miércoles, 18 de marzo de 2015

La Meditación


Preguntó el anciano de la montaña.

¿Que es el infinito?

Uno de los acólitos mas jóvenes dijo:

El infinito es la medida en la cual cualquier otra medida cabe.

El maestro creyó ver una respuesta de las de boca de ganso y preguntó a todos.

¿Que distancia hay al palacio del sultán?

Tres días le dijeron.

¿Y qué distancia diríais qué hay hasta la luna?

Los discípulos quedaron pensativos después uno respondió:

No se puede ir a la luna porque mientras tu vas ella cambia. La luna es como la mujer, que cada veintiocho días muda su cuerpo.

¿Quieres decir con eso?

¿Qué la mujer es inalcanzable?

El discípulo calló, en su interior maldecía la prontitud de su lengua, que le dejaba siempre expuesto a las preguntas del anciano.

¿Por qué razón? Ahora había nombrado a la mujer, algo de lo que no se hablaba casi en ese círculo de vida ascética.



Pero al final aclaró la voz y dijo:

La mujer es creadora de vida, la vida es cambio y mutación, no se puede abarcar a la vida. Es imposible abarcar a la mujer o llegar a la luna en el curso de una vida.



El anciano sonreía para sí viendo el avance de su alumno. Demostraba que ya era capaz de construir escenarios inmensos, donde la luna, la vida, la mujer, el amor y el sexo; la ambición y el altruismo interpretaban o interpretarían su épicos torneos.



Por un momento, lo vio joven, adulto y provecto en el mismo cuerpo.

¿Como sería posible? Crear un único ser; con la inocencia del primer joven, la capacidad de trabajo del adulto y la experiencia del viejo.

Recordó cuando era él el que contestaba así a su maestro. Comprendiendo lo que tantas veces oyó. Es normal que el joven y el hombre se equivoquen. También es cierto que el maestro yerra menos. Pero que el maestro no yerre no es por haber alcanzado la sabiduría. Es por haber hallado la calma del espíritu, el maestro es contemplador y pocas veces es juez. Lo que dice es siempre provisional. Porque el pensamiento es un andamiaje eterno, construcción en perpetua mudanza.

¿Y pregunto, cuantos infinitos hay?

Silencio.

Miró uno a uno a sus alumnos, nadie se atrevía a contestar. Hasta que por fin uno de los jóvenes se atrevió y dijo:


¿Cuanto es infinito partido por dos? ¿y dividido por tres?

Me diréis que la respuesta es infinito. Solo el infinito dividido por sí daría como resultado la unidad. Eso me lleva a pensar que existen infinitos infinitos.

Eso será, dijo otro alumno, si puedes diferenciar cada una de las partes del infinito cociente. Claro que puedo afirmó el primero. Quizá medio infinito sea un concepto difícil de asir. Pero hay otros, el infinito de lo simple, el infinito de lo complejo, el infinito de lo grande y el infinito de lo pequeño.

¿El infinito de lo pequeño? ¿Qué es eso?

Si el infinito de lo grande es una medida en cualquier otra medida cabe infinitas veces. El infinito de lo pequeño sera uno tal que cualquier cosa por pequeña que sea también cabrá infinitas veces...

Llegado a este punto el anciano de la montaña preguntó:

¿Y como es el infinito de lo simple? ¿Y el de lo complejo?

El infinito de lo simple es un infinito en que cualquiera de sus contenidos pueda dividirse en otro infinito mas sencillo. El de lo complejo, será un infinito que como una cebolla está formado por capas cada vez mas complicadas, con mas componentes y mas interrelacionados entre ellos.

Partículas, átomos, moléculas, compuestos, órganos, aparatos, seres.

Los átomos tienen reacciones al igual que las moléculas. Los compuestos forman órganos que tienen funciones al igual que los aparatos. Los aparatos conforman seres vivos que se reproducen nacen crecen y mueren. Y en ese momento cuando se llega al ser este se reconoce. Cuando llega al hombre no solo se reconoce es además capaz de reconocer a otros no yo distinto que yo similar a yo.

El maestro entonó un mantra, e indicó a sus alumnos que era el momento de meditar. Mientras se hundía en su nirvana, en su no ser, el anciano pensó para que me necesitan ya. Y se planteó seriamente el no volver...














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