Iniciaba ayer una serie repaso
por lo que podemos llamar la cocina del pobre. He leído el libro de parecido
título, del que es autora Emilia González Sevilla y hay que reconocer que es una obra erudita sobre
las diferentes formas de calmar la gazuza. Me ha gustado encontrar en el
recetario el caldillo de perro, que no se debe confundir con la sopa de perro
coreana. Entre otras cosas porque el sabroso plato propio de El Puerto de Santa
María se debe llamar así a parte de por el aspecto por la especial guasa que
tienen los gaditanos y que esconde bajo ese nombre un ancestral racismo
(algunos historiadores suponen que en realidad el nombre era caldillo de perro
moro) por la prohibición coránica de comer cerdo. Por otra parte, la presencia
en el caldillo de naranja amarga si sea tal vez una pista para vincularlo con
la cocina oriental.
Aunque si escuchas de un gaditano,
portuense o no, que te va a invitar a un besugo a la puerca será mejor que
aceptes para no perderte una buena comida. Nada que ver entre humor murga y
excelente mar con una sopa de perro coreana que si lleva entre sus ingredientes
el perro.
Pero bueno no era ese el motivo
de empezar a escribir hoy yo quería traer a este espacio un apaño de paupérrima
cocina. Que son la migas chistorra y pan rallado.
La operativa es simple, freír la
chistorra y en la grasa que deja, aceite pimentón y grasa de cerdo sofreír
levemente una cuchara grande de pan rallado. Cuando este toma color añadir una
tacita de agua para que engorde el pan y ya está hecho.
En realidad estamos imitando un
fondo rubio (pan rallado y mantequilla) que se puede usar para espesar salsas o
hacer una salsa española. Pero eso, eso es otra historia buen provecho con este
plato cuyos componentes no llegan a valer 30 cents de euro.