jueves, 23 de octubre de 2014

Centauros. Epílogo.

Llegué a casa, solo hacía diez minutos que había dejado a Laura en la suya... y sin embargo parecían años. Aun creía ver la huella dejada por sus nalgas en el sofá, si si se lo que pensáis... que necesita el paso por las manos de un tapicero. En fin es la sensación de nido vacío... Laura a un tiene mi llave y y yo la suya.
A mi me cuesta mucho el decir adiós, además pedirle la llave parece un poco cerrarle mi puerta.
Por un momento me seduce la posibilidad de volver a verla, pero eso no pasará. Ni por ella ni por mi.
Los dos somos respetuosos con el protocolo de la sociedad centaura y este nos exige no volver a vernos en tres meses mínimo.
Yo le he enseñado varias técnicas para dominar la mente. La experiencia nos dice que de seguir juntos mi presencia solo serviría para moldearla a mi estilo.
Eso va contra su libertad contra su autonomía. Por lo menos eso es lo que dice nuestro claustro. Estos viejos centauros ¡Qué prudentes! Recordando las ideas de ella el que corría el riesgo de abandonarse era yo yo el que mimetizaría mis ideas. Además bueno da igual...
Repaso mentalmente lo que ha sido este tiempo, mi reacción como macho en los primeros encuentros, para ir derivando, como exige el guión al tutor asexuado y sin nacencia, no puedo ser ni su novio ni su amante ni su padre ni su hermano y sin embargo tengo que hacer todos los papeles en uno jugar un rol de mil caras y no ser ninguna ¡Cielos!
Mañana me informarán de quien es mi próximo alumno por una ley no escrita sera hombre y mayor que Laura a esperar.

Otra vez lunes, me ha costado dormir, me han desvelado las afirmaciones de Laura en historia y filosofía. Fueron contundentes, tanto que han dejado sus efluvios...
Yo tengo ahora una semana para desintoxicarme, se que integraré algo de la sabiduría de Laura.
Ese es en el fondo el secreto mas arcano de los centauros. Aprendemos enseñando. Los primeros encuentros con la luz, producen en nuestros aprendices ideación portentosa. El principio de la iluminación suele ser espectacular. El colegio guarda esas minúsculas gotitas de saber, en una nube de conocimiento común, el acervo centauro.
Tengo que racionalizar sus expresiones para que ella las presente en un pleno. Lo que ella afirma es que al mirar la historia vemos por otros ojos. Vemos por los ojos que primero vieron así. Ahora es ella la que debe desarrollar un método para ver para asegurarse que lo que se percibe es una realidad circunscrita a una exégesis. Y vigilar con cautela las interpretaciones hechas a partir de una hermenéutica posterior. Requiere tiempo, creo que lo tengo aun han de pasar varios meses para que Laura presente sus resultados para que se le reconozca su esfuerzo.
Otra vez lunes:
Este “finde” he hecho una visita a un colega, es un miembro influyente del gran consejo. Esta en... bueno esta en el sanatorio psiquiátrico en que comenzó esta historia.
Es que los centauros, si contamos nuestras experiencias fuera de nuestro círculo enseguida nos toman por esquizofrénicos. La orden interna numero veintiséis del consejo recomienda no resistirse. Siempre hay algún enemigo o algún incrédulo, por lo demás inculto, dispuesto a llevarnos a un retiro.
Pues vale se ingresa en el hospital y se comienza a negar toda idea de alucinación. Nada de hablar de centauros ni de viajes al erebo. Todo es cuestión de un par de días como mucho, eso si hay que tener cuidao no te intoxiquen con alguna pócima.
Me ha ido bien aunque había un médico generalista, que esta estudiando la especialidad y para ello no ha encontrado mejor solución que ganarse una pasta haciendo de médico en el psiquiátrico, porque claro los enfermos mentales también tienen gripes y hepatitis y todas esas zarandangas.

Total que ha venido a saludarme y con su mejor voz de zorro de fabula de Esopo me ha preguntado por mi salud, hay veces que logra ponerme nervioso, pero yo he llevado mi talismán, la navaja de micólogo que me regaló Laura. Con ella dentro de mi mano y esta dentro del bolsillo he podido contestar con tranquilidad a todas sus insidias.
Cuando me ha preguntado si aún veía centauros lo he he mirado con cara de extrañeza. ¿Centauros dice usted?
¿Es que acaso estamos en carnaval para que la gente se disfrace... ¡Centauros que majadería!
¿Centauros paparruchas! Le he dicho mientras apretaba la navaja en mi bolsillo
 

¿Seguro que este ambiente no le afecta? Lo he dejado estupefacto y he salido de su presencia con un suave trotecillo.





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