Llegué
a casa, solo hacía diez minutos que había dejado a Laura en la
suya... y sin embargo parecían años. Aun creía ver la huella
dejada por sus nalgas en el sofá, si si se lo que pensáis... que
necesita el paso por las manos de un tapicero. En fin es la sensación
de nido vacío... Laura a un tiene mi llave y y yo la suya.
A
mi me cuesta mucho el decir adiós, además pedirle la llave parece
un poco cerrarle mi puerta.
Por
un momento me seduce la posibilidad de volver a verla, pero eso no
pasará. Ni por ella ni por mi.
Los
dos somos respetuosos con el protocolo de la sociedad centaura y este
nos exige no volver a vernos en tres meses mínimo.
Yo
le he enseñado varias técnicas para dominar la mente. La
experiencia nos dice que de seguir juntos mi presencia solo serviría
para moldearla a mi estilo.
Eso
va contra su libertad contra su autonomía. Por lo menos eso es lo
que dice nuestro claustro. Estos viejos centauros ¡Qué prudentes!
Recordando las ideas de ella el que corría el riesgo de abandonarse
era yo yo el que mimetizaría mis ideas. Además bueno da igual...
Repaso
mentalmente lo que ha sido este tiempo, mi reacción como macho en
los primeros encuentros, para ir derivando, como exige el guión al
tutor asexuado y sin nacencia, no puedo ser ni su novio ni su amante
ni su padre ni su hermano y sin embargo tengo que hacer todos los
papeles en uno jugar un rol de mil caras y no ser ninguna ¡Cielos!
Mañana
me informarán de quien es mi próximo alumno por una ley no escrita
sera hombre y mayor que Laura a esperar.
Otra
vez lunes, me ha costado dormir, me han desvelado las afirmaciones de
Laura en historia y filosofía. Fueron contundentes, tanto que han
dejado sus efluvios...
Yo
tengo ahora una semana para desintoxicarme, se que integraré algo de
la sabiduría de Laura.
Ese
es en el fondo el secreto mas arcano de los centauros. Aprendemos
enseñando. Los primeros encuentros con la luz, producen en nuestros
aprendices ideación portentosa. El principio de la iluminación
suele ser espectacular. El colegio guarda esas minúsculas gotitas de
saber, en una nube de conocimiento común, el acervo centauro.
Tengo
que racionalizar sus expresiones para que ella las presente en un
pleno. Lo que ella afirma es que al mirar la historia vemos por
otros ojos. Vemos por los ojos que primero vieron así. Ahora es ella
la que debe desarrollar un método para ver para asegurarse que lo
que se percibe es una realidad circunscrita a una exégesis. Y
vigilar con cautela las interpretaciones hechas a partir de una
hermenéutica posterior. Requiere tiempo, creo que lo tengo aun han
de pasar varios meses para que Laura presente sus resultados para
que se le reconozca su esfuerzo.
Otra
vez lunes:
Este
“finde” he hecho una visita a un colega, es un miembro influyente
del gran consejo. Esta en... bueno esta en el sanatorio psiquiátrico
en que comenzó esta historia.
Es
que los centauros, si contamos nuestras experiencias fuera de nuestro
círculo enseguida nos toman por esquizofrénicos. La orden interna
numero veintiséis del consejo recomienda no resistirse. Siempre hay
algún enemigo o algún incrédulo, por lo demás inculto, dispuesto
a llevarnos a un retiro.
Pues
vale se ingresa en el hospital y se comienza a negar toda idea de
alucinación. Nada de hablar de centauros ni de viajes al erebo. Todo
es cuestión de un par de días como mucho, eso si hay que tener
cuidao no te intoxiquen con alguna pócima.
Me
ha ido bien aunque había un médico generalista, que esta estudiando
la especialidad y para ello no ha encontrado mejor solución que
ganarse una pasta haciendo de médico en el psiquiátrico, porque
claro los enfermos mentales también tienen gripes y hepatitis y
todas esas zarandangas.
Total
que ha venido a saludarme y con su mejor voz de zorro de fabula de
Esopo me ha preguntado por mi salud, hay veces que logra ponerme
nervioso, pero yo he llevado mi talismán, la navaja de micólogo que
me regaló Laura. Con ella dentro de mi mano y esta dentro del
bolsillo he podido contestar con tranquilidad a todas sus insidias.
Cuando
me ha preguntado si aún veía centauros lo he he mirado con cara de
extrañeza. ¿Centauros dice usted?
¿Es
que acaso estamos en carnaval para que la gente se disfrace...
¡Centauros que majadería!
¿Centauros
paparruchas! Le he dicho mientras apretaba la navaja en mi bolsillo
¿Seguro
que este ambiente no le afecta? Lo he dejado estupefacto y he salido
de su presencia con un suave trotecillo.