sábado, 18 de mayo de 2013

Recuerdos de La Paqui



Las nubes dejaban paso a un sol de fulgores estivales. Abajo  en el jardín las hierbas aun húmedas y aplastadas por la hierba vuelven, poco a poco a orientar sus tallos hacia el sol. Pero aquellas plantas, que como los pensamientos tristes, siempre están en la umbría... estas permanecen ahogadas en sus propios recuerdos.

La menta, el romero y el tomillo, esté ultimo en flor, competían en un combate de aromas por llamar su atención.

Hablando de recuerdos ya hace años que Manuel no está. Luis aun vive en su memoria, La Paqui se pregunta ¿me recordará él? y si es así ¿cómo?

Luis es un pensamiento triste, un placer ahogado en la memoria

¿Por qué y cuándo? Ella le abrió su puerta, le abrió su cuerpo.

Si, si... hubo un día, un día especial en que ella le había pedido Luis una lista de avituallamiento. Las cosas necesarias para el día a día de la cocina.  Él contestó con un luego... bueno creía recordar, que dijo: Lueguito se la dejo en el despacho jefa.

¡Oye! Yo soy La Paqui no la jefa.

Y él con la sonrisa dulce que siempre ponía contestó:

Bueno, será La Paqui, pero aquí y en mi, manda como la jefa... perdone no sé como tratarla me cuesta el tuteo...

Más tarde buscó la lista, venía manuscrita dentro de un sobre. Hablaba de pimentón de clavo  de canela. Decía, que quería probar el macis, en la ensalada de gambas. Y junto a ellas un bouquet  de violetas secas, aun fragante.

Cuando le dijo ¿oye y las violetas? Luis con visible azoramiento dijo:

Son para ti jefa...

viernes, 17 de mayo de 2013

El Retrato de Luis



Luis, resultó ser un fiera en la cocina, aparte de gusto tenía instinto, algo innato para la organización del trabajo.

El primero en notarlo fue Manuel, se sorprendió gratamente con sus dotes de organización, era capaz de mantener en la memoria tres comandas mientras preparaba otras tres más.

Los componentes de un palto entraban caían al fuego en el tiempo justo. Adelantaba aquellos que necesitaban un tiempo más largo y por si fuera poco controlaba mentalmente aquellas otras viandas que se hacían en el horno o al vapor. Y todo lo hacía con lo que parecía lentitud y parsimonia

Alguna vez, la Paqui, que era algo mas fogosa le desesperaba un poco la aparente lentitud. Solía preguntarle ¿cómo está el cogote de merluza con angulas? ¿Y el rape de la seis?

Luis sin inmutarse contestaba tres minutos para el cogote cinco para el rape... no hay problema.

Era casi matemático pasaba la sartén para emplatar el cogote cuando se oía en el pasaplatos la voz del camarero. ¡El cogote de la mesa cuatro! Y allí estaba divinamente presentado con su salsita y angulas. En el plato caliente y todo en su punto.

Pronto Manuel y Paqui comenzaron a sentirse a gusto y seguros con Luis. Tenía la facultad de no alterarse y sabía hacer coincidir su ritmo con el del comedor. Y aunque no fuera su cometido no abandonaba la cocina hasta que el ultimo cacharro estaba limpio en su sitio y en orden de revista.

Fue un día, no sé si por una huelga en el sector o porque motivo, que terminada la cocina aun quedaba por lavar la vajilla del comedor.  Paqui, fiel a su forma de ser,  se vistió el delantal  y comenzó maquinalmente la faena.  Luis sin mediar palabra se puso a ayudarla. Era un trabajo pesado algunos platos habían quedado en cestas de plástico y había que acercarlos al lavadero a mano, podían llegar a los veinte kilogramos cada una. Cuando la Paqui se agacho a por una de las cestas, Luis se adelantó, sus cuerpos se rozaron dado lo estrecho del sitio. Paqui ya erguida, pudo observar sus brazos lo recto de su espalda y las nalgas y muslos firmes y prietos. No supo si era el calor corporal de Luis, su olor o era ella la responsable de esa sensación agradable. Luis era lo que, Paqui y sus amigas llamaban un duro-tierno.

