He
llegado a casa algo mas tarde de lo habitual. Laura estaba tumbada en
el sofá, dormida. El libro y una mano sobre el pecho, la otra mano
caía en un arco difícil y relajado hasta el suelo. Los nudillos
rozaban el parqué, frente a sus dedos una foto de su hija que ella
usa como señal de lectura.
Cuando
se toma a un centauro en tutoría se hace un pacto de convivencia
mental. Se promete compartir sin restricciones las ideas las
impresiones y el saber. Nunca he entendido, porque el colegio
centauro pone restricciones o avisa de los riesgos de la
cohabitación. El estado centauro nunca fue célibe y siempre
promiscuo. No se a que viene esa carcunda, mas propia del clero, en
unos individuos, que deberían tender al librepensamiento.
Porque
aun que nuestro credo acepta un principio primero, este no tiene nada
de sobrenatural. Ítem mas el principio primero forma parte de
nosotros. Algo tan natural como que Laura y yo compartamos también
cuerpos.
Ahora
bien una cosa es compartir mentes y cuerpos y otra diferente, muy
diferente compartir espacios. Compartir el despecho, el baño, la
cocina, eso ya es mucho mas complejo. Y todo esto porque simplemente
cuando comenzó la historia de declararme su mentor, su Virgilio,
intercambiamos las llaves de nuestros apartamentos.
Supongo
que Laura no ha comido, me pongo a preparar unos bucatini a la
arrabiata que yo sazono con ají o chile para hacerlo mas sabroso.
Empezar el sofrito y despertarse Laura ha sido uno.
-Hola
buenas tardes creo que me he quedado dormida. Esta noche tuve
pesadillas con el infierno, he dormido mal. Ha dicho mientras se
acercaba por detrás y me daba un beso en el cogote. Laura suele
hacerlo me pilla por sorpresa y besa en el sitio menos esperado.
Estos besos en el cogote me dejan descordado, casi como si se tratase
de un descabello. Pierdo por unos momentos el uso de la palabra y
Laura disfruta con ello. Otras veces es un roce suave de sus labios
bajo mi oreja...
¡Huy
que se me quema la salsa!
-Supongo
que no has comido.
-Supones
bien, los miércoles tengo una clase a primera hora, y otra al final
de la mañana. Así que he llegado aquí hambrienta y con sueño.
-Pues
lo siento hoy es uno de esos días en que no quedaba nada nada hecho
en la nevera. Ni un triste topillo en confit.
-No,
no he mirado nada, el que tenga llave de tu piso no significa que
entre a saco en el. Pensé encontrarte, al ver que no estabas, me iba
a ir y
pero
me puse a leer y me venció el sueño. Eso es todo.
-Pues
ya que estás despierta, pon la mesa ya sabes donde guardo los
platos.
Si
intencionadamente, hice una arrabiata con su toque de chiles. Algo
que pidiera un buen vaso de vino y de alguna manera relacionaba la
comida con aquello de in vino veritas... in aqua sanitas. Hacía
mucho tiempo, cuando casi no nos conocíamos en una situación
parecida, Laura se me había quedado mirando fijamente y con un tono
entre burlón y de reto me dijo:
¿No
estarás pensando en emborracharme?
Y
yo contesté, solo puedo emborracharte de la verdad, y la verdad es
una fuente que mana en tu interior. Me limitaré a enseñarte a
buscarla.
Laura
con el mismo brillo retador en la mirada me había dicho:
Empieza.
Y
empecé, aun estoy en ello.
-¡Hum!
merlot, verdad dijo alzando la copa de vino que acababa de probar y
mirando al contraluz el rojo rubí del caldo.
A
mi me maravillan las personas que saben distinguir un vino con la
seguridad que lo hace Laura. Pero me maravilla mucho más su
capacidad para sacralizar algo trivial, como la cata de un vino,
mientras su mente evalúa las evoluciones de su interlocutor. En este
caso yo.
Supongo
que alguna pista le da mi lenguaje facial. Y tiene la habilidad para
distender... porque sí, era merlot, pero ella hubiera dicho la frase
con igual aplomo e igual efecto si lo que tenía en su copa fuese un
vino de Tetra Brik.
Al
comentarle estas cosas respondió riendo:
Sabes,
es como una nube que te pasa por el entrecejo. Se te ve pensar de
hecho el entrecejo y la posición de los ojos es toda un compendio de
la comunicación humana.
Era
una tarde otoñal y fría, las gotas de lluvia golpeaban con fuerza
el cristal de la buhardilla yo vivo en un, ático desván, de esos
que se hicieron en tiempos de aquel alcalde que inventó la
especulación vertical. Laura ha recogido la cocina y fregado los
trastos. Ha dicho que si yo cocino ella friega.
La
tarde propicia para tener una charla distendida muy distendida con
centLaura una tarde de cama... de camaradas quiero decir. Ya contaré.
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