sábado, 27 de abril de 2013

El Quijote Imaginario



Y sábete amigo Sancho, que por más que trujeren en jaula como se lleva al loco peligroso.


Nunca mi cabeza fue más clara, mi juicio más recto, y mi decir más cierto.
Corrí los campos de Castilla, ofreciendo mi brazo a la justicia, protegiendo al débil desfaciendo entuertos.  Tiempos vendrán, que llamaran quijotes a los que como yo solo amen la virtud. 
Tiempos vendrán en que los necios, gobernarán los  asuntos del reino, y serán motejados de quijotes los hombres buenos. 


El Quijote imaginario cápitulo LXII
 
Y esos que ves al frente, amigo Sancho, ese bosque de robles, fueron en su día ejercito de nobles, listos para la guerra.

Todos caballeros cabales y esforzados. Pero el malandrín de un nigromante los conjuró crecieron es sus piernas aulagas y zarzas aherrojaron sus fuertes brazos. Hasta que el mago tuvo tiempo uno a uno transformarlos.
Dicen que de el conjuro que les lanzó el mago, aun circulan en coplas las últimas estrofas
sacadas de un grimorio centenario. Y dicen:
Prejuicios nazcan de vuestras cabezas, y embaracen vuestros pies y vuestros brazos. -Aquí iba la expresión cabalística- que obraba el prodigio.  
El resultado ya se ve, un bosque tupido impenetrable que ni siquiera es habitado por los gamos.
El Quijote imaginario cápitulo LXII

Y esos que ves al frente amigo Sancho, ese bosque de robles, fueron en su día ejercito de nobles, listos para la guerra.
Todos caballeros cabales y esforzados. Pero el malandrín de un nigromante los conjuró crecieron es sus piernas aulagas y zarzas aherrojaron sus fuertes brazos. Hasta que el mago tuvo tiempo uno a uno transformarlos.
Dicen que de el conjuro que les lanzó el mago, aun circulan en coplas las últimas estrofas
sacadas de un grimorio centenario. Y dicen:
Prejuicios nazcan de vuestras cabezas, y embaracen vuestros pies y vuestros brazos. -Aquí iba la expresión cabalística- que obraba el prodigio.  
El resultado ya se ve, un bosque tupido impenetrable que ni siquiera es habitado por los gamos.
El Quijote imaginario cápitulo LXIV 

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