Ayer
el día comenzó a complicarse muy pronto.
Creo
que desde que salí de casa, eran las ocho y pocos minutos... una vez
en el rellano y de manera maquinal llamé al ascensor. Quiero decir;
que pulsé repetidas veces el botón, esa especie de resorte secreto
con una lucecita, que nos informa de su actividad.
Para
mi es un resorte secreto, porque aun siendo evidente su ubicación;
en la jamba izquierda del marco de la puerta, para mi repito, es
secreto y misterioso su funcionamiento. ¡Porqué a ver! Cuando yo lo
toco; como se entera el genio, el espíritu maligno que habita en las
entrañas de la cosa, que yo deseo usarlo, que deseo bajar a la calle
y no desplazarme hacia los pisos superiores. Es acaso porque hace una
lectura de mi estado de ánimo, ¿sabe por la forma que empleo de
presionarlo? ¿cual es mi voluntad, cual mi deseo?
Yo
creo que los ascensores son seres malignos, emanados de alguna mente
perversa, y que manejan fuerzas misteriosas. Por eso cuando yo pulso
el botón; el duende que lo anima, sabe inmediatamente que deseo
bajar al estanco que hay frente al portal de mi casa para comprar
-algo tan raro hoy como- dos sellos de correo y un paquete de tabaco
egipcio con mezcla de semillas de amapola.
En
cierto modo los ascensores son como la democracia, tu pulsas el
botón, pones tu voto en la urna, y el aparato se considera
autorizado para ser intérprete fiel de tus deseos. Vamos, que tu
votas pensando en el problema de las pensiones, y el ascensor lo
interpreta como que estás de acuerdo en autorizar el matrimonio gay,
prohibir los toros y a favor de prohibir la entrada de inmigrantes
ilegales.
¡Mas
mucho mas!
¡Que
estás en contra de que gobierne Rajoy! Vamos que un ascensor es como
Pedro Sánchez interprete de la voluntad popular a un a costa del
cabreo de sus barones...
Pero
¿quiere decir esto, qué Pedro Sánchez se parece a un ascensor?
Pues no; no, Pedro Sánchez, Pedro y la mayoría de los secretarios
generales (por llamarlos de alguna manera) de los partidos políticos,
no son como ascensores, tal vez lo mas parecido es que sean como
montacargas. Porque es eso, los presidentes o secretarios de los
partidos políticos, son unos montacargas comisionados para encumbrar
hasta los áticos, a una clase social urbana, casi suburbana, que
nace en los sótanos de la democracia y termina por instalarse en los
áticos mas lujosos del país.
Estas
cosas pasaban por mi cabeza mientras seguía hipnotizado las mínimas
variaciones de pilotito luminoso de mi ascensor.
Ya
debía yo, haber notado que el día se comenzaba a torcer cuando la
espera se prolongó en demasía. Cuando el camarín del ascensor pasó
por mi puerta sin detenerse. Pero a ver ¿no he pulsado yo primero?
Pues entonces porque no me recoge a mi primero; ¿porqué? Como si en
un estado de derecho, se une mi demanda, mi necesidad, a la del
vecino para satisfacer primero la del vecino, que solo se parece a la
mía en un deseo de salir a la calle pero no para comprar un sello
de correos ni un paquete de tabaco egipcio para narguilé, es lo que
yo digo los ascensores son como la democracia.
Al
final, cabina ha tenido a bien parar en mi planta, pero como las
cosas ya empezaban a torcerse, el camarín no estaba vacío.
Viajaba
en él la vecina del ático, la pornoestar, bueno en román paladino
la estrella del porno que vive en mi inmueble.
Mira
si hay algo que me parezca absurdo; son las conversaciones de
ascensor, y entre ellas destacan las de un ascensor de casa de
vecinos. Allí reducidos a compartir un espacio muy limitado, la
gente suele defender su entorno mediante un supuesto estado de
trance, y en algunos casos un estado de trance en que se canturrean
algunos tópicos sobre el tiempo y la lluvia la temperatura...
¿Porque
a ver! ¿de que se habla con una actriz porno?
Mientras
se salva la distancia que nos separa de la calle la imaginación
corre y hacia ideas de las que se da en llamar políticamente
incorrectas. ¡En mi caso once plantas! ¿once plantas en estado
aparente de catatonia mientras piensas:
¿Le
puedo preguntar, con que espadas ha compartido cartel? O no es
políticamente correcto. ¿Debo encomiar sus últimos orgasmos
fingidos? Una vez, me interesé por su trabajo, y ella me explicó
que depende del realizador. Mucho de lo que se ve en una peli porno
es montaje, montaje en el sentido cinematográfico de la palabra, es
decir que se yuxtaponen una serie de planos y primeros planos, que no
necesariamente fueron rodados juntos, ni el mismo día y hay veces
que ni por los mismos actores. ¿¡Cómo!? Que el rabo de aquel
guaperas musculoso que aparece en el Virtuoso de rabo Sedante es de
un doble. Y no tiene nada que ver con el pene natural del “prota”
¡Qué horror! Resulta que en el porno, como en la política también
nos la meten doblada.
¡Qué
nada es lo que parece menos los impuestos!