Habían llegado noticias
confusas. Los hijos del cacique habían ido a pescar el río
prohibido. No solo era una afrenta a los dioses también el chaman,
oráculo del tótem estaba ofendido.
¿Acaso no sabían qué
había que reservar ese curso de agua a los ancestros?
Acaso la tradición
sagrada, no contaba con toda claridad ¿Qué en esos regatos bebían
los muertos? Acaso no sabían que ese era el paso, la puerta de las
almas a los eternos cazaderos. Allí moraban años enteros, hasta que
puesta en orden su conciencia eran admitidos en el más allá en lo
eterno.
Parecían no saberlo no
importarles nada, el antropólogo que vino de Europa lo había dicho
la veda el acotado de los ríos, la limitación del uso de recursos
bajo la forma de un mito era la garantía de la vida futura.
Pero no, los hijos del
poder, llenos de egoísmo vulneran las tradiciones y los acuerdos. Se
apropian de los recursos que en el futuro, garantizan la vida de la
tribu.
Era como en casa, como en
Europa, un grupo de ambiciosos carroñeros, esquilmaban los recursos
del pueblo. En la tribu era la tradición los ancianos los muertos.
En Europa se llamaba ética decencia y respeto.
Estaba anotando esto en
su cuaderno de campo, cuando flotando en las aguas proviniendo tal
vez del tabú de la zona oscura llegó hasta la orilla flotando un
cuerpo. Era uno de los hijos del cacique al que los hados alcanzaron
en su ira, era el primer hijo del cacique muerto. De los otros nadie
habló nadie quiso pensar en su fin atroz pero todos los dieron por
muertos.