viernes, 12 de abril de 2013

Un síndrome de Stendhal



Hoy tocaba clase de chino.
Mi profesora ha querido ver como me desenvuelvo. Primero ma ha llevado a una frutería naturalmente de chinos.
Mi trabajo solo consistía en identificar productos típicos. La acelga china el germen de soja diferentes tipos de setas.
Que fracaso, solo he sabido preguntar por los huevos viejos. Otra cosa es la pronunciación
el tono cambia el sentido de la frase. Me tengo que fijar más.
Luego hemos ido a un bazar -tienda de todo a un euro-. Yo quería comprar una celosía para mis plantas trepadoras. Cuando me disponía a pagar, mi profesora ha comenzado una viva conversación con el dependiente. Yo intuía de que se trataba, estaba pidiendo una rebaja. El dependiente un chaval joven y con un muy buen español ha ido a buscar al jefe su padre.
Este ha salido argumentando con vehemencia. Yo entendía o mejor comprendía de manera intuitiva sus razones. Todo intento de parar a mi profesora era imposible.
Al final, he pagado y nos hemos ido. Ella ha dicho que el dueño argumentaba que era un precio viejo, que hoy esa cosa valía más. Antes de dejarla seguir le he dicho que era cierto, que el mismo producto valía tres euros más en una tienda también de chinos de tres calles más arriba.
No hemos reído. Por la tarde, ya sin ella he vuelto a ir a otro bazar, al que yo ya conocía como caro. Han cambiado de personal y de dueños (supongo) hace unos días. La dependienta es preciosa, más alta que yo. Vestía botas hasta la rodilla y una falda corta marrón a juego con el ante de las botas. Le he pedido unas cañas de bambú para montar la celosía. Yo no veía lo que buscaba. Ha venido se ha puesto a mi lado inmensa con un cuerpo perfecto. Ha tenido que hurgar entre varios paquetes hasta que han aparecido las cañas más gruesas.
La posición forzada hacía que la falda se le subiera. Por unos momentos me ha enseñado el bullarengue. Dentro de sus pantys negros. Era firme de una curva matemática perfecto.
Me hubiera quedado toda la tarde comprando cañas. ¡Uf casi he sufrido un síndrome de Stendhal! Y es que hay bullarengues que son obras de arte. ¡ozu!
© Darío


© Darío  

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