Un secreto del Sabio de la Montaña
Un
día próximo ya a partir, el sabio de la montaña recibió a uno de sus sus discípulos que se alejaba y que le dijo:
-Maestro
me dirás antes de partir cual es el secreto.
-¿Qué
secreto?
-Esas
palabras, que has pronunciado tantas veces a los oídos de los
grandes de este mundo y que te han dado fama de sabio prudente y
verdadero.
-
Ah... si hijo... mio... ven acércate. Dijo el sabio con su mermado
aliento.
El
discípulo acercó la oreja a la boca del maestro y este suspiro un
murmullo ininteligible.
El
joven extrañado preguntó:
-
¿Qué decís maestro? ¡No os entiendo!
-
¡Claro nada dije!
-
¿Entonces?
-
Mira, a los poderosos del mundo, nada se les puede decir. Así que
nada digo, pero he hecho correr la voz; que solo los inteligentes lo
comprenden y ya ves el resultado. Mas de cuarenta años llevo
diciendo nada. Y ellos por no aparentar estupidez convienen en que
soy sabio y discreto.
Mal pronunciados, sin impostación y acento, al tonto le parecen adagios
de sabio y afortunados agüeros, hasta los carraspeos.
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