿Porqué?
Señor había dicho, vengo de una escuela de cocina y sé que no es lo mismo, preparar un plato en una academia, aun trabajando contra el cronómetro, que en una cocina a pleno rendimiento donde las comandas se suceden sin parar, donde emplatar y pasar platos son dos profesiones. Se lo temible que es que se acerquen los camareros al pasaplatos pidiendo 1º de la 4. dos segundos de la 22. Y la cocina ha de suministrar todo sin que se rompa el ritmo sin que el cliente espere, haciendo llegar el plato en su punto justo.
Manuel se dijo, este es de los míos, de los que sabe que el ritmo es el secreto de un chef o como se dice en el oficio un jefe de brigada.
Bien te explico le contestó aquí diferenciamos la comida del mediodía y las cenas. La comida suele exigir a excepción de los festivos, un ritmo loco frenético, los precios lo que la gente suele gastarse están más medido, al igual que el tiempo destinado a comer.
Por el contrario las cenas suelen,
ser mas reposadas, mientras al mediodía la gente aun tiene media jornada de
trabajo por delante, la cena fuera de casa es un extra. Se gasta más se vive a
otro ritmo, en fin mientras por la mañana verás que la gente come a ritmo del
negocio.
(Probablemente por eso termina no comiendo en un burguer) por la noche es otra
cosa, son parejas, ligues, planes, alguna cena de empresa de puro compromiso.
Por todo ello y porque sería imposible de soportar aquí hacemos dos turnos. Mi
mujer Paqui, lleva la noche más relajada, y predispuesta al entretenimiento. Yo
los mediodías, la guerra el destajo. Si te parece harás las prácticas con los
dos cinco días con uno, dos de descanso y otros cinco días con el otro.
Luis aceptó.
¿Cuándo puedes empezar?
Ahora mismo, dijo Luis señalando una bolsa con su equipo.
¡Vale!
Entró en el vestuario, se pasó los pantalones se puso la blusa, se calzó los zuecos y el gorro que le identificaba como alumno de la escuela. La toque ese gorro de origen español que ha terminado siendo el identificador de los Chefs Franceses.
Bien como primera jornada mira solo intenta identificar las funciones y procura no interrumpir.
Así mismo lo conoció la Paqui, su marido la puso al corriente de quien era y como desarrollaría su trabajo. El mismo Manuel los presentó, mira aquí está mi mujer, ahora te pedirá la documentación para el contrato. Paqui te presento a Luis el alumno en prácticas de la escuela de hostelería. Te encargas tu del alta y llenarle la cartilla de trabajos ¿verdad?
Si dijo Paqui mientras lo miraba. Ambos intercambiaron unas palabras y un examen visual. El resultado fue una sensación de confianza mutua.
Ya veremos que más...
martes, 14 de mayo de 2013
La Paqui
Yo la había visto muchas veces llegar a casa tarde. Bueno según se mire, tarde o con el alba; que para algunos es lo mismo. Su gesto cansino, su nadar lento denotaban la fatiga, el cansancio de el que trabaja. No traía su faz la imagen del que viene de juerga, ni sus ojeras levemente amarillentas, eran el estigma claro del insomnio y el estrés, nunca de la crápula.
Paqui, trabajaba como un macho, pero no en el sentido masculino de la palabra, mas bien en el sentido agropecuario. Para que no queden dudas La Paqui era un mulo de carga.
Por lo que yo sabía, regentaba un restaurante de la familia. Allí ejercía de cocinera y encargada. Eso le daba faena hasta las dos o tres de la madrugada, luego supervisar limpiar y recoger. Para que todo estuviese a punto para la mañana. Un repaso a la caja, las cuentas el saldo del día y el control de existencias. Con eso le daban las del alba. Era el momento de acercarse al mercado mayorista de pescado. Ver que había de bueno y presentable, almejas, percebes, ostras, gambas, algún bogavante... ¡Paqui mira que merluzas tengo! te guardo tres cajas. Besugos rapes corvinas, todo pasaba bajo su atenta mirada.
Una vez hecha la compra, cargar la furgoneta, volver al restaurante y ponerlo en las neveras.
Le solía ayudar un pinche, chico para todo, que lo mismo des-escamaba una merluza que la troceaba.
Cuando llegaba a casa, despierta al marido, prepara el desayuno para los críos, ponlos en la parada del bus escolar, déjale las lista de lo que has comprado y el pedido de vino de la semana. Manuel el marido se levantaba rezongando, era de despertar duro, pero al final hasta adquiría rasgos humanos. En ese breve rato, con los chicos camino del cole, aun le quedaba un rato para la carne, que decía ella. Un rato para la coyunda y el uso del matrimonio. Un si te pillo entre la cama y la ducha. Revolcón a medias, un orgasmo en incómodos plazos.
En fin, era su fin, su beleño su sedante. Para Manuel por el contrario, esos encuentros eran el toque de diana. El ponerse en marcha, terminado el acto Manolo decía me voy "pa la trinchera" tomaba la furgo y salía para el restaurante. Entonces Paqui se duchaba y descansaba ya no volvería al bar hasta diez horas más tarde, justo para darle el relevo a Manuel, que habría lidiado con clientes y proveedores toda la jornada.
Un día entre amigas hablando de sexo, Paqui se quejaba de que el que ella disfrutaba era exiguo algo mecánico. Cuando una de sus amigas le dijo que si así era siempre, ella contestó que si. A la siguiente cuestión, si valía la pena, Paqui dijo:
Lo que es una servidora cumple, mi marido ha de salir follao de casa, que luego pasa lo que pasa.
Así fue la vida un dos tres años no lo sé. Llego de pinche un moreno de luna, largo como una espingarda con el dulce deje que los canarios tienen en el habla...
Pero esa, esa es otra historia que a lo mejor cuento mañana.
jueves, 9 de mayo de 2013
Miquiño mío
Llega con retaso pero llega. Me regalan un libro por el día
23 de Abril. "Miquiño mío, Cartas a Galdós" Donde Emilia o Doña
Emilia o LAPARDOBAZAN escribe a Benito Perez Galdós. Tal vez los dos mejores escritores
del XIX y el Naturalismo.
Aunque hay veces al principio que en las Novelas de la Pardo
suenan a incrustaciones forzadas las referencias a lo natural.
Cuantas veces me he preguntado si detrás de las heroínas de
Doña Emilia no latía un poco ella a modo de Alter Ego. Algo que no cabe
preguntarse de Galdós.
Me lleva a evocar esos guantes con dedicatoria; que aún se
conservan en la que fue su casa. Que sexy que sensual escribir un guante. La
funda de la mano que lo mismo escribe que acaricia. Son costumbres viejas... Ya
no se lleva el guante ya no significa nada... imagina que quieres pedirle a una
mujer un recuerdo que quieres escribirle un poema...
¿Dónde? No me imagino un poema en un tanga, no que
horroroso. En que prenda de mujer le escribirías un poema. Difícil muy difícil
contestar a esa pregunta.
Y es que digan lo que digan hemos olvidado el galanteo, lo
dulce de una relación que crece y se consolida. Hemos perdido el hechizo la
magia, ahora todo eso queda reducido a un polvo, trivial y obsceno mas obsceno
cuanto más trivial. Y viceversa.
Bueno lo leeré y os cuento
jueves, 2 de mayo de 2013
El Pete II
Escribía ayer del petenera.
Alberto decía que lo quería conocer, por eso voy a intentar recopilar
recuerdos.
El pete murió como y donde vivió, en la calle. Cruzaba la Calle Reina Amalia en la proximidad de San Pau cuando una apoplejía, lo dejo en el sitio. Fue fulminante, según me contaron días después. Cuando los del 061 llegaron era prácticamente un cadáver. No se sabe bien cuanto tiempo pasó desde el accidente, algunos sospechaban que dado lo habitual de sus borracheras algunos peatones pensaron que era un traspiés fruto de la cogorza.
El pete murió como y donde vivió, en la calle. Cruzaba la Calle Reina Amalia en la proximidad de San Pau cuando una apoplejía, lo dejo en el sitio. Fue fulminante, según me contaron días después. Cuando los del 061 llegaron era prácticamente un cadáver. No se sabe bien cuanto tiempo pasó desde el accidente, algunos sospechaban que dado lo habitual de sus borracheras algunos peatones pensaron que era un traspiés fruto de la cogorza.
Por lo que se, Fernando que ese
era el autentico nombre del pete, había nacido en Cádiz hacia el final de la
guerra civil o recién terminada esta. Parece que su padre había muerto en el
penal del puerto. Según su madre su madre, La Angustias, el padre terminó en la
cárcel sin delito alguno. Solo por la denuncia de unos señoritos, a los el
Julito que así se llamaba el padre, tenía la mala costumbre de levantarles las
hembras.
Julito, pisha le decían, que no piensas en
otra que levantale los ligues al señorito y te la va a busca. Julito contestaba riendo que el señorito lo
sería en su casa que pa camelar las jembras no había nasio en toda Andalusia
chavó con tal galanura con finesa y con modales como Julito Vargas González.
Julito terminó tuberculoso y en
la cárcel. La viuda y fernandillo aparecieron por Barcelona por la década de
los cuarenta. Ella venía buscando a la familia, que había emigrado algunos años
antes. Traía una carta de recomendación para las monjas del Raval, por medio de
ellas La Angustias entró de muchacha en
la casa de unos fabricantes de Vich, poco después le ofrecieron llevar una casa
de huéspedes, La Pensión Angustias desde entonces y allí en ese ambiente creció
y se educo el Pete.
Sus primeras pesetas las ganaba,
acompañando a los clientes de casa "al trabajo", era la pensión
centro de parada de algunos boxeadores y fernandillo con siete u ocho años de
edad era el encargado de acompañar a los púgiles hasta El Teatro Circo Olympia, en la calle de Juan
de Aldana y el cruce con la Ronda de San Pablo.
De eso a las noches, de amor de
los campeones, le roce con mujeres, algunas artistas de El Paralelo, todos
ellos pertenecientes a ese lumpen. Fueron la universidad donde se formó el "fernan" nombre con que se le empezaba a conocer.
Así pasaron varios años,
Angustias se volvió a casar con un maño que trabajaba en la Maquinista. El
hombre, llano y comprometido con la izquierda, quería para su hijastro el mejor
de los futuros. Se desesperaba con las pocas ganas de estudiar del chaval.
Un día que Adolfo (que así se
llamaba el padrastro) se había quedado en casa, convaleciendo de algún palo
recibido en una manifestación, quiso tener un cara a cara con fernan. Le
preguntó si pensaba estudiar o visto que tenía ya catorce años le buscaba un
enchufe de aprendiz en su empresa. El fernan muy serio contestó. Que no que él
sería representante de artistas, boxeadores o cosas así. Adolfo le interrogo
con la mirada y después preguntó y eso como se come. A lo que el Fernan
contestó muy serio:
Mira es como el sindicato
clandestino ese al que perteneces. Un representante de boxeadores, es el que
cobra pasta, por las hostias que le dan a otro.
Creo que aquel día Adolfo tiró la
toalla, hizo lo que buenamente pudo por buscarle donde ganarse el pan. Pero la
leyenda del Pete, el peteneras, ya había comenzado.
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