La primera estación fue Burgos.
Esa ciudad que dice por su nombre no deber nada a los señores feudales. Tierra
del asado y la morcilla, y de las excelentes legumbres castellanas.
Este año creo que era un periódico
inglés que recomendaba la gastronomía burgalesa. Como si el comer en Burgos
necesitase padrinos.
Lo que es temblar ante unas judías
de los Juarros de Ibeas. Si, si los
Juarros allí donde una trinchera de un ferrocarril minero puso al descubierto
los yacimientos paleontológicos de Atapuerca.
La Sima del Elefante la Gran
Dolina, La Sima de los Huesos, un verdadero libro donde en sus estratos, como
si de hojas de un grueso manual de historia se tratase, los antropólogos y paleontólogos,
leen las primeras huellas de nuestra especie.
¡Las conclusiones que se pueden
sacar de un viejo fósil!
Luego la urbe, alto seguro en el Camino
de Santiago, ese invento tan rentable de aquel arzobispo gallego y el Conde
consorte Raimundo de Borgoña, que parece favoreció la instalación en la ruta de
mercaderes Borgoñones. Lo cierto es que él solo vivió en su apogeo escasos doce
años, pero a pesar de esto, Murguía (Manuel Martínez en los registros, el hijo
del boticario y marido de Rosalía de Castro) quiere ver en su presencia el uso
de pendones y señeras identificadores de Galicia.
¡Pero hombre don Manuel! Que no
hace falta que usted le de cuerda a los nacionalismos, que solo con su vida y
obra paga de largo el peaje. Galicia es una realidad en la historia, sin
necesidad de tener que darle al franchute arte ni parte.
Habrá que hablar mucho de este
pobre funcionario archivero e historiador en relación con los movimientos
identitarios de ese invento romántico que son las nacionalidades en España.
Pero en fin así es la historia,
los Burgaleses, al mismo rescoldo romántico llaman al Cid su héroe cuando en
realidad no paso de ser un mercenario, soldado de fortuna y casi salteador de
caminos. Porque barbaridades en torno al
Cid las han escrito y publicado desde los juglares medievales hasta los
estudiosos modernos.
Empezaba hablando de la
gastronomía burgalesa, pues bien choca encontrar cerca de la catedral una
gloriosa mejillonera, que ofrece los auténticos frutos de la tierra.
Creo que era un guasón, el que decía, que entre las presentaciones actuales del sabroso molusco figura la auténtica receta con la que Doña Jimena le presentaba el mejillón, a Don Rodrigo Díaz, o sea el Cid; cuando volvía de sus cabalgadas por tierras de Toledo. Y es que un mejillón así con su concha y sus barbas debe ser un excelente remedio para las fatigas de la guerra.
Creo que era un guasón, el que decía, que entre las presentaciones actuales del sabroso molusco figura la auténtica receta con la que Doña Jimena le presentaba el mejillón, a Don Rodrigo Díaz, o sea el Cid; cuando volvía de sus cabalgadas por tierras de Toledo. Y es que un mejillón así con su concha y sus barbas debe ser un excelente remedio para las fatigas de la guerra.