Transcurrieron
semanas meses quizás, yo permanecí al borde del cráter esperando.
De vez en cuando una ola de movimiento circular me hacía sospechar
que Laura estaba allí.
Hubo
un momento en que, su silueta inconfundible se perfiló entre la
inmunda neblina el suelo de esa zona estaba cubierto de un fango muy
ligero muy hueco. Me habían avisado, que en su composición entraban
restos de la piel de los políticos. Originalmente tenía la
consistencia de la película que cubre la piel de los batracios, su
composición un 80% de mentira y otro 20% de agua. El légamo, lo
formaba esa supuración y el polvo del suelo. Como me dijo mi mentor,
y hace ya de esto varias décadas:
Agua
mentiras y polvo de historia, ten cuidado, hay alguna especie de
político, que segrega, como ciertos sapos, un icor muy tóxico. A
pesar de ello, los expertos en comunicación saben hacer con el y el
polvo de historia, una pasta de relleno, que imita la realidad
maravillosamente. No solo son capaces de reescribir y suplantar
realidades históricas, también crean decorados de un futuro
esplendido. De hecho los grandes artistas del fraude, pueden
reconstruir panoramas completos, sensaciones de realidad tan bien
fraguadas, que llaman la atención de muchos incautos, los cuales
quedan atrapados por el alucinógeno que emana del jugo cutáneo de
los políticos.
¿Pero
a ellos no les afecta? Pregunté. Si, los hay que terminan por creer
sus propias mentiras. Pero yo tengo dudas; dijo mi maestro, si esa
creencia se desarrolla por intoxicación, o por el contrario solo es
un adormecimiento de la ética, de la moral. Una adaptación al medio
que les ayuda a sobrevivir.
Ya
entiendo, quieres decir contesté, que solo bajo la anestesia de la
moral se puede condenar a muerte y no me refiero a la condena que
pueda hacer una justicia dependiente de los políticos. Me refiero a
aquellos que han enviado a una generación a extinguirse en una
guerra perdida. Los que condenan a los jóvenes a la incultura y a
los ancianos a la miseria...
El
maestro asintió.
Evocaciones
y evocaciones del maestro, la experiencia me dice (aunque en el
colegio centauro no es tan acusado como en la vida “civil”) que
eso es la edad, la plenitud se muestra por una sólida construcción
de las ideas y cuando esto se produce es imposible no recordar quien
te enseñó a ensamblar tus construcciones mentales.
Un
día CentLaura, me recordará como maestro mucho más que como
hombre. Y ese sentimiento tiene un sabor agridulce...
En
eso estaba, cuando con un ligero trotecillo Laura se plantó junto a
mi.
-¿Cansada?
-Si
un poco, pero contenta. La visita a esta parte del infierno me ha
hecho comprender muchas cosas. ¡Me ha hecho comprenderme!
No
quería entrar a fondo en los resultados de su excursión así que
medio en broma pregunté.
-¿Aun
esta ese escarabajo que llaman Sísifo?
-Si
aun está, supongo que te refieres a ese político que se empeña en
empujar cuesta arriba una enorme bola de corrupción con la idea de
instalar allí su prole.
-Ese
es un estereotipo de los políticos ladrones, que auto-justifica su
expolio a las arcas públicas y el cohecho imagen del escarabajo
pelotero. De la misma manera que el escarabajo pone sus huevos en las
heces, este tipo de políticos instalan a sus proles en la corrupción
de los aledaños del poder.
-Pero
la comparación con el escarabajo pelotero entiendo que no es
gratuita. -¡Sabes, esperaba la pregunta!
-No
se que decir, añadí, tal vez soy muy transparente o tu muy muy
perspicaz. ¿Puedes decirme porque esperabas mi pregunta?
-Si,
se que en tu juventud leíste a Albert Camus. Hemos hablado alguna
vez de ello.
-¡Uf
si Camus! Fue en cierta manera el héroe de mi juventud, esa época
en que según los franceses se tiene el corazón donde se debe a la
izquierda.
-Ya
ya, recuerdo la frase que usabas: Quien a los diez y ocho años no es
de izquierdas no tiene corazón. El que a los cuarenta años no es de
derechas no tiene cartera.
-Algo
que más tarde sustituí por el corazón a la izquierda y la cartera
a la derecha.
-No
me cambies de tema. Tu hablabas de la filosofía del absurdo y de le
valor de lo que se cree o el valor que se da a lo que se posee.
-Es
cierto.
-Eso
lo recoge Camus en El Mito de Sísifo. Tu imaginario debía llegar
inexorablemente a la imagen del escarabajo pelotero.
-¡Me
desconciertas! ¿Cual es el nexo?
-El
gen egoísta, la necesidad que tienes de reproducirte de replicar los
genes tus genes. La única forma de saltarte el absurdo de la vida de
Camus, de hacer más caso a la cartera que al corazón.
En resumen al
sintonizar tus sentimientos opuestos se obtiene eso:
El Escarabajo Pelotero, justificar el trabajo la acumulación de detritos en la
esperanza de que tus sucesores vivirán bien en ellos.
-Así
que yo... vaya vaya... Oye no te han dicho que no se debe analizar y
menos psicoanalizar a tu monitor que es la norma en la escuela
centaura.
-Si
eso creo haber leído, pero también es cierto que se me anima a no
perder ni una sola palabra de tu boca. Y eso es lo que he hecho, tal
vez peco al poner negro sobre blanco algo que tu estás diciendo con
tu obra y tus gestos.
Opté
por reír, lejos de molestarme la permanente atención de Laura me
halagaba. Y el hecho de atreverse a expresar sus observaciones con
una mezcla de ironía y cariño me hablaba de su penetración
intelectual y su capacidad. Era cierto que tenía ante mi a una
competidora en la carrera por los puestos del gran consejo centauro.
Pero dentro de la egregia orden de los centauros eso no me
molestaba, la orden había invertido su significado hacía muchos
siglos. En las centauromaquias es el centauro quien representa la
sabiduría y como bien intuía Laura la necedad de la cultura y la
vida la enemiga tal como Camus describió.
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