Lucas 3.6. |
Hacía años, que el fraile Ramón, fray Ra, como lo llamaba el hermano lego que se encargaba de la huerta y otros menesteres mecánicos.
Ra
llegó al convento ya mayor, como al le gustaba decir presbítero,
literalmente después de una vida.
Alguno
de los monjes añejos, que no ancianos, recordaban aun su imagen con
pantalón de pana, una chaqueta de punto bobo, un hatillo de ropas y
su pequeño cabás. En el traía; junto con un fonendo, el
esfigmomanómetro, esa complicada palabra griega que todo dios,
perdón, que los legos llamaban tensiómetro y alguna cacharrería
jeringas y agujas cosas del arte de Hipócrates.
Ra
Ramón, se acercó a la portería, y pidió albergue en la hostería,
que los monjes según su capítulo, tenían.
Allí
fue recibido siguiendo al pie de la letra el artículo LIII de la
regla que dice:
A
todos los huéspedes que se presenten en el monasterio ha de
acogérseles como a
Cristo,
porque él lo dirá un día: «Era peregrino, y me hospedasteis»
Y
preguntado sobre su razón Ramón contestó: Soy médico, viudo,
tengo hijos he dejado atrás mi vida en el siglo, y vengo para
quedarme en la orden. Profesaré siempre y cuando mis hermanos y mi
abad me consideren apto. Mientas quiero permanecer aquí junto a los
monjes siguiendo su vida sus rezos y sus trabajos.
No
fue fácil, pero Ra sobrepasó la prueba, mas tarde se le encargó de
la farmacia y el hospital, como no podía ser de otra manera. El
hospital como la hospedería también estaba abierto al peregrino, y
no fue solo una vez que fue llamado como cura de cuerpos y cura de
almas para acompañar a los lugareños en el tránsito final.
Luego
hubo un concilio y una Capitulo General, las normas de la nueva
iglesia, una empresa de nuevos ejecutivos de alzacuellos y terno
oscuro, como banqueros, opinaban que había que poner en valor, los
valores de la fe, los valores de la orden. Los valores del retiro y
la meditación de la plegaria sencilla
El
sínodo, La Orden querían vender sus valores, hacer llegar a una
sociedad espoleada por el consumo y la apariencia, que en la iglesia
aun había una fe y unos valores que...
Ramón
escuchaba en silencio las conclusiones del sínodo. Comprendía, como
solo puede hacerlo, una persona que había vivido en el siglo y en la
celda, que era lo que la iglesia quería. Para ser exactos, que era
lo que el consejo de administración quería. Iglesia tiene en
sentido prístino el valor de asamblea, la curia era otra cosa.
Pretendían,
nada menos, que convertir al siglo con la fe y el trabajo del
monacato. Eso ya sucedió en los albores de la iglesia medieval, pero
entonces la orden y el convento eran generadores de saber de la mano
del abadiado volvía la agricultura con ella se fijaba al campo
nuevas poblaciones. Pero en algún momento la curia hecha una madre
coraje, empezó a sacar partido de la guerra, y como los de enfrente
también tenían la guerra santa hubo guerras de religión durante
otros setecientos años.
Había
momentos en los cuales las ideas de Ra le aterrorizaban. Como se
podía pertenecer a una organización con la que en el fondo se
estaba en desacuerdo. ¿Cómo era posible observar su voto de
obediencia, cuando había que obedecer el despropósito?
Cuando
cantó misa, había recibido una visita de su hijos, Ra tenía dos
chico y chicha que tenían su vida encaminada cuando murió su
mujer. A ellos les había dicho, me voy a un retiro, me voy con los
frailes.
No sabía, si alguno de ellos pensó, mi padre hace mutis, mi padre sale de nuestras vidas antes de que pueda ser una carga. Tampoco sabía cuanto había pesado en su decisión, esa idea de fuga de alejarse con su soledad de los suyos.
Si
tenía la noción, de que alguna vez había pesado sobre su forma de
pensar el deseo de no ser un abuelo florero, un mero objeto de
decoración, una carga para sus hijos. Los imaginaba mirándose uno a
otro y preguntando sin palabras, y de papá quien se hace cargo.
Salió por la tangente, tenía aun fuerza para dedicar su saber su
profesión a otros...
y
ese fue el camino, hizo mutis en el teatro familiar y punto.
Recordaba
las preguntas de su hija, hacía de eso ya seis años, y aun bailaba
en su recuerdo.
-Vuestro
matrimonio no fue fácil, tu hacías guardia en el hospital y mamá
quedaba en casa sola.
Mamá
no tenía un carácter fácil. De verdad la amaste ¿o el matrimonio
fue un viaje para el cual tomaste un billete casi por azar? Un viaje
sin posibilidad de apearse...
En
aquel momento calló, la respuesta le vino días después. Como el
espíritu de la escalera de Diderot, como en La Paradoja del
Comediante... repasaba los evangelios del mes, aquellos que tendría
que glosar en sus misas. El Leproso, el hombre poseído por el
diablo, la mujer pecadora, el recaudador de impuestos...
A
todos ellos los amó Jesús, con sus taras morales y sus
enfermedades. Esa era la respuesta, el amó a su mujer hasta en sus
defectos, con su ira, con sus celos.
El amó a su mujer, como ahora amaba a la iglesia a la asamblea, a pesar de sus imperfecciones, a pesar de sus lacras.
El amó a su mujer, como ahora amaba a la iglesia a la asamblea, a pesar de sus imperfecciones, a pesar de sus lacras.
Por
eso cuando se le propuso, hacer unos cursos para seglares, cuando se
le pidió tomara sobre sus hombros la cruz de un clero a veces
obsceno, impío, y ambicioso. Dijo si. Yo amo a la iglesia a pesar de
sus obras, de sus pompas, de sus lujos. Puedo sentir y por tanto
predicar la pobreza y el amor.