Llegada a Vetusta
Como escribía ayer...Vetusta es el nombre que Leopodo Alas Ovetense nacido en Zamora le otorga a la ciudad donde transcurre su novela La Regenta. Identificar el Oviedo actual con aquella capital de provincia de fines del siglo XIX es difícil. Aunque el casco viejo y monumental conserva las huellas de su historia; muchas veces turbulenta historia, Oviedo es una ciudad moderna, en ella conviven experimentos arquitectónicos como el de Santiago Calatrava junto a trazados del fin del siglo XIX. En esta época fue cuando muchas ciudades españolas rompiendo los esquemas urbanísticos medievales iniciaron un crecimiento y expansión con arreglo a otros cánones estéticos y funcionales. La Calle Uría que en su trazado se llevó por medio el carbayon viejo roble (carbayu) árbol sagrado de los astures que dio segundo gentilicio a los ovetenses.
Oviedo es una ciudad provinciana como dicen en Madrid de todo aquello que no es “el foro” y provincianos son sus habitantes. Pero ser provinciano y capital de autonomía no excluye la educación la elegancia en el vestir y una exquisita corrección de sus habitantes. Oviedo en su arquitectura, en su historia y en sus gentes es una ciudad encantadora como dijo Wody Allen parece un cuento de hadas. Es una ciudad limpia, con miles de magnolios primorosamente podados en sus calles y avenidas. Con un teatro, El Campoamor, sede de la entrega de los premios Príncipe de Asturias. Ciudad universitaria y ciudad museo de escultura. Porque en ella puedes tropezar con versiones en bronce de personajes de su historia real, novelada, folclórica o literaria.
De los muchas esculturas que ornan la urbe yo me quedo con una figura que esta en la plaza del General Ordoñez, llamada Adiós Cordera porque representa los personajes de un cuento de Clarín del mismo titulo.
¡Eran tres, siempre los tres!: Rosa, Pinín y la Cordera.
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