Había
dejado a Laura reflexionar sobre su aventura interna.
Habíamos
pactado un viaje al infierno siguiendo a Dante, para poder tener una
referencia común.
Se
suponía, que yo había transitado los caminos de ese viaje,
iniciático y auto-exploratorio. Al aceptar ser su compañero, su
mentor, quedaba claro para ambos que el papel que yo asumía. Luchar
con la dificultad de mostrar sin intervenir.
Por
otra parte cualquier otro marco que hubiésemos elegido, para ensoñar
una aventura interna, presentaba los mismos riesgos.
“El contrato” dejaba muy claro que yo siempre me
tendría que quedar al margen. Las situaciones comprometidas eran
especial patrimonio de la personalidad de Laura. De sus rasgos de
carácter.
Yo
a hora con Laura, tendría que comportarme de la misma manera, que
ella tendría que hacer mas tarde con otros. Mantenerse fuera de las
ecuaciones personales del postulante.
Y
sin embargo, debería explicar mi juego, mi conducta con claridad.
Con Laura y el lobo, su lobo tuve suerte. Era fácil de comprender
que toda creación mental está fabricada por nuestra misma mente y
usando energía idéntica a la que se emplea para amar desear o
aborrecer.
Ahora
vendrán las vistas a las distintas estancias del erebo. Allí donde
sufren condena eterna los que faltaron a principios morales del
universo centauro.
Pero
también aquellos que Laura puso allí por su voluntad.
El
infierno el juicio final, han sido recurrentes literarios donde un
sujeto autor. Dante o el mismo Giovanni Papini ponen una lista de
enemigos, de inmorales y la enfrentan con la ética final.
Pero
la moral la ética no es igual para todo el mundo, aun siendo estos
todos miembros de una misma religión sociedad o creencia.
Porque
los hay que son capaces de engañar a sus correligionarios, los ha
habido y los habrá en la izquierda política y en la derecha. En la
religión y en el ateísmo. Figuras que se han dedicado a sus metas y
sus egoísmos por encima de toda teoría social o humanitaria.
La
lista de neófitos que la corporación centaura había rechazado era
particularmente larga. Pero aun había más, los había que bajo la
apariencia de ser admitidos conservaban en su ficha de identidad una
restricción. Eran aquellos a los cuales sus tutores no habían
considerado aptos para recibir el arcano. Para ser ordenados en el
misterio.
La
orden centaura, era una absoluta criptocracia, su poderes siempre
permanecían anónimos. Bajo la estructura convencional, de un
pomposo organigrama, se escondía una realidad distinta, las
decisiones nunca se tomaban en las asambleas. Los órganos de
gobierno eran totalmente nominales, pero el poder eso era otro
cantar.
Por
ejemplo en nuestro caso, habría miembros del grupo, que no verían
bien que Laura y yo tuviésemos una relación sexual.
Los
puristas de la ética centaura aducirían que mi conducta podría
quedar condicionada por el apetito venéreo, pero lo que es peor, los
dos podíamos idealizar la imagen de un en el otro. Los viejos
maestros decían que eso no era bueno.
Acaso
temían, que si en un determinado momento Laura fallaba en una de sus
pruebas ¿yo lo ocultarse al consejo por amor? ¿por sexo?
Parece
no existir otra razón, para temer de tal modo el contubernio. Pero
quien es este que no conoce la esencia centaura.
¿Cómo
están hechos?
Yo
se y ellos, el supremo consejo ignora, que es facultad centaura
percibir entre las nieblas de la vida los absolutos. Las esencias de
los seres. Pero esta percepción no es sensorial. Es una actividad
del ánimo de la mente.
Por
eso se comprende que la discreción es norma. Porque lo que yo
percibo es una esencia que tal vez ni el propio sujeto conoce de si
mismo. Ni la sospecha. Por aclarar enturbiando o enturbiar aclarando,
que no se, que es peor. Determinado conocimiento del yo se nos niega,
esos rasgos visibles para un centauro podían suponer para el que los
sufre algo similar a una psicopatía. Dicen que el psicópata no
percibe lo anormal de su conducta. Otros rasgos, otros
comportamientos, podrían clasificarse como neuróticos, es decir
inestabilidades del sistema nervioso que producen falta de
estabilidad emocional. En términos groseros falta de criterio.
Si
jugamos a La Divina Comedia, o Al Juicio Universal, como Papini es
por la simple razón de observar quienes pone cada sujeto en los
distintos círculos del infierno. ¿Arquetipos de qué? Son los
personajes que el postulante pone en su historia los que tienen que
explicarnos su razón. Hubo una vez que hice el camino con un
aprendiz que eligió visitar en el ensueño un templo. El sujeto del
que hablo recorrió paso a paso hornacina a hornacina todos los
recovecos de una catedral. Ficticio templo donde el mismo había
entronizado a sus ídolos. ¿Quién porqué y durante cuanto tiempo?
Estarían allí sus ídolos. Por cierto esto me recuerda que Facebook
suele preguntar por tus ídolos. Lo hará con idea de ser didáctico
o es por puro chafardero.
A
mi me dolía la simple sospecha. ¿Como podía ser capaz? Si se daba
el caso de revelar a mi alumna, que su vida en la sociedad sería
breve. Que nunca llegaría al generalato. Eso no concordaba con los
principios morales de la sociedad.
Recuerdo
un tema de formación que se nos repetía mucho entonces, aparecía
siempre con negrilla en los manuales, decía:
Si
por cualquier motivo a un centauro le es revelado algo referente al
estado de otro miembro de la asociación. El código deontológico
debe predominar sobre cualquier otro interés... y continuaba
Calle el que sabe o cree saber, porque lo que sabe lo es por la
ciencia que nuestra cofradía otorga. Pero eso solo es la mayoría de
las veces una percepción subjetiva.
En
los comentarios al texto se añadía, en cuestiones de mente es
cierto que no te puede dañar lo que ignoras. Pero daña lo que
conoces por conjetura.
Tengo
ganas de conocer el infierno de Laura, a quienes tendrá en sus
calderas. ¿No hubiera sido mejor conocer a sus santos? Así podría
asemejarme a ellos.
¡Uf
que responsabilidad esto de ser instructor centauro.