Estudiar
una iglesia, requiere tener conceptos muy claros, reconozco que a mi
me ha costado bastante desbrozar o prescindir de enseñanzas comunes
que dificultan el entendimiento. Por ejemplo, en nuestras geografías
de básica se solía decir que si a medio día miras al sol; tendrás
el punto cardinal Sur delante de ti, el Este a tu izquierda y el
Oeste a tu derecha y el Norte a tu espalda (en el hemisferio norte).
Pero
esa no es la orientación astronómica que es a la que deberían
atender los templos, estos se hallan orientados al sol naciente, o
este astronómico. El eje de la tierra está inclinado con respecto a
la órbita, por eso aparentemente, el sol sale por sitios ligeramente
distintos cada día. La salida y la puesta de sol cubre un arco
marcado por los trópicos, lo que influye en las horas de luz que
recibe cada hemisferio.
En
resumen, el sol aparece en la prolongación de la linea imaginaria
del ecuador dos veces al año, en ese día la luz y la noche igualan
su duración y por eso se llaman equinoccio, y hay dos primavera y
otoño. Los dos extremos de la fluctuación se hallan en los
trópicos. Dan origen a los solsticios de invierno y verano, donde
las horas de luz y sombra son máximas y mínimas respectivamente.
Esta evolución de las horas de luz da origen a las estaciones, y
también a los ciclos vitales de las plantas y animales. Fue algo
tempranamente observado por el hombre, y de alguna manera
santificado, el Dios sol ha existido en todas las culturas
precisamente por su relación directa con los ciclos anuales.
Pues
bien la orientación de los templos debería estar hecha sobre el
este astronómico -recordemos, punto de salida del sol el día del
equinoccio-.
Reconozco,
que me ha costado bastante, acostumbrarme a ir a las visitas
arqueológicas con nivel plomada y brújula. La brújula me marca el
norte magnético, y tenemos que conocer el norte geográfico, que
tiene una declinación variable el que se varía diariamente es el
magnético. Localizado el norte geográfico, como eje norte sur, la
orientación del templo estará en un ángulo variable en función
del paralelo en que nos hallemos. Variable porque el movimiento de la
tierra hace que el amanecer y el ocaso se desplacen poco a poco dando
lugar a la variación de los días. Este estudio, que hoy es posible
solucionar con un GPS de los que se usan en carreras de orientación
o marcha.
Pero
no es necesario profundizar en el tema, lo que nosotros pretendemos,
es reconstruir los pasos que en su día dio el maestro de obras, para
establecer el plano del edificio.
Luego
en casa ordenando fotos, puedo utilizar el programa Shadows
que permite la recreación en el ordenador de relojes de sol y otros
instrumentos de medición astro-geográfica, muy útiles a la hora de
viajar “hacia atrás” en el tiempo.
Una
de las posibilidades, que el programa brinda, es la impresión de un
reloj de sol para la longitud y latitud determinada. Aun estoy
haciendo pruebas con el, pero parece posible medir los ángulos de
las lineas de un reloj de sol de hoy, y confrontarlos con los que
aparecen en la pared visitada. Es un estudio largo pero enriquecedor.
Aquí
dejo una imagen del un Reloj de sol para una latitud que no es San Miguel de
Foces, habría que comparar los con ángulos raspados en los muros.
Pero
el estudio que mas me llama la atención es el que me permitió
desvelar los secretos de La Ermita de Santiago en Agüero. Después
de la primera visita, yo tenía la certeza de haber dado con la clave
del uróboros, que aparece en uno de los canecillos o modillón que
hay sobre la puerta de entrada.
Para
mi la figura de la serpiente que se devora a si misma, o que cierra
un círculo sobre si misma, no era ni un símbolo alquímico, ni un
adorno gratuito. Era algo puesto por el maestro de obras con toda
intención; para decirnos en un susurro arcano.
Yo
conozco yo sé. Y porque sé, te aviso que mi obra, contiene aspectos
de ese saber.
De la intencionalidad de algunos
“adornos” me había advertido mi amigo el maçon, del que alguna
vez he hablado en este blog.
Sobre el uróboros me había dicho: Que
era la clave de la obra, el resumen de todo saber y el principio de
la vida. Una serie de adjetivos, que por su propia abundancia y
redundancia, eran capaces de desviar la atención del neófito por
caminos equívocos.
Algo muy al gusto del ocultismo, que como en la
cábala exige la presencia de dos personas, dos jinetes en un
caballo, uno que guía y otro que viaja, uno que sube sobre las
enseñanzas o conocimientos de un primero.
El maestro y el aprendiz, tema de
largo contemplado, en eso que los que no entienden llaman ciencias
ocultas, y que mi amigo me había repetido muchas veces.
No hay (en la obra) nada oculto
a los ojos del iniciado, yo te llevaré de paseo por encima de
nuestro saber, hasta que tu mirar desde el punto justo, alcance la
perspectiva correcta. Hasta que la luz te ilumine, pero olvidate de
demonios y de brujos todo es luminoso y transparente para el que sabe
mirar.
Y
así fue, volviendo a casa, después de una vista a Agüero; y pensando
en la luz, que desde un ventanal viene a iluminar la cara de un rey
justo al mediodía del solsticio de invierno. Al intentar montar un
reloj de sol, que me esclareciese, como sería la sombra de ese rayo en
un cuadrante. Lo vi claro. Estaba delante de mi siempre había estado
allí.
Me
había agenciado un programa, para calcular el azimut del sol para el
solsticio de invierno en esa latitud cuando sin querer pulsé algo
que me llevó a ver el Analema.
El Analema (ver imagen de la red) es una representación de la altura del sol sobre
el horizonte. Se puede calcular para una coordenada concreta. Por
lo que estudié más tarde, era ya conocido por los romanos. Vitrubio la describe y si este arquitecto la conocía, también sería
común a todos los constructores romanos a todos los pontífices
(constructores de puentes).
La linea; que curvada sobre si misma en
forma de ocho, representaba el ciclo anual del sol en el cielo era el
uróboros.
La serpiente que se “come su cola” que se se nutre a
si misma en un ciclo cerrado y como se me había dicho era luz,
y era vida.
Es el sol, a lo largo de todas las estaciones, es el
responsable último de las estaciones y el ciclo de la vida.
Era la
esencia de Dios en el cielo, así lo debían haber interpretado
todas las culturas anteriores a Roma. Uróboros representa todo
aquello que me habían dicho. Deidad, estado de dios, ciclo de vida
germinación y muerte. Para volver a comenzar de nuevo en un sinfín
eterno cabeza y cola... -por lo menos en tanto dure el sol-.
Era
ese conocimiento, ese saber y como trazarlo, lo que les permitía a los
maestros de obras orientar los edificios correctamente. Era ese guiño
al aprendiz, que significaba:
Yo
conozco yo sé. Y porque sé, te aviso que mi obra, contiene aspectos
de ese saber.
¿Entonces? Quien era el rey, que
representado en el capitel de la columna recibía al medio día de
todos los 21 de diciembre el homenaje del sol.
No era un rey
terrestre, era el propio sol, que marca la fecha de su renacimiento
anual.
Si me quedaba alguna duda, no tenía mas que contemplar con
cuidado la imagen. Sobre la corona del supuesto rey a mano derecha del
observador hay un toro. El toro, es el símbolo de Mitra, el Dios Sol que
renacía el 25 de diciembre, dios pagano sobre el que La Iglesia
Católica -en un acto de sincretismo- había proyectado el nacimiento
de Cristo sobre los de Apolo Mitra. Porque Jesús debió nacer en otra fecha
entre el 8 y el 14 del tercer mes lunar hebreo, Sivan, pero esa es
otra historia...
A los hermanos de la luz. Barcelona
01/01/2018