Llueve, ante mi un magnolio, las gotas resbalan con languidez
sobre sus grandes hojas.
De vez en cuando, un ápice se inclina y deja correr en un
goteo largo, casi un chorro, el agua que ha ido acumulando en su superficie.
Apuntan las primeras flores. La magnolia es una flor breve,
si la cortas dura horas en el árbol solo un par de días.
Podría inventar un texto al estilo del señor de la montaña, el árbol ha trabajado
toda su vida para hacer esa rama. La rama lo ha hecho todo un año para dar en
su extremo una flor fugaz efímera.
Y si la fecundan, dará un fruto seco negruzco con semillas intensamente rojas. Las semillas hay veces que caen al suelo colgando tras un hilillo de baba, gomosa como tela de araña.
Y si la fecundan, dará un fruto seco negruzco con semillas intensamente rojas. Las semillas hay veces que caen al suelo colgando tras un hilillo de baba, gomosa como tela de araña.
Podría hacer un símil
con la fruta del magnolio, como una gota de sangre que al suelo regresa
esperando de la humedad y cobijo de la madre tierra desarrollar la vida del
mañana.
Caerá en el suelo, un entierro breve, allí la están esperando
un ejército de larvas dispuestas a que sea su pitanza.
A corta distancia, los mirlos, vigilan a unos y a otras,
larvas frutas y semillas son la materia prima del "potito" que hace crecer su
casta.
Cae la lluvia mansa, salta de hoja en hoja, y el dulce
seguir de su fluido, he visto un capítulo de libro de la vida.
Cae el agua la vida pasa.