Era un niño modelo, cursó la enseñanza básica, y aquello que se decía bachiller con sobresaliente como la nota mas baja. Yo había compartido unas vacaciones con el en Guimaraes. Llegada la hora de elegir carrera eligió la iglesia y dentro de ella la Compañía de Jesús. Por entonces nuestra relación era de buenos vecinos. Lo vi pocas veces más una ya de jesuita misacantano. Mi madre me habló de el. Esta por aquí Gonzalito. Creo que va a Roma a estudiar, dicen que llegará alto en la orden. Lo he visto, comenté, si le sienta bien la sotana ¿Pero sabes? juraría haberle visto las pezuñas por debajo del traje talar. Mi madre me echó una mirada furibunda, callé.
Pasó el tiempo, un día un compañero de estudios me dijo Gonzalito ha vuelto. ¡Ah! ¿Que hace? Bien ahora es comunista secularizado y casado en seis años. Da un mitin en la plaza de toros el domingo ¿Vienes a verlo? Fui. Fuimos varios excompañeros, al final con unas birra por delante alguien saco el tema. Como yo permanecía callado al final recibí una pregunta a quemarropa. ¿A ti que te ha parecido? No se bien creo que se le ve el crucifijo dentro del puño. Risas. Será el Kempis o los ejercicios de San Ignacio. ¡Mas risas!
Tardé a saber de el, alcanzó un puesto en las elecciones. No era muy importante, concejal de un ciudad de un cinturón obrero junto a la capital. Después mas noticias; se ha separado, lo han echado del partido.
Paso mas tiempo; mucho. Un día fui a buscar a mi madre a la salida de misa. El caminaba unos pasos por delante de mi, intuí que también el se dirigía a buscar a su madre que frecuentaba la misma iglesia.
Era un templo viejo, encerrado entre modernos edificios, en su puerta el ayuntamiento había dejado una placita en forma de embudo. Cuando llegó al límite de la plaza se detuvo. Dos veces le vi adelantar una pierna en un paso inmediatamente abortado. Mientras me acercaba lo miré con detalle, se le veía viejo cargado de espalda, una calva rala ocupaba el lugar donde un día hubo una tonsura. El pelo bayo la cara macilenta las quijadas pronunciadas por una delgadez mortal. Hice ver que no le veía. Entré en el templo, el cura dio la bendición final. Tomé a mi madre por el brazo y salimos. Miraba de reojo para localizar a la madre de Gonzalito, quería evitar a toda costa salir juntos. Era mi forma de evitar un encuentro desagradable. Tuve la precaución de poner a mi madre a mi izquierda, no parece educado, pero su cadera y su sordera lo hacían práctico. Así de paso, mi cuerpo podía tapar la macabra visión de Gonzalito. Pero el ya no estaba allí, supongo que le pudo la presión. O tal vez tuvo una urgencia fisiológica.
No he vuelto a saber de el... ya ves en el pueblo lo veían con la purpura del cardenalato. En el partido con la bandera roja, secretario general. Sic tansit gloria mundi.
Darío
Moraleja: Gonzalíto fue un individuo que quiso modelar el mundo a la necesidad de sus conflictos internos. Por eso siempre estuvo a la contra aun a la contra de lo que parecía mas ecuánime o mas progresista. Por eso siempre fue un marginado, alguien del que huían hasta los marginales
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