No habría transcurrido una hora
cuando volvieron a llamar a su despacho, esta vez era Mefisto su suegro el papi
de Luzbelita. ¿Hola se puede? Dijo
mientras tomaba asiento en el sillón de frente a la mesa.
Mefisto era de esos que empleaban el lenguaje para recalcar su poder. Lo de pedir permiso para entrar en el despacho de un diablo de inferior rango, era puro formulismo social. Mefisto solía pedir permiso para hacer cosas que no se le podían negar. Marcando así más su poder y su altanería.
Mefisto era de esos que empleaban el lenguaje para recalcar su poder. Lo de pedir permiso para entrar en el despacho de un diablo de inferior rango, era puro formulismo social. Mefisto solía pedir permiso para hacer cosas que no se le podían negar. Marcando así más su poder y su altanería.
De hecho había pasado en la
tierra una temporada, inoculando en los pobres humanos el aire imperioso del
inepto.
Recordaba aun aquel alto cargo de
la Generalitat, que exigía tener siempre un ascensor disponible para su
uso. Algunas veces había comentado ante
el gran consejo el éxito de esta pequeña artimaña.
Argumentaba que el politicastro, pagado de sí. Era más fácil de dominar después por la soberbia. Demostraba que cuanto mas estúpido e inepto era un individuo, mucho mas fácil era hacerle caer en la trampa.
Argumentaba que el politicastro, pagado de sí. Era más fácil de dominar después por la soberbia. Demostraba que cuanto mas estúpido e inepto era un individuo, mucho mas fácil era hacerle caer en la trampa.
La soberbia, solía dar paso a la
codicia y ambas juntas producían una pérdida total de razón y prudencia.
En conclusión, el sujeto que caía en su garras, se desplazaba poco a poco hasta un estado de bobería permanente, donde sus mayores despropósitos eran auto-percibidos como logros.
Luego más adelante, cuando la realidad venía a golpearles con toda su fuerza, ya los encontraba preparados para percibir todo el dolor que el saberse auto-engañado producía.
Era una desesperación dolora, lenta agónica, que dejaba al sujeto a las puertas de la muerte, del infierno. Aquel sitio donde la mayor pena consiste no en las quemaduras y el fuego eterno, no.
El mayor dolor era ver la cadena de errores que le llevaron a la propia destrucción, al suicidio político a algunos hasta al suicidio físico.
En conclusión, el sujeto que caía en su garras, se desplazaba poco a poco hasta un estado de bobería permanente, donde sus mayores despropósitos eran auto-percibidos como logros.
Luego más adelante, cuando la realidad venía a golpearles con toda su fuerza, ya los encontraba preparados para percibir todo el dolor que el saberse auto-engañado producía.
Era una desesperación dolora, lenta agónica, que dejaba al sujeto a las puertas de la muerte, del infierno. Aquel sitio donde la mayor pena consiste no en las quemaduras y el fuego eterno, no.
El mayor dolor era ver la cadena de errores que le llevaron a la propia destrucción, al suicidio político a algunos hasta al suicidio físico.
Este era uno de los dramas del
infierno, la curricula siempre visible los éxitos para molestar al contrincante,
los fracasos a modo de sambenito. ¡Cuantas veces! Habían pedido a los de arriba,
que los hombres llevaran también muy visible su historial de fracasos. Pero el
jefe, Dios, siempre se negaba, decía que; el perdón comenzaba en el olvido, en la
amnesia.
¿Entonces porque no se les perdonaba
a ellos? ¡Ah no! decía el jefe, el demonio es una invención humana, ni siquiera
en la biblia aparece hasta después de la deportación a Babilonia.
El demonio morirá cuando lo haga el último hombre...
El demonio morirá cuando lo haga el último hombre...
Y todo eso en segundos, un recuerdo
doloroso un rosario de espinas.
Mefisto carraspeo un poco, bien ya sabes porque estoy aquí. Mi hija, que no te ha dado un solo día de paz desde que la conoces, que no ha tenido un minuto sin dejarte sufrir, que se ha dedicado como ninguna a cultivar tus cuernos y sinsabores... una diablesa perfecta ha venido a pedirme un puesto para ti.
Mefisto carraspeo un poco, bien ya sabes porque estoy aquí. Mi hija, que no te ha dado un solo día de paz desde que la conoces, que no ha tenido un minuto sin dejarte sufrir, que se ha dedicado como ninguna a cultivar tus cuernos y sinsabores... una diablesa perfecta ha venido a pedirme un puesto para ti.
Nunca deja de ponderar tus
incapacidades, dijo poniendo en su voz un tono paternalmente lascivo. Y mira
que suerte que tienes eso es para siempre, si fueras hombre podrías divorciarte
incluso matarla, pero entre diablos ya sabes el matrimonio es infernal eterno.
Bueno te venía a visitar porque hay
unas vacantes entre políticos españoles, ya sabes lo de siempre ineptitud y prepotencia,
puedo conseguir que te destinen allí.
Saco una lista de nombres y se
puso a leer...
No sé si continuará...
No sé si continuará...
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