Habíamos
partido de la pirámide del Louvre. Nuestro paseo nos llevó al la
Plaza del Carrousel, paseo por el muelle de las Tullerías, cruzar el
Sena por el Pont Royal hacia el muelle de Voltaire (Quai de
Voltaire). En la casa que hace esquina, una lápida de mármol nos
dice que allí murió François-Marie Arouet, el escritor, pensador,
y filósofo que se escondía bajo Voltaire. De él se suele ignorar
que era un gran financiero y que murió rico, muy rico.
¿Quien
dijo que el filósofo tenía que ser pobre?
Un
filósofo puede ser miserable ideológicamente hablando, pero si
piensa bien y conoce las necesidades humanas pude hacerse rico. Ya
hay un ejemplo anterior.
A
Tales de Mileto, se le reprochaba su pobreza y lo inútil del amor a
la sabiduría. Pero cuentan; que previendo, habría una buena cosecha
de aceitunas apalabró por poco dinero el arriendo de todos los
molinos de aceite de Mileto y Quíos. Cuando llegó la cosecha se
encontró en una situación de monopolio, y alquiló las almazaras al
precio que quiso. Demostrando, que tenía inteligencia y capacidad
para hacerse rico, aunque no era esa su meta.
Voltaire
además de poner los pelos de punta a los curas porque decían que
era ateo y antirreligioso, especulaba mejor que ciertas ordenes en
las cuales la pobreza del fraile repercute en la opulencia de la
orden...
Continuamos nuestro paseo, por el muelle Voltaire, bajamos a los embarcaderos Quai Malaquais, en origen -mal acquis- mal adquirido en referencia a una operaciones financieras de...
No,
no de Voltaire sino de Reine Margot que era... era una Medici ¡Señor
Señor! Siempre el capital y las coronas... Pero de Margarita de
Valois hablaremos luego otro día cuando pasemos el punte nuevo y el
monumento a Enrique IV.
Continuamos
el paseo por le Quai de Conti y Grands Agustins dejamos a la
izquierda el Pont Saint Michel y delante de nosotros Notre
Dame.
Así
en principio, la catedral de catedrales me deja frío. No tiene el
empaque de la de Burgos, ni el primor de la catedral de León, si me
fuerzas, hasta la catedral vieja de Salamanca con su transición del
románico al gótico tiene más “charme”.
Aunque
hay algo que la diferencia fundamentalmente de otras, las colas de
turistas y la defensa que de ella hizo Victor Hugo.
Al
parecer fictor-higó así lo pronunciaba mi profesor de literatura en
el bachillerato, que era tan pedante como extravagante. Era un cura
que se desplazaba en Vespa. Era impresionante verlo con los faldones
de la sotana batidos por el viento, la teja (el sombrero de cura)
colgado a la espalda ir a repartir... su ministerio.
Marchaba
sin casco y dicen que un día se dio tal leche que le quedaron
algunas neuronas cortocircuitadas. Por eso lo de fictor-higó
supongo.
Al
parecer la historia de Cuasimodo, Esmeralda y Claude Frollo, un
archidiácono mas apasionado por la alquimia y el sexo, que por el
oficio divino. Fue entre otras cosas una defensa de Victor Hugo sobre
la monumentalidad medieval.
No
se si es a partir de esa novela en la que Notre Dame comienza a
adquirir para algunos el valor de libro medieval, en piedra, de
crisopeya alquimia o de espagiría. No hace mucho aún circulaba un
libro El Misterio de Las Catedrales que se suponía la llave de
entrada al procedimiento alquímico.
Me
gustan las catedrales, se que contienen en sus piedras claves de
construcción que solo el iniciado es capaz de identificar. También
suelen funcionar como calendarios solares, no es un secreto que la
catedral suele poseer una ventana orientada al medio día por la que
un rayo de luz del coincide con una marca en el suelo el día del
equinoccio de primavera. Era la forma que tenían los prelados de la
edad media, de establecer la fecha de la pascua.
Desde
Dionisio el Exiguo se consideró correcto que la Pascua cristiana se
celebraría el primer domingo después del plenilunio de primavera es
decir después del equinoccio. Nada que ver con escondites secretos y
demás majadería que Dan Brwon y demás zampabollos del arcano nos
quieren vender.
La
majadería de Brwon supone que hay un continuo en el templo cosa que
no es cierta, la primitiva iglesia gótica fue reformada en tiempos
de Luis XIV sustituyendo vidrieras y decoración por elementos
barrocos. Fue destinada almacén de grano durante La revolución y
vuelta al culto, usada por Napoleón para auto-coronarse emperador.
Por
otra parte lo que hoy se ve, es mas el resultado de la remodelación
hecha por Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc allá por 1844 que el
edificio gótico original.
Viollet-le-Duc
está mas cerca del mal gusto de Gaudí, que de la simplicidad del
primer gótico.
Tema
aparte es la espagiría, hablaré de ella cuando trate de
Sainte-Chapelle (Santa Capilla) obra de tiempos de un Luis santo rey
de Francia que tenía también sus ribetes de español. Pero esa es
otra historia...
Lo
cierto es que arrastramos en los pies unos 4 km desde el hotel y dada
la hora las 8:30 dejamos las colas de visitantes Notre Dame y luego
de contemplar la fachada por un rato nos sumergimos en una serie de
callejas medievales con la idea de buscar un sitio para la cena.
Yo
busco un sitio normal, donde poder tomar los platos comunes de la
cocina de Paris sin tener que soportar una carta al neumático
Michelín un precio de turista o una majadería semblante. Se que
hay firmas dedicadas a la producción masiva de Bou Burguinyon
terrinas (patês) o Foïe acompañadas de la indispensable Quiche
Lorraine (léase kislorenn) que se sirven al Turista de la misma
forma que nosotros lo hacemos con la paella liofilizada.
Parece
que el trabajo será duro pero... ya he dicho que París bendice
cualquier cosa por extravagante que parezca. Y tiene valor de ley. El
parisino tiene ese don, el ser capaz de no extrañar ninguna conducta
ni ninguna gastronomía.
Eso
me evoca la de aquel vendedor de sombreros parisino, al que le tocó
atender a un abrumado mercader catalán, de negocios en París, al
que le acaban de comunicar le fallecimiento de su esposa en
Granollers.
Comprende
que lo correcto es ponerse de luto con inmediatez y decide empezar
por el sombrero. En la tienda y sea por su mal dominio de la lengua,
sea por la emoción termina pidiendo un capote noir (pronunciado
kapot nuar) en vez de un chapeau noir. El dependiente al oír que
literalmente se le pide un condón negro, no puede dejar de preguntar
el porqué. A lo que el otro contesta mi mujer ha muerto, y el
parisino ya repuesto de su sorpresa con toda naturalidad y aplomo
contesta ¡Oh que délicatesse! Porque el parisino es capaz de
soportar una invasión alemana con una delicada sonrisa aunque la
procesión vaya por caminos de la resistencia.
Cielos
podremos, cenar o me tendré que tomar el equivalente a una fabada de
lata como la más alta expresión de la gastronomía.
Os
dejo en la duda...