Como
ya habrán comprendido los lectores mas perspicaces, mi vista tenía
como motivo adicional la asignación de nuevo discípulo. Esta vez y
pese a mis negativas me ha tocado un leproso.
En
nuestro código, un leproso es alguien al que hay que asilar. Un
individuo que se considera peligroso para nuestra hermandad.
Se
comprende, que todos los servicios de seguridad de los partidos
políticos, las naciones y las finanzas, han intentado alguna vez,
saber que hay de cierto en la historia centaura. Por creer que el
conocimiento, que se supone poseemos, podría utilizarse para sus
fines.
Pues
bien, me han adjudicado un individuo, que proviene de las hordas de
un conocido partido político. He recibido la orden escueta de
mantenerlo lejos de todo conocimiento serio, y lo que es peor solo
dos alternativas.
O
manipulo su mente para que creyendo que sabe cometa un error que le
cueste su futuro.
O
por el contrario le convenzo de que lo que pude aprender de nosotros
no le sirve de nada en su viaje hacia la poltrona.
He
argumentado, que de momento no hay ningún político en la nación
cuya estupidez le haya costado el puesto.
Mi
interlocutor ha puesto el ejemplo de Gallardón, y yo he respondido
que lo de Ruiz era solo un problema de colonia.
-¿?
-Si,
he aclarado. El señor este, huele a incienso, cuando el aroma del
partido debe oler a pueblo. Ya se sabe una mezcla de olor a sudor y
esfuerzo.
Algo
choni, algo como ir vestido con chándal y zapatos de tacón de
aguja.
Claro
nadie imagina a un ministro con chándal y unos zapatos de Salvatore
Ferragamo claro que ellas... con peineta, mantilla española, y
zapato de Versace o Stuart Weitzman, tampoco les queda muy bien el
chándal.
Bueno
nos reímos mucho imaginando a esos pollos con tales atavíos. Es un
viejo juego nuestro, que llamamos el travestido. Se trata de imaginar
al gobierno como si fuesen muñecas de aquellas que tenían un gran
ropero.
Es
bueno poder poner y quitar una mitra o un capelo. Suponer a un
banquero travestido de Teresa de Calcuta. A un trepa sindical como
ciclista, o a un consejero de sanidad como remero de Caronte. ¡Ah
los estereotipos cuanto juego dan sin pronunciar palabra!
Pero
con todas las bromas del mundo por medio, el Consejo Centauro fue
inapelable. Me toca a mi lidiar con el leproso.
Evidentemente
planteé que era una operación en la cual yo debería mantener el
anonimato mas estricto. El leproso no debería conocer ni mi
domicilio, ni otro conocimiento, de mi persona. Estuve por citarlo en
Bilbao o en Marbella, cualquier sitio alejado de mis sitios
habituales. Pero como el consejo no paga dietas -ya se sabe la
crisis- tendré que recurrir a mi capacidad de confundir.
Es
más fácil mentir en lo cotidiano, mimetizarse en el día a día,
mucho mejor que montar un decorado de teatro.
Quedé
con Pablo, así se llama mi alumno en un parque público. Supuse que
si se trataba de un “bicho” peligroso tendría la idea de apostar
vigías para saber por donde llegaba yo. También debía pensar en la
posibilidad de que me siguieran. ¿Que hacer? Estoy seguro que los
puedo burlar pero si los chasqueo se darán cuenta de que se que me
siguen y por tanto comenzará una batalla en la que no quiero entrar.
Lo
mejor es intentar que crean que te siguen. A un individuo que cree
que lo sabe todo sobre ti, es sencillo de confundir. Que quiere
saber cinco, tu le cuentas quince. El desea comprobar alguna de las
afirmaciones que tu haces, procura dejar huellas que se lo confirmen.
Siempre
que esos rastros, enfoquen la imagen errónea que produces, nada mas
simple.
Había
quedado con Pablo en un banco del paseo bajo una pérgola que en
primavera hace de soporte a unos rosales trepadores. Allí frente al
kiosko de la música suelo pasar algunos ratos leyendo. Lo he hecho
tan a menudo que muchos habituales me conocen. El hombre del puesto
de periódicos, el dueño del chiringuito de la esquina, los niños
que juegan al balón. Todos ven normal mi presencia aunque no tengo
mucho trato con ninguno. Los mas me tienen como un maestro jubilado
que pasa allí unas horas en el entretiempo. Llegar saludar y que me
saluden los habituales; el de los periódicos, la señora que pasea
su perro, es un ejercicio que no puede pasar desapercibido a
cualquiera que me vigile. Una imagen inocua y totalmente vulgar.
Pero
creo que por allí llega.
Es
un tipo robusto, chaparro, con gestos que quiere dulcificar. Usa
bigote blanquecino que amarillea un punto, como si tuviese costumbre
de fumar.
Mira
mi libro de tapas violeta, que es la señal convenida para queme
identifique.
¡Hola
soy Pablo! Dice, tendiendo su mano con ese gesto de familiaridad del
que la ha dado muchas veces en su vida.
Estrecha
mi diestra; aprecio un miembro compacto y un brazo enérgico. No es
un mantecón, da una idea de trabajador del metal, de alguien que se
gano la vida con su esfuerzo aunque de eso tal vez hace ya mucho
tiempo.
Me
lo dicen sus manos, es evidente pasan por una manicura, lástima ese
querer borrar su pasado de currante.
Creo
que sería un buen Sancho Panza industrial y ha mutado a un Sancho
posmoderno.
En
pocas palabras me explica su caso, que en lineas generales coincide
con mi idea. Joven de familia del norte, con pocos medios llegó a
hacer estudios de F.P.
Trabajo
y las primeras huelgas de la transición española. Empezó a
destacar en el sindicato e hizo carrera. Liberado sindical, diputado
autonómico, algún pase por la administración autonómica
(funcionario del partido). Ascenso dentro del partido. Una
legislatura en Madrid y con la debacle de la izquierda el paro. No
era de los que pillaron poltrona en una Caja ni nada parecido.
Tiene
inteligencia natural, razona y habla con soltura.
Esta
desengañado de sus amigos y compañeros, sueña con ser más, con
ser un imprescindible. Ha conocido la masonería y dice que es para
ricos ociosos por eso quiere ingresar en Los Centauros.
Así
en principio su historia parece creíble, perseguir el desarrollo
personal para volcarlo en ayudar a los suyos. Solo este último -los
suyos- me pone en guardia.
Ni
los cristianos, ni los masones, ni ninguna otra sociedad de
filantropías secretas y oropeles sociales usarían un los suyos
con tono excluyente....
Bueno
alguna si... aquellas que dicen tener el monopolio del cielo. Me
atendré a la etiqueta que le han puesto “Leproso” el que lo
evaluó así seguro que conoce mas de sus recovecos mentales.
Toda
su amenaza reside en su ética, que antepone a que. Razón de estado
razón personal ¿ambición? Lo iré desvelando.
Por
el momento mi Sancho da la imagen de ser una caja de puros que quedó
vacía
¿Se
me entiende?
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