En fin, este Luis como la moneda del mismo nombre tenía esas dos caras, una para el trabajo y la resolución de problemas, el duro, otra para el trato humano ternura y dulzor.

Pero Paqui tardó bastante en darse cuenta en que era eso lo que tanto la inclinaba hacia el chico.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Celia que estoy aqui bijilando



Que sin ques toy aqui excondida viendo a la Paca esa que de seguro se cepilla al niño es de la escuela. Handa la suerte que tienen halgunas. Claro restaurante asin le ponen los platos calientes en la mesa. Anda Darío cuenta aquella bez que trabajaste para la chupa hombres aquella señora que tenia una representacion  de cremas de belleza.



No digaas que no te alcuerdas, aquella que hos repasaba los pedidos a un comercial cada tarde.



Que me contavas tu como sin saver como te havias encotrao largo en la mesa de su despacho



y con la bragueta...



Vueno Celia que te lo cuente darío a ver sin se recuerda.  

Llega Luis el alumno de hosteleria.



Llego el nuevo pinche, en realidad alumno en prácticas de una escuela de hostelería. Se llamaba Luis.


Era delicado en el trato, lo que le daba apariencia de tímido. Su ilusión, tener un restaurante o casa de comidas, algo clásico, nada de mariconadas contra la cartera del cliente. Las kokotxas cochas y el pilpil pilpil, no esos emulsiones de (proteína) gelatina de pescado con algo de las pencas y pieles del bacalao hechas aparte, inventos de salseros.

Llegó con su carta de presentación una mañana, lo recibió Manuel, a estas alturas del relato ya sabemos que la Paqui por la mañana descansaba. El examen fue corto casi inexistente, una mirada escrutadora y un ¿Porqué?

Señor había dicho, vengo de una escuela de cocina y sé que no es lo mismo, preparar un plato en una academia, aun trabajando contra el cronómetro, que en una cocina a pleno rendimiento donde las comandas se suceden sin parar, donde emplatar y pasar platos son dos profesiones. Se lo temible que es que se acerquen los camareros al pasaplatos pidiendo 1º de la 4. dos segundos de la 22.    Y la cocina ha de suministrar todo sin que se rompa el ritmo sin que el cliente espere, haciendo llegar el plato en su punto justo.

Manuel se dijo, este es de los míos, de los que sabe que el ritmo es el secreto de un chef o como se dice en el oficio un jefe de brigada.

Bien te explico le contestó aquí diferenciamos la comida del mediodía   y las cenas. La comida suele exigir a excepción de los festivos, un ritmo loco frenético, los precios lo que la gente suele gastarse están más medido, al igual que el tiempo destinado a comer.

Por el contrario las cenas suelen, ser mas reposadas, mientras al mediodía la gente aun tiene media jornada de trabajo por delante, la cena fuera de casa es un extra. Se gasta más se vive a otro ritmo, en fin mientras por la mañana verás que la gente come a ritmo del negocio.
(Probablemente por eso termina no comiendo en un burguer) por la noche es otra cosa, son parejas, ligues, planes, alguna cena de empresa de puro compromiso. Por todo ello y porque sería imposible de soportar aquí hacemos dos turnos. Mi mujer Paqui, lleva la noche más relajada, y predispuesta al entretenimiento. Yo los mediodías, la guerra el destajo. Si te parece harás las prácticas con los dos cinco días con uno, dos de descanso y otros cinco días con el otro.

Luis aceptó.

¿Cuándo puedes empezar?

Ahora mismo, dijo Luis señalando una bolsa con su equipo.

¡Vale!

Entró en el vestuario, se pasó los pantalones se puso la blusa, se calzó los zuecos y el gorro que le identificaba como alumno de la escuela.  La toque ese gorro de origen español que ha terminado siendo el identificador de los Chefs Franceses.

Bien como primera jornada mira solo intenta identificar las funciones y procura no interrumpir.

Así mismo lo conoció la Paqui, su marido la puso al corriente de quien era y como desarrollaría su trabajo. El mismo Manuel los presentó, mira aquí está mi mujer, ahora te pedirá la documentación para el contrato. Paqui te presento a Luis el alumno en prácticas de la escuela de hostelería. Te encargas tu del alta y llenarle la cartilla de trabajos ¿verdad?  

Si dijo Paqui mientras lo miraba. Ambos intercambiaron unas palabras y un examen visual. El resultado fue una sensación de confianza mutua.


Ya veremos que más...   

martes, 14 de mayo de 2013

La Paqui



Yo la había visto muchas veces llegar a casa tarde. Bueno según se mire, tarde o con el alba; que para algunos es lo mismo. Su gesto cansino, su nadar lento denotaban la fatiga, el cansancio de el que trabaja. No traía su faz la imagen del que viene de juerga, ni sus ojeras levemente amarillentas, eran el estigma claro del insomnio y el estrés, nunca de la crápula.


Paqui, trabajaba como un macho, pero no en el sentido masculino de la palabra, mas bien en el sentido agropecuario. Para que no queden dudas La Paqui era un mulo de carga.

Por lo que yo sabía, regentaba un restaurante de la familia. Allí ejercía de cocinera y encargada. Eso le daba faena hasta las dos o tres de la madrugada, luego supervisar limpiar y recoger. Para que todo estuviese a punto para la mañana. Un repaso a la caja, las cuentas el saldo del día y el control de existencias. Con eso le daban las del alba. Era el momento de acercarse al mercado mayorista de pescado. Ver que había de bueno y presentable, almejas, percebes, ostras, gambas, algún bogavante... ¡Paqui mira que merluzas tengo! te guardo tres cajas. Besugos rapes corvinas, todo pasaba bajo su atenta mirada.

Una vez hecha la compra, cargar la furgoneta, volver al restaurante y ponerlo en las neveras.

Le solía ayudar un pinche, chico para todo, que lo mismo des-escamaba una merluza que la troceaba.

Cuando llegaba a casa, despierta al marido, prepara el desayuno para los críos, ponlos en la parada del bus escolar, déjale las lista de lo que has comprado y el pedido de vino de la semana. Manuel el marido se levantaba rezongando, era de despertar duro, pero al final hasta adquiría rasgos humanos. En ese breve rato, con los chicos camino del cole, aun le quedaba un rato para la carne, que decía ella. Un rato para la coyunda y el uso del matrimonio. Un si te pillo entre la cama y la ducha. Revolcón a medias, un orgasmo en incómodos plazos.

En fin, era su fin, su beleño su sedante. Para Manuel por el contrario, esos encuentros eran el toque de diana. El ponerse en marcha, terminado el acto Manolo decía me voy "pa la trinchera" tomaba la furgo y salía para el restaurante. Entonces Paqui se duchaba y descansaba ya no volvería al bar hasta diez horas más tarde,  justo para darle el relevo a Manuel, que habría lidiado con clientes y proveedores toda la jornada.

Un día entre amigas hablando de sexo, Paqui se quejaba de que el que ella disfrutaba era exiguo algo mecánico. Cuando una de sus amigas le dijo que si así era siempre, ella contestó que si. A la siguiente cuestión, si valía la pena, Paqui dijo:

Lo que es una servidora cumple, mi marido ha de salir follao de casa, que luego pasa lo que pasa.

Así fue la vida un dos tres años no lo sé.  Llego de pinche un moreno de luna, largo como una espingarda con el dulce deje que los canarios tienen en el habla...


Pero esa, esa es otra historia que a lo mejor cuento mañana.