Su
madre lo llamaba; resaca de una noche polvorienta, aunque fuera mas
correcto motejarlo como la consecuencia de una noche polvorosa.
Nunca
le ocultó que era un hijo no querido pero amado. Los intentos de
averiguar quien fue su padre siempre se estrellaron con la amnesia de
la madre. No se, decía, fueron unos días locos me vi con tantos.
Y
él dudaba ¿con tantos? En un pueblo de diez o quince casas.
Ni
en feria ni en fiesta hubo mas de tres mozos potables, ni a la media
docena llegarían en una legua a la redonda.
Se
resignó a no saber, ella huyó del poblacho embarazada y vino a dar
a la ciudad que todo lo oculta, barrio cíclope, monóculo que ve tan
solo lo que quiere.
Habían
pasado los años tenía casi veinte, su madre ya no estaba y volvió
al pueblo, la patria chica a indagar su historia de su saga.
En
el ayuntamiento poca cosa, alguien le dijo que tal vez en la iglesia.
El libro de partidas de bautismo.
Allí
estaba, María Concepción Pérez. Hija de Mariano y de Joaquina,
nieta... de... fue bautizada...
El
cura le miraba leer el registro de la parroquia, y pensaba:
Este
es el hijo de mosén Lucas, mi antecesor, que me confesó su falta en
el lecho de muerte.
Me
dejó para él aquella carta, ¿que hacer dar la carta sin más? Y
recordaba un sobre amarillento abultado y sellado con lacre.
Imaginaba a mosén Lucas escribiendo y sellando la carta en la
sacristía y a puerta cerrada.
¿Qué
hacer? Ensuciar el recuerdo del cura Lucas o faltar a la palabra dada
al moribundo, y dejar correr el caso. Optó por lo segundo, para que
dar pregón al escándalo. Tiempo tuvo mosén Lucas de aclararlo, a
que remover agua pasada. Calló por el honor del clero y faltó a la
palabra dada.
No
se mucho de antes, yo no vine a este pueblo hasta hace ocho años,
bueno a este y dos caseríos pedanías de Miraflores de La...
llegué
a echar una mano al párroco y me cuidaba mas del entorno que de esta
casa. De antes no se otra cosa que lo que hay en los libros bautizos
bodas y entierros. Hasta me pierdo con las casas, Blasico Antón casa
La Siega... no se de ese tiempo solo queda el “medíco” que hizo
toda su vida aquí y por razón de trabajo seguro recuerda...
Mas
tarde, en el cafetucho de la plaza, hoy taberna rural, y que regenta
una forastera traída del otro lado del mar, y una hija mas de la
tierra que el hinojo. Es esta la que habla con Manuel, nuestro
Manuel, que le preguntaba por las personas que más tiempo habitaban
en el pueblo.
Huy
solo quedan con gente dos casas viejas el “medíco” y el herrador
que aunque ya no ejerce, por no ser menester, tiene con sus hijos un
casa rural con un museo de aperos de cuando todo se hacía a mano.
Mire
ve a quel señor pequeño de camisa marón a rayas es es el medíco.
Asistió a todo el pueblo en partos y defunciones. El es la historia
viva, mire si lo será que pa poner las placas de las calles li han
preguntau a él.
Manuel
cruzó la plaza despacio, se acercó al doctor y le soltó como un
tiro a bocajarro. ¿Oiga usted se acuerda de una moza de este pueblo
María Concepción Pérez?
Unos
ojos pequeños y brillantes, le miraron desde detrás de unas gafas
polvorientas. Si ¿Y quien pregunta? Soy Manuel Pérez su hijo.
Si
claro que la recuerdo, ¿qué es de ella?
Murió
hace un par de meses un accidente de tránsito.
¡Vaya
lo siento! Si te pareces a ella. Ven ven a casa te contaré cosas de
tus abuelos de tu madre, los conocí bien.
Llegaron
a la consulta instalada en un bajo de una casa rural, como tantas
otras un lugar que debió ser guadarnés, despensa, tienda y
consultorio por ese orden.
El
doctor buscó en los cajones de su mesa y de un archivo polvoriento
saco un sobre amarillento abultado y sellado con lacre.
En
el se leía: Para entregar a Manuel Pérez. Toma esto me lo dio para
ti El cura mosén Lucas Pérez, me dijo que si pasabas por aquí te
lo diera.
Manuel
lo tomó con mano casi temblorosa. Mas tarde ya lejos lo abrió,
había una carta manuscrita que comenzaba Querido hijo, si lees esto
es porque preocupado por saber quien era tu familia has vuelto al
pueblo. Yo soy tu padre. Amé a tu madre con la fuerza y la
sinceridad que no he sabido guardar a mis votos...
Se
extendía en explicaciones no pedidas, la posición de su madre,
Concha y acompañaba fotos de Manuel copias de sus notas escolares, y
resguardos de trasferencias bancarias que durante mas de veinte años
les había hecho.
Terminaba
diciendo, pequé contra mis votos, pero nunca contra la voluntad de
tu madre, ella quiso tenerte y yo la apoyé cuanto pude. No quiso
hacer público quien era yo, y respeté su deseo, te llamas Manuel
Pérez y Pérez cosas del destino.
Tu
padre.
Lucas
Pérez.