Ella
me miraba desde el fondo del establecimiento. Yo sentía un placer morboso en
mirar, pero me invadía la vergüenza. Era
una adolescente, bueno vestía como tal. Recuerdo su pelo basto como de niña que
aun no ha descubierto el poder afrodisiaco de un champú suavizante.
Me
gustó su boca fruncida en un mohín, sus labios muy rojos y unas mejillas con
algo de colorete mal puesto. Parecía no conocer los secretos de la borla, del
fijador, sus ojos grandotes algo vacunos, me miraban reflejando lo provocador
de sus labios, no sin cierto aire de duda.
Recuerdo
haber cambiado discretamente mi posición para contemplarla mejor. Hasta fingí
leer un artículo, supuestamente serio, sobre la política fiscal en la futura
Cataluña comparada con la hacienda Macedonia. Todo puta mentira, ni entendía yo
de política fiscal macedonia ni me importaba un carajo la matemática
econométrica de Mas-Colell. Pero yo pensaba que... bueno era la forma de
deslumbrar a una chiquilla que parecía decirme enséñame la vida.
Recuerdo
su faldita escocesa su calcetines blancos y cortos y unos zapatitos de medio
tacón. una medias rotas, una blusa de uniforme con manchas de "boli",
y ese aire general de Lolita haciendo novillos. Al final me detuve en su mirada,
esos ojos negros de becerra extraviada.
¡Era
más de lo que podía soportar! Hablé con el dependiente, fueron dos palabras a
las que no presté mucha atención saqué la visa y maquinalmente firmé unas
hojas. Listo.
Más
tarde, ya en mi casa, cuando me reponía del primer revolcón amoroso. Sonó el
teléfono, ¡Miserable bastardo! ¿Quieres abrir la puerta de casa de una puta vez?
Llevo diez minutos esperando fuera. Sin saber bien lo que hacía abrí allí
estaba correosa, fibrada, con unas Ray Ban de agente del orden y su uniforme de
cuero. Llevaba una fusta en la mano. Me empujó hacia el interior, de nada me
valió aducir intimidad o intentarme oponer sus mano derecha hizo presa en mi
cuello. Casi en vilo recorrí el pasillo, fui arrojado sin contemplaciones sobre
la cama, allí entre las sábanas aun estaba ella. Mi lolita mi crimen. Oí gritos
me llamaban cerdo pederasta y no se que cosas más. No comprendía mucho lo que
sucedía, al final ya con las manos esposadas a la espalda y en un vergonzoso decúbito
prono, mientras sentía la fusta zumbar sobre mis nalgas, mis ojos se fijaron en
una copia del contrato factura que había comprado. Decía Los Placeres de Sade
primer centro europeo de muñecas hinchables con "suegra" oferta especial. Muñeca lolita y dos tratamientos
de disciplina inglesa, por el increíble precio de... No pude leer más un
fustazo en mis nalgas me hizo ver las estrellas. Traté de explicar que era un
error... no sirvió de nada...
Pederasta
cabronazo nenaza...
Vivir
para ver.
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