La Paqui
Yo la había visto muchas veces
llegar a casa tarde. Bueno según se mire, tarde o con el alba; que para algunos
es lo mismo. Su gesto cansino, su nadar lento denotaban la fatiga, el cansancio
de el que trabaja. No traía su faz la imagen del que viene de juerga, ni sus
ojeras levemente amarillentas, eran el estigma claro del insomnio y el estrés,
nunca de la crápula.
Paqui, trabajaba como un macho,
pero no en el sentido masculino de la palabra, mas bien en el sentido
agropecuario. Para que no queden dudas La Paqui era un mulo de carga.
Por lo que yo sabía, regentaba un
restaurante de la familia. Allí ejercía de cocinera y encargada. Eso le daba
faena hasta las dos o tres de la madrugada, luego supervisar limpiar y recoger.
Para que todo estuviese a punto para la mañana. Un repaso a la caja, las
cuentas el saldo del día y el control de existencias. Con eso le daban las del
alba. Era el momento de acercarse al mercado mayorista de pescado. Ver que
había de bueno y presentable, almejas, percebes, ostras, gambas, algún bogavante...
¡Paqui mira que merluzas tengo! te guardo tres cajas. Besugos rapes corvinas,
todo pasaba bajo su atenta mirada.
Una vez hecha la compra, cargar
la furgoneta, volver al restaurante y ponerlo en las neveras.
Le solía ayudar un pinche, chico
para todo, que lo mismo des-escamaba una merluza que la troceaba.
Cuando llegaba a casa, despierta
al marido, prepara el desayuno para los críos, ponlos en la parada del bus
escolar, déjale las lista de lo que has comprado y el pedido de vino de la
semana. Manuel el marido se levantaba rezongando, era de despertar duro, pero
al final hasta adquiría rasgos humanos. En ese breve rato, con los chicos
camino del cole, aun le quedaba un rato para la carne, que decía ella. Un rato
para la coyunda y el uso del matrimonio. Un si te pillo entre la cama y la
ducha. Revolcón a medias, un orgasmo en incómodos plazos.
En fin, era su fin, su beleño su
sedante. Para Manuel por el contrario, esos encuentros eran el toque de diana.
El ponerse en marcha, terminado el acto Manolo decía me voy "pa la trinchera"
tomaba la furgo y salía para el restaurante. Entonces Paqui se duchaba y
descansaba ya no volvería al bar hasta diez horas más tarde, justo para darle el relevo a Manuel, que
habría lidiado con clientes y proveedores toda la jornada.
Un día entre amigas hablando de
sexo, Paqui se quejaba de que el que ella disfrutaba era exiguo algo mecánico.
Cuando una de sus amigas le dijo que si así era siempre, ella contestó que si.
A la siguiente cuestión, si valía la pena, Paqui dijo:
Lo que es una servidora cumple,
mi marido ha de salir follao de casa, que luego pasa lo que pasa.
Así fue la vida un dos tres años
no lo sé. Llego de pinche un moreno de
luna, largo como una espingarda con el dulce deje que los canarios tienen en el
habla...
Pero esa, esa es otra historia
que a lo mejor cuento mañana.
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