jueves, 9 de abril de 2015

Puteta

Hubo un tiempo en que yo vivía cerca de un bar de putas. Algunas de ellas tenían “el despacho” en el mismo bloque de apartamentos en que yo habitaba. Yo además de estudiar hacía alguna hora en un restaurante próximo.
Por una y otra razón, conocí a bastantes chicas. Alguna vez aprovechando las horas bajas tomaba un café con ellas. Un día apareció por el banderín de enganche una joven nueva. Casi no recuerdo como establecí una conversación con ella.

La llamaré la puteta, porque si hubiese sido culta hubiera sido la cortesana y si inteligente puta a secas. Me contó ufana que en su pueblo un banquero había pagado por bailar con ella. De su historia, deduje, lo que había sucedido. El director de una sucursal de caja de ahorros, de esos que luego vendían preferentes por un tubo, le dio cien duros al acompañante de la chica para que tomara un cubata en tanto el bailaba un par de bailes con la señorita. Como se enteró ella no lo recuerdo, tampoco se si el amigo la invitó a algo, porque matices la historia tiene un montón. Yo pensé que el que se había prostituido o vendido los cuernos por cien duros y dos bailes era el mancebo, en fin la vida.

Día después coincidía yo en el ascensor de edificio de apartamentos con una de las mercenarias más veteranas de la barra, con la que me unía cierta confianza, cosas de la transparencia en el trato. Y me preguntó ¿Qué tal? Con Selene, nombre de guerra de la chica en cuestión, te vi el otro día hablando con ella.
Le expuse en cuatro palabras, lo que me había contado y me contestó con acento de cátedra: A esa su padre la hizo sin quitarse la barretina.
¡¿?! Pues eso es todo a saber que quería decir o tal vez... bueno hasta otro día.

1 comentario:

Amanda Gamero dijo...

Pues esas cosas se deben de hacer sin barretina.