La historia contada por Luis.
A
Luis le turbaba aun el recuerdo. Aquel día el de la estación cuando
había pedido a su jefita que le acompañara.
Nunca
supo porque razón le fascinaba La Paqui.
Ella
era una mujer ya hecha, con un cuerpo rotundo, proporcionado, le
parecía perfecto. Y aunque era mayor que él, le atraía de manera
imposible de resistir, muchas veces la comparaba con una fruta
cogedera, sobre todo si la comparaba con las chicas las jóvenes que
por edad le correspondían.
Todas
las jóvenes tenían algo de agraz, de una cierta inmadurez, algo
aceda. Tenían la inconsistencia de los sueños de lo movedizo de lo
inane.
A
él le gustaba, el hablar sereno, el soñar proyectos sin despegar
los pies del suelo. Paqui era eso, una mujer con la que podía hablar
de lo concreto; de fijar cifras de negocio, de margen comercial de
proyectos comunes. No había distracciones, no mezclaba. Y en su
imaginación creía que ese era el secreto de la felicidad. Dos
mentes aunadas latiendo a un tiempo. Si era trabajo en el trabajo si
era amor y sexo, amor y sexo.
¿Cómo
mantener una relación? con una mujer, que cuando amaba pensaba en el
negocio, cuando negociaba en el sexo, y cuando hacía sexo pensaba en
los hijos.
Había
tenido dos experiencias anteriores, las dos fueron iguales, un
batiburrillo de sentimientos deseos proyectos, mezclado, sazonado con
un erotismo incierto, con un sexo fugaz.
Eran
eso mujeres fugaces. Como un chiringuito de playa, una terraza de
verano. Las había dejado a las dos. Eran por decirlo así como aquel
plato de alta escuela que habían inventado entre varios -pura
Nouvelle Cuisine-, lo llamaron Almejas, sobre espuma
agridulce, de Lombarda. ASEALO en el argot de su grupo de trabajo.
¡Pero
bueno eso era juego! Luis era de los de pan pan y vino vino. Y la
almeja almeja, el amor y la vida convivencia. Ya había conocido la
mujer con jaquecas de extraño origen... no buscaba eso. La Paqui era
lo contrario, le daba la impresión de ser una mujer sólida en
constitución y en afectos... ¿era así? ¿se equivocaba? Decidió
dejarse llevar y esperar una oportunidad. Y el día que llegó se
lanzó a fondo, le sorprendió mucho la retirada de La Paqui al
primer asalto y más mucho más la reacción contraria producida con
inmediatez. Recordaba que habían paseado un poco por la calle
principal del pueblo, el no retiró la mano de su cintura durante
todo el tiempo.
Solo
después, ya en el tren, iban cogidos de la mano. Conforme se
acercaban a la ciudad un muro de conveniencia los separaba poco a
poco. Bajaron y al alcanzar la calle el dijo:
-Vivo
cerca ¿quieres venir a mi apartamento? La Paqui aceptó, con
un si que escasamente oyeron sus sus labios.
Apenas
dentro del patio la volvió a tomar por la cintura, y en el ascensor
se dieron un segundo beso lingual profundo, duró hasta el ático de
Luis. Y una vez dentro...
Todo
había sido muy fácil, dejarse llevar, se amaron sin prisa, del
aperitivo al suflé, con la meticulosidad dedos exploradores
diestros.
Aun
tenia imágenes de ella, que de vez en cuando flotaban en su cerebro
y muchas eran de aquella primera vez. El cuerpo contundente, su
vello suave, las nalgas, esa sombra de una cesárea sobre su vientre.
Alargaron el servicio hasta los postres y después quedaron enlazados
en una amable sobremesa. No era tiempo de pensar solo hablar de
ellos, así los vio la luna amantes satisfechos. Cielos era la hora
de ir al trabajo se vistieron y salieron en distintos tiempos para
llegar al restaurante por distinto camino.
Primero
llegó La Paqui, cuando veinte minutos después entró Luis se
miraron como si nada hubiera pasado. Mirarse cara a cara sin el menor
gesto.
Luis
pensó esta hecho... pecho
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