Redoble de tambor el
trueno suena ilumina el horizonte la tormenta, caen goterones que
dejan en el suelo manchas del tamaño de monedas.
Monedas de plata son,
dice el anciano, cada gota hará crecer nuestra cosecha, monedas que
espantan el hambre por un año tal vez un poco mas si a Dios
plugiera.
El joven que le acompaña
está perdido entre las zarzas, un tul de seda, la tela de una araña,
ha retenido en trampa cuatro gotas de agua, a lo mas media docena.
Sabe su reverencia, decía
el joven mirando la tela, la vida es como esa tela y el agua, caza
unas gotas que poco a poco caen a tierra. La red de la araña no está
hecha para cazar gotas de agua y sin embargo la hacen bella atractiva
la vida es igual un laberinto de hilos en el cual nos enredamos.
Somos la gota que hace de la trampa collar de cristales.
Quiero decir, aclaró
ante la mirada perpleja del viejo, que brillamos en la vida porque
hay otros, queremos tener porque otros tienen. Pero al final
terminamos en el suelo hechos barro fango.
Tiene usted mas de
ochenta años, y seguro que no recuerda dos seguidos que no le hayan
traído su afán su pena.
Creo que te entiendo.
Escucha, fray Diego,
cuando yo llegué aquí las cosas eran muy distintas, primero solo
éramos una docena de hermanos frailes a los que el rey encomendó
una tierra y junto a ella la grey de Cristo, colonos que venían a
poblar la nueva tierra. Talamos bosques abrimos riegos y comenzamos a
cultivar lo necesario para el sustento, nuestra fe pide pan y vino
para alimento del cuerpo. Y de las almas pan vino y aceite para los
oleos. Luego mas adelante llegaron los frutales las legumbres.
Era nuestra tierra de
promisión. Pero la tierra prometida solo es en esencia trabajo.
Cuando nuestra subsistencia estuvo garantizada, llegó el tiempo del
estudio, cada vez mas hermanos se podían dedicar a la lectura a la
escritura, al canto. A interpretar el derecho a traducir la filosofía
pagana a nuestro credo.
Tu ves ahora la orden
como esa tela de araña, una complicada red de relaciones con la
corona, la nobleza, el resto de la iglesia.
Te sientes gota de agua
presa destinada a brillar, y te parece trabajo estéril.
Pero no lo es, eres
educado y culto erudito y versado. La orden piensa que tu sitio es la
corte.
Allí velarás por
nosotros en tanto que conduces las almas de los poderosos por el
camino de Dios.
Perdone su paternidad si
le parezco brusco descarnado a puro de ser sincero. La orden es una
red, que nos sujeta y marca nuestra trayectoria hasta la muerte.
Somos un fulgor que brilla en ella te comprendo hijo, cuando dejé
los estudios y vine para dirigir este cenobio, yo también me
revelaba. Yo amaba la corte, el gobierno sus pergaminos sus sellos.
Pero el Señor me trajo aquí a cuidar de huertos y de siervos.
Hoy puedo devolver a
palacio a un hijo amado, para que desempeñe mis sueños.
Perdón padre por ser
soberbio, mi voto de obediencia es lo primero. Volvieron una vez mas
la vista a la ubérrima vega al fondo en la entrada del bosque
brillaba el granito del convento. Piedra que como la fe desafía el
tiempo. Casi sin querer el abad dio un golpe con su báculo y barrió
la tela de araña, las telas de araña, como las mujeres, son cosas que
el diablo pone en la vida para distraernos